miércoles, 21 de octubre de 2015

EL DESAFIO: CAPITULO 12




Pedro se despertó a la mañana siguiente con la sensación de la calidez del sol brillando sobre sus párpados cerrados y con una sonrisa en los labios. Paula era la razón de esa sonrisa mientras recordaba la noche de pasión que habían pasado juntos. Horas y horas haciendo el amor, un deseo mutuo e insaciable.


La había rodeado con sus brazos después de la primera vez y se habían acurrucado bajo las sábanas quedándose dormidos, el uno en brazos del otro. Pero se habían despertado y habían hecho el amor dos veces más, lenta, deliciosa y salvajemente, cada vez sintonizando mejor con las necesidades y deseos del otro, susurrándose palabras, gimiendo al compartir su placer.


Una intensidad de placer que Pedro sabía que no había experimentado nunca antes con ninguna mujer. Una intensidad que ahora recordaba con una sonrisa a la vez que pensaba en pasar la mañana, o tal vez el día entero, con Paula porque aún no veía satisfecho su deseo por ella.


Pero primero el desayuno. Tenía que asegurarse de que Paula se alimentara si iban a estar haciendo el amor todo el día. Además, estaría tremendamente sexy moviéndose por su piso con una de sus camisas de seda blancas. Sin embargo, de momento seguía durmiendo, a juzgar por la ausencia de movimiento en el lado que estaba ocupando ella. ¡Sin duda estaba exhausta después de tanta actividad nocturna!


Su sonrisa aumentó ante la idea de despertarla besando lentamente sus suculentos labios a la vez que acariciaba su largo y esbelto cuerpo para después volver a introducirse en su calor hasta que los dos volvieran a gemir de placer.


–Paula, yo… ¿Qué…? –exclamó al girarse en la cama.


El otro lado de la cama estaba vacío.


–¿Paula? –gritó apartando las sábanas. Saltó de la cama y salió desnudo al pasillo, donde no recibió respuesta de la habitación contigua–. Se supone que soy yo el que tiene que prepararte el desayuno –bromeó al entrar en la cocina.


La cocina estaba vacía, al igual que el resto del piso.


–¡Mierda! –murmuró furioso al volver a entrar en el dormitorio y ver que la ropa de Paula no estaba en el suelo, donde la habían tirado la noche anterior. No había nada que atestiguara el hecho de que había estado allí.


Porque se había marchado de su cama, de su piso, de su lado, antes de que él siquiera se hubiera despertado.







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