lunes, 19 de octubre de 2015

EL DESAFIO: CAPITULO 6





Cuando entraron en el ascensor privado unos minutos después, Paula se preguntó si ese silencio que había entre los dos le estaría resultando a Pedro tan incómodo como a ella. Probablemente no. Su ofrecimiento de acompañarla a su apartamento había sido un gesto de educación, nada más, y uno que ella sabía que se disiparía en cuanto el ascensor llegara a su planta en unos segundos.


–¿Esta noche no llevas contigo a tus guardaespaldas? –preguntó él fríamente al acompañarla a la puerta.


Ella esbozó una sonrisa desprovista de humor.


–Hasta mi padre admite que aquí no los necesito. Es el dueño de todo el edificio, controla toda la seguridad y a nadie se le permite ni entrar ni salir sin su consentimiento –explicó con cierto desdén mientras Pedro la observaba.


–¿No es eso llevar un poco al extremo el papel de padre protector?


–Posiblemente –admitió ella.


–¿Y por qué demonios lo soportas? –le preguntó con impaciencia.


–No creo que sea asunto tuyo.


Pedro frunció el ceño con frustración ante la respuesta.


–¿Cuánto tiempo lleva en silla de ruedas?


Paula le lanzó una mirada de sorpresa.


–Casi veinte años.


–¿Y no crees que habría sido buena idea decírmelo antes de que lo hubiera conocido esta noche?


–No sé… No se me ocurrió. Ni a tu hermano tampoco, claro –dijo con impaciencia–. He crecido viendo a mi padre en silla de ruedas, así que ahora ni siquiera me doy cuenta de que está en una.


No, claro que no, y tenía razón; de todos modos, Miguel tampoco se había molestado en avisarlo. Una cosa más sobre la familia Chaves que su hermano mayor había olvidado mencionarle.


–¿Cómo pasó? –preguntó Pedro con delicadeza.


–Eh… un accidente –respondió con frialdad.


–¿Qué clase de accidente?


–Un accidente de coche. Se rompió la espalda y lleva en silla de ruedas desde entonces. Fin de la historia –abrió la puerta con su llave de tarjeta–. Gracias por…


–¡Invítame a pasar, Paula!


Paula abrió los ojos de par en par ante la intensidad de la expresión de Pedro; esos brillantes ojos se iluminaron al mirarla.


–No creo que sea una buena idea.


–¿Porque tu padre no lo aprobaría? –le preguntó con sorna.


–Mi negativa no tiene nada que ver con mi padre –y sí mucho con el hecho de que llevaba toda la noche sintiéndose atraída por él como no recordaba haberse sentido atraída por ningún otro hombre. No le encontraba explicación, solo sabía que se sentía atraída hacia él como una polilla al fuego… y probablemente con los mismos resultados. Porque si cedía a esa atracción acabaría gravemente achicharrada.


–Pues yo creo que tiene que ver con él.


–No lo entiendes.


–Tienes razón, no lo entiendo –respondió sacudiendo la cabeza con impaciencia–. No entiendo por qué una joven tan preciosa y con tanto talento permite que su dominante padre le dirija la vida.


–Mi padre no es… –se detuvo y respiró hondo–. Como te he dicho, no puedes entenderlo.


–Pues entonces invítame a tomar un café y explícamelo –dijo alzando las manos y colocándolas a ambos lados de su cuerpo, sobre el marco de la puerta.


Ella se quedó atónita y se puso nerviosa ante su repentina proximidad.


–Ya has tomado café en casa de mi padre.


–¡Por el amor de…! ¿Puedes invitarme a pasar a tu piso, Paula?


–Te he dicho que no me parece buena idea –era una idea muy mala cuando se sentía tan atraída por todo él, por su pelo, sus musculosos hombros, su abdomen plano, sus piernas larguísimas…


–Probablemente no lo sea, pero invítame de todos modos.


–¿A qué viene todo esto? –le preguntó con mirada de perplejidad.


–Lo mire por donde lo mire, ha sido una noche horrible. Cuando he llegado, he oído a mi anfitriona decir que no le gusto.


–Que no estaba segura de que me gustaras –lo corrigió ruborizada–. Y mi padre ya te ha explicado la razón del comentario.


–En parte, sí. Un hombre interesante tu padre –añadió con brusquedad–. El anfitrión perfecto, tan gentil y encantador.


–¿Por qué suenas tan burlón al decirlo?


–Probablemente porque tu padre, por muy educado que haya sido, me ha estado advirtiendo que me mantenga alejado –dijo exasperado.


–No lo entiendo –respondió ella sacudiendo la cabeza aturdida; parecía que se habían llevado muy bien durante la cena–. ¿De qué te ha advertido que te mantengas alejado?


–De ti –respondió mirándola.


Ella abrió los ojos de par en par.


–¿De mí?


–Tu padre ha aprovechado la oportunidad después de que hayas salido del comedor para advertirme de un modo muy sutil y decirme que preferiría que en el futuro me mantenga bien alejado de su hija.


–Oh, no –se sintió palidecer; sabía que su padre era perfectamente capaz de haber hecho algo así.


Y por primera vez en su vida lamentaba esa actitud tan protectora. Por primera vez en su vida quería lo que quería, y esa noche, después de haberse ido sintiendo cada vez más atraída hacia él, había descubierto que quería, que deseaba a Pedro Alfonso.


–Sí –confirmó Pedro con rotundidad–. ¿Lo hace con todos los hombres que conoces o me ha elegido por alguna razón en especial?


–No tengo ni idea –pero estaba dispuesta a descubrirlo, a tener una conversación cara a cara con su padre; eso sería lo primero que haría a la mañana siguiente–. Hablaré con él… ¿De verdad que te ha dicho eso? –le preguntó avergonzada.


–De verdad que sí –le confirmó.


–En ese caso, te pido disculpas. No tengo ni idea de por qué se le ha ocurrido pensar que tú… Por qué se le ha ocurrido pensar que hay alguna posibilidad de que los dos… –se detuvo al darse cuenta de que estaba empeorando la situación aún más, si es que eso era posible.


¿Cómo podía su padre haber hecho algo así? ¿Cómo podía haberla humillado de ese modo ante un hombre al que tendría que ver a diario durante dos semanas, al menos? Un hombre por el que se sentía atraída como si fuera un imán.


–Invítame a pasar, por favor, Paula –insistió.


Ella lo miró con indecisión y nerviosismo al captar el ronco tono de su voz y ver el brillo que se había intensificado en esos ojos dorados.


–¿Por qué insistes tanto en que te invite a pasar? –por lo poco que lo conocía tenía la impresión de que ese hombre siempre hacía lo que quería sin esperar a que nadie lo invitara–. ¿No serás un vampiro ni nada así, no? –añadió con tono animado en un intento de aliviar la tensión sexual que los rodeaba.


–No creo. ¡Aunque sí que he mordido algún cuello que otro!


Paula se arrepintió al instante de haber bromeado.


–¿Por qué estás empeñado en que te invite a mi piso? –repitió con decisión, tentada, sí, muy tentada, tanto por Pedro como por la idea de, por una vez en su vida, desbaratar los planes de su padre y de los guardaespaldas.


–Porque no creo que necesites otro hombre mandón y dominante diciéndote lo que tienes que hacer.


–Mi padre es… Tiene motivos para comportarse como lo hace… Tú no lo entiendes –repitió en voz baja.


–Tienes razón, no lo entiendo. ¡No entiendo por qué una mujer tan bella e inteligente permite que su padre le dicte cómo vivir su vida!


¿Cómo podría alguien comprender el miedo con el que había vivido su padre a diario durante los últimos veinte años, el pavor a que cualquier día pudieran arrebatarle a su hija?


Del mismo modo que le habían arrebatado a su amada esposa…






2 comentarios:

  1. Espectaculares los 3 caps. Me encanta esta historia.

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  2. Muy buenos capítulos! que insistidor Pedro! encima que ella se muere por hacerlo pasar! Pobre el papá de Paula, con razón tantos cuidados con ella!

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