miércoles, 18 de noviembre de 2015

CULPABLE: CAPITULO 2





–¿Paula Chaves?


–¿Sí?


–Nunca hemos hablado, pero sabe quién soy. PedroPedro Alfonso. Tiene algo que me pertenece, mi bella ladronzuela.


Su voz era grave y su ascendencia italiana se hacía evidente en cada sílaba. Era el tipo de voz que hacía que a ella se le formara un nudo en la garganta, y que provocaba que le resultara difícil hablar.


–No soy una ladrona – dijo ella tratando de aparentar convicción– . Mi padre es un estafador y él…


–Y usted es su cómplice.


–Puedo explicárselo. Él me mintió. ¡Yo no sabía lo que estaba haciendo!


–Sí, sí. Lloriquee clamando su inocencia… Sin embargo, no me conmueve.


Ella se mordió el labio inferior tratando de sentirse perseguida, de revivir todo lo que había sentido cuando su padre se marchó. Todo para que él pudiera escuchar una verdad que no estaba presente.


–Mi intención no era robar nada suyo.


–Sin embargo, me falta un millón de dólares. Y no encuentro a su padre por ningún sitio. Hay que solucionar este asunto.


–Si pudiera encontrar a mi padre me encargaría de que devolviera el dinero – dijo, a pesar de que sabía que a esas alturas ya lo habría invertido en alguna cosa.


–Aun así, no es capaz de encontrar a su padre, ¿verdad?


No. No podía. Y aunque pudiera, dudaba de que él estuviera dispuesto a ahorrarle problemas y a cargar con la responsabilidad de todo. Él la había dejado para que se enfrentara a aquello sola a propósito.


–Tengo que proponerle un trato – continuó Pedro.


–¿Un trato?


–Sí, pero no me gusta hablar de asuntos importantes por teléfono. Mañana recibirá instrucciones. Sígalas o cambiaré de opinión y presentaré cargos en su contra. Y usted, señorita Chaves, pasará unos años en la cárcel por fraude y robo.





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