miércoles, 18 de noviembre de 2015

CULPABLE: CAPITULO 1





Nos reuniremos en The Mark a la 1:30 p.m. Ponte el vestido que te he enviado esta tarde. En esta bolsa encontrarás las prendas de lencería que llevarás bajo el vestido. Esto no es negociable. Si no obedeces, me enteraré. Y te castigaré por ello.
P.


Paula Chaves miró la bolsa de la tienda de lujo que estaba en la mesa de la entrada. Era de color gris oscuro y tenía el logotipo de una famosa tienda de lencería en un lateral. En el interior había un papel de seda a juego y un sobre blanco con una tarjeta. Ella lo sabía porque lo había abierto y había leído las instrucciones que estaban impresas en la tarjeta mientras la rabia la inundaba por dentro.


Después, había guardado la tarjeta en el bolso. No quería volver a leerla. Una vez era suficiente.


Seis meses antes, él había sido un objetivo para su padre. Y para ella.


Parte de un timo. Un objetivo que en aquellos momentos la tenía a su merced. Y ella odiaba que fuera así. Odiaba perder. Odiaba sentirse en desventaja.


Debería haber mandado a su padre a freír espárragos cuando, después de casi un año sin estar en contacto, él reapareció en su vida.


«Una vez más, Paula. Solo una vez más».


Una vez más y, al final, todo sería maravilloso. ¿Cuántas veces había oído aquello? Siempre con un guiño y una sonrisa característica, con aquel encanto que permitía que lo consiguiera todo en la vida. Ella había deseado tener la oportunidad de estar en su círculo. De ser parte de él. De que él la valorara lo suficiente como para llevarla a todos los sitios. Deseaba poder dejar de pasar el tiempo en el sofá de su abuela, preguntándose cuándo regresaría su padre. Y de pasar las noches sola y aterrorizada en un apartamento vacío mientras él salía para trabajar.


Todo terminaría una vez que él tuviera la puntuación adecuada.


Se le daba muy bien inventar historias maravillosas a partir de un trocito de paja. Y ella deseaba introducirse en el mundo lujoso del que él tanto hablaba. Donde las cosas eran fáciles. Donde podrían estar juntos.


Sin embargo, siempre hacía falta un trabajo más.


Durante toda su vida, su padre le había prometido que después de la tormenta saldría el arcoíris, pero hasta entonces ella solo había visto rayos y truenos.


En esa ocasión, la había dejado de pie en un charco, sujetándose a un pararrayos.


En cuanto su padre salió de la ciudad, ella supo que estaba en un lío. No obstante, se quedó allí porque no tenía dónde ir. Allí estaba su vida. Tenía algunos amigos. Un trabajo. Y estaba segura de que pasaría desapercibida. Siempre lo había hecho.


Seis meses de silencio. Seis meses de su vida viviendo como siempre. Seis meses para superar la traición de su padre. Seis meses para olvidar que se había forjado un poderoso enemigo.


Y después, aquella exigencia.


La recibió un día después de que él contactara con ella por primera vez. Una llamada al móvil desde un teléfono desconocido.


Ella sabía cuál era su aspecto. Pedro Alfonso era famoso. El playboy, el favorito de los medios de comunicación. Aspecto de modelo, coches de lujo y novias despampanantes. 


Básicamente todo lo que se necesita para captar la atención del público.


Ella lo había visto en fotos, pero nunca había oído su voz. 


Hasta el día anterior. Hasta que contactó con ella. En seguida se percató de que no podría huir de él, ni esconderse.


No sin romper con todo y desaparecer a media noche. 


Dejando su apartamento, su trabajo en el restaurante y su pequeño grupo de amigos. Volviéndose invisible, como había sido durante su infancia. Cuando tenía las cosas justas para poder meterlas en una bolsa y salir corriendo con su padre si era necesario. Después su padre la dejaba un tiempo en casa de su abuela, casi sin avisar.


No. No había podido soportar la idea de convertirse en aquella persona otra vez. Un fantasma en el mundo de los humanos, incapaz de formar parte de nada.


Así que había decidido quedarse.


Y eso significaba que tendría que llevar a cabo un engaño mayor de lo que habría deseado. De ese modo esperaba terminar con aquello y marcharse libremente. Tenía que verlo, y convencerlo de su inocencia.


No obstante, él se había adelantado y la había llamado.






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