miércoles, 14 de octubre de 2015

EL AMOR NO ES PARA MI: CAPITULO 6





Maldito arrogante, odioso», pensó Paula, cada vez más inquieta.


Ni siquiera la exuberante naturaleza que les rodeaba podía aplacar la indignación que había sentido antes de salir de Inglaterra.


La mañana había sido una auténtica locura. Habían subido a bordo de un jet privado que les había llevado a Niza. Allí se habían visto asaltados por un paparazzi solitario que debía de pasar los días al acecho en el aeropuerto, esperando la llegada de pasajeros famosos. El hombre había salido de la nada de repente y se había puesto a hacerles fotos sin parar.


–¿Me firmas un autógrafo,Pedro? –le preguntaban una y otra vez todas las mujeres que se agolpaban a su alrededor mientras caminaba por la terminal.


Todas eran clones preciosos, con sus mechas californianas y sus shorts vaqueros desgastados. No hacían más que ponerle pedazos de papel delante de los ojos.


–¿Quieres venir a una fiesta luego, Pedro? –le preguntó una que intentaba meterle una tarjeta en el bolsillo superior de la camisa.


Pedro no les hizo mucho caso, así que sacaron sus móviles y comenzaron a hacerle fotos.


–¿Esto te pasa muy a menudo? –le preguntó Paula al subir a un potente coche que les esperaba a la entrada del aeropuerto.


–¿Te refieres a caminar por la sala de llegadas al aterrizar?


–No hace falta hacer uso del sarcasmo. Ya sabes a qué me refiero.


Él se encogió de hombros.


–Me pasa en todas partes.


–¿Y no se te hace insoportable?


Pedro le regaló una mirada mordaz.


–¿A ti qué te parece?


Paula titubeó un segundo.


–Creo que tu vida es… extraña. Creo que tienes una vida muy pública y muy solitaria al mismo tiempo.


–Te doy un diez por esa afirmación –dijo Pedro con su ironía de siempre.


Paula se abrochó el cinturón de seguridad al tiempo que el coche arrancaba.


–Pero no has aceptado ninguna de las propuestas de esas chicas. Muchos otros hubieran hecho lo contrario.


Pedro dejó escapar una risotada.


–¿No crees que ya estoy cansado de esas cosas? Esas chicas son iguales a los neumáticos que me cambian durante las carreras.


–Lo que acabas de decir me resulta casi cruel.


–Pero es cierto.


–Bueno, en el pasado no parece que hayas tenido ningún reparo al respecto.


–¿Por qué iba a tenerlo? –Pedro arqueó las cejas–. Si un hombre tiene sed, bebe. ¿Crees que voy a rechazar a una preciosa rubia porque no tengo nada en común con ella más allá de un montón de hormonas en ebullición?


Paula sacudió la cabeza.


–Eres increíble.


Pedro esbozó una sonrisa y sus ojos relampaguearon.


–Pero eso ya lo sabes, Paula. Simplemente trato de contestar a tus preguntas con sinceridad.


–¿Entonces te gusta ser famoso? –le preguntó de repente.


–Lo dices como si tuviera elección al respecto, pero no es así –apoyó las palmas de las manos sobre los muslos y flexionó los dedos–. Yo no buscaba la fama. Lo único que quería era correr y ser el mejor del mundo. La fama fue una consecuencia inevitable de todo eso.


Mientras contemplaba esos ojos color ámbar, Pedro recordó que también había habido otras consecuencias. Le había dado la espalda a la responsabilidad. Había tomado todo lo que había querido de esas mujeres, pero jamás había dado nada a cambio. No le había hecho falta. Había llegado a tener una riqueza extraordinaria y la lluvia de halagos y adulación nunca cesaba. Nada había podido llenar ese gran vacío negro que tenía dentro, no obstante. A lo mejor ese era el precio que se pagaba por la fama.


–A lo mejor no debería haber hecho tanta publicidad, pero era joven y el éxito se me subió a la cabeza. Parecía una locura rechazar tanto dinero. Y mis patrocinadores querían que lo hiciera. Bueno, en realidad es una forma de hablar. Querían a alguien que vendiera deporte y sexo a la vez y yo debí de parecerles perfecto para cumplir con esa función.


–Y una vez te haces famoso, ya no hay vuelta atrás –le dijo ella–. No puedes volver a ser la persona que eras antes.


–No. No puedes. El mundo tiene una imagen de ti y no hay nada que puedas hacer para cambiar eso.


–Bueno, eso no es del todo cierto. Podrías… –las palabras se le escaparon de la boca.


Pedro arqueó las cejas.


–¿Hacer qué?


–Nada.


–Dime. Me interesa.


–Atraes más publicidad saliendo con esas mujeres que están en las portadas de las revistas todos los días cuando las dejas.


–¿Crees que debería obligarlas a firmar un acuerdo de confidencialidad antes de llevarlas a la cama?


–No lo sé, Pedro. Solo soy tu ama de llaves, no tu psicólogo –Paula se volvió y miró por la ventanilla.


El coche estaba ascendiendo por una estrecha carretera que subía por la falda de una montaña.


–Dios. Esto es precioso.


–¿Estás cambiando de tema deliberadamente, Paula?


–A lo mejor.


Él se rio.


–¿Nunca has salido de Inglaterra?


Un flamante deportivo rojo pasó en dirección contraria. Paula arrugó los párpados, preguntándose si no acabarían chocando.


–Una vez. Fui a España con mi madre y mi hermana, pero fueron unas vacaciones muy humildes.


–Bueno, entonces a lo mejor te mereces un capricho –le dijo Pedro.


Justo en ese momento comenzó a sonar su teléfono móvil. 


Se lo sacó del bolsillo y contestó en español. El resto del viaje transcurrió en silencio y Paula se preguntó qué hubiera dicho su hermana si la hubiera visto en ese momento, en un coche con chófer, viajando por una de las fincas más lujosas del mundo. Seguramente no se lo hubiera creído.









4 comentarios:

  1. Wowwwwwwww, qué dictatorial es este Pedro jajajaja pero se va a ablandar con Pau.

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  2. Me encanta esta historia! Es muy divertida!!

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  3. Muy buenos capítulos!!! que raro que es Pedro! pero se nota que Paula lo está confundiendo!

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