viernes, 16 de octubre de 2015
EL AMOR NO ES PARA MI: CAPITULO 12
Paula se incorporó de golpe.
–¿Isabel? –exclamó–. ¿Qué… qué demonios estás haciendo aquí? –preguntó.
En el fondo ya sabía la respuesta, no obstante. La respuesta a su pregunta yacía en una tumbona en ese momento. Isabel le dedicó una de sus sonrisas de oro a Pedro Alfonso.
–Bueno –Isabel se apartó el cabello de su bronceado rostro–. Me dijiste que estabas aquí en Cap Ferrat y resulta que yo también estaba por aquí…
–¿Qué estás haciendo aquí?
Isabel le lanzó una de esas miradas herméticas que contenían una clara advertencia. Paula forzó una sonrisa.
–Pedro, te presento a mi hermana. Isabel, este es Pedro Alfonso, que es…
–Excampeón del mundo de Fórmula 1. Sí, lo sé.
–Oh, eso fue hace mucho tiempo –dijo Pedro–. Encantado de conocerte, Isabel.
Isabel le observaba con una admiración que no se molestaba en esconder. Pedro se incorporó y se quitó el sombrero de la cara.
–Espero no interrumpir.
–En absoluto –dijo Pedro–. Como puedes ver, tu hermana y yo estábamos disfrutando de lo que queda del sol de la tarde. ¿Te apetece un café? ¿Algo de beber?
–Oh, sí. Muchas gracias. Llevo todo el día en una sesión de fotos horrible y estoy agotada. El fotógrafo no me ha quitado la lente del trasero en todo el día –se lamió los labios–. No tendrás champán.
–Creo que podremos conseguirlo –Pedro miró a su ama de llaves francesa–. Simone, ¿te importaría…?
–Oui, monsieur –dijo Simone rápidamente–. D’accord.
–Espera. Te traeré una silla –dijo Pedro. Se puso en pie y se dirigió hacia el extremo más alejado de la terraza. Todas las sillas estaban allí.
En cuanto se alejó un poco, Isabel se volvió hacia su hermana con la boca abierta.
–¿Pero qué has estado haciendo? ¡Casi no te reconocí! Dios mío. ¡Ese biquini!
–¿No te gusta?
–No sé. No sé si realmente es de tu estilo. Parece muy caro. ¿Qué demonios está pasando? ¿Cómo es que estás aquí con este tipo tan guapo como Pancho por su casa?
–He estado… He estado ayudando a Pedro con su rehabilitación.
–¿Así lo llamas? A mí me pareció que estabais muy acaramelados cuando llegué. No estarás…
Había una expresión en su rostro que Paula no había visto nunca. Era una mezcla de asombro, incredulidad y algo más… algo que parecían celos.
Isabel se echó un mechón de pelo por encima del hombro.
–No estarás… teniendo algo con Pedro Alfonso, ¿no?
Paula la miró a los ojos.
–Oh, vamos, Isabel, ¿de verdad crees que alguien como Pedro se va a fijar en alguien como yo?
–No, si lo dices así…
Paula sintió un gran alivio cuando Pedro regresó con la silla.
Isabela se quitó las sandalias de inmediato y se bebió la copa de champán que Simone acababa de darle.
Había olvidado lo glamurosa que era su hermana. ¿Cómo era posible que la misma genética hubiera dado lugar a personas tan distintas?
No tuvo más remedio que aceptar una copa de champán que le ofrecía el ama de llaves, aunque solo fueran las cinco de la tarde. Las burbujas se le fueron directamente a la cabeza cuando bebió un sorbo.
–Paula me ha dicho que eres modelo, Isabel.
–Sí. Eso es, aunque aún me falta camino por recorrer. Aún me falta –Isabel le dedicó una sonrisa desde detrás de esa cortina de pelo rubio platino–. Supongo que tú conoces a mucha gente del gremio.
–A algunos.
–A lo mejor podrías presentarme a alguien un día.
–A lo mejor.
Paula escuchaba la conversación con horror y fascinación al mismo tiempo. Isabel estaba desplegando todos sus encantos sin escatimar. ¿Pedro lo estaría pasando tan bien como parecía mientras hablaba con ella? Le vio sonreír cuando Isabel le contó cómo se le había roto la tira elástica de las braguitas de un biquini justo en el momento en que el fotógrafo hacía zoom sobre su trasero.
–¡Tres hombres se lanzaron a socorrerme, toalla en mano!
–No me extraña –dijo Pedro.
Paula trató de sonreír, pero su boca parecía atascada en una mueca. El alcohol ya empezaba a hacerla sentirse cada vez más distante y disociada… como si fuera una espectadora en todo aquello. Isabel miró el reloj con disimulo de pronto.
–¿Qué vais a hacer esta noche? No estaréis libres para cenar por casualidad.
–Lo siento –Pedro le dedicó una sonrisa rápida–. Paula y yo tenemos un compromiso al que no podemos faltar –le dijo sin perder ni un segundo.
Paula parpadeó. ¿Qué compromiso era ese?
–Pero nos veremos otro día. Solo avísanos antes –agarró su teléfono móvil–. Y mientras tanto, haré que mi conductor te lleve de vuelta.
El gesto amargo de Isabel no pasó desapercibido para Paula.
A Pedro no parecía hacerle mucho efecto, sin embargo.
Paula se puso su pareo para acompañar a Isabel a la puerta.
Un pánico frío crecía en su interior mientras esperaba el inevitable exabrupto de su hermana.
–¿Te das cuenta de que corres el riesgo de hacer el ridículo más grande de tu vida? –le dijo Isabel en cuanto llegaron a la puerta.
–No sé de qué me hablas.
–¡Oh, por favor! Lo llevas escrito en la cara, y yo soy tu hermana. Te conozco mejor que nadie. Es evidente que te estás acostando con él y que no le quitas ojo de encima. No te culpo por ello. Es impresionante. Lo único que me sorprende es que él haya escogido a alguien como tú. No quiero ser cruel, Paula, pero necesitas oír la cruda verdad. Y vas hacia el desastre si no te contienes un poco, porque lo que hace él está muy claro.
–¿Y qué es lo que hace? –le preguntó Paula, que en ese momento se sentía como si estuviera hecha de madera.
–Está jugando a ser Pigmalión –dijo Isabel–. Ha transformado a la mojigata de su ama de llaves en una chica que está encantada de tumbarse junto a la piscina, aunque apenas quepa en el biquini. Pero para él no es más que un juego. ¿Es que no lo ves? Lleva mucho tiempo aburriéndose, impedido físicamente, y hace todo esto para entretenerse.
Te tirará a la basura con la misma facilidad con la que se encaprichó. ¿Y qué vas a hacer entonces?
Podría haberle dicho un millón de cosas a su hermana, pero Paula escogió aquello que se esperaba de ella.
–Gracias por el consejo. Lo tendré en cuenta. A lo mejor podemos vernos cuando regrese a Inglaterra.
Isabel la miró como si esperara algo más. Al ver que su hermana guardaba silencio, prosiguió:
–Y espero que hayas recapacitado para entonces.
–Yo también lo espero.
Isabel sacudió la cabeza y su melena rubia se movió en el aire.
–Estás loca, Paula Chaves.
Paula la vio alejarse. Isabel atravesó el patio frontal de la mansión y subió al coche que la esperaba en la puerta.
¿Qué iba a hacer a partir de ese momento? Paula dio media vuelta y echó a andar hacia la casa sin muchas ganas.
Había dejado su copa de champán medio llena junto a la piscina, y aún tenía pendiente una conversación que era inevitable. No podía seguir esquivando la verdad indefinidamente.
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¿Cómo que termina mañana??? Quedan muchos puntos sin aclarar todavía. Buenísimos los 3 caps Carme.
ResponderBorrarQue HDP la hermana! Es más zorra de lo que la imaginé! ojalá Pedro no la decepcione a Pau! Muy buenos capítulos!
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