miércoles, 30 de septiembre de 2015

DIMELO: CAPITULO 12



Mis pensamientos se convierten en un cataclismo incesante mientras subimos la escalera hasta el saloncito del altillo.


«Creo que le gusto. Me lo pone difícil, pero sé que no le soy indiferente.»


La verdad es que, aunque me moleste reconocerlo, mi bóxer ya habría volado si me hubiera dado la oportunidad. Lo peor de todo es que sé que esta mujer es una complicación. Es histérica y egocéntrica, pero también muy hermosa, y lo sabe.


«Pedro, controla tu adrenalina.»


No debo ponérselo fácil; en definitiva, son todas iguales: siempre anhelan lo que no pueden tener, así que mejor no insistir con la cena, no se lo pediré más. Debo dar a entender que no me interesa, eso sin duda dará buenos resultados. Siempre los da.


«Embrague y freno, es lo que necesitas colocar en este momento, porque creo que estás olvidando un pequeño detalle: ella tiene pareja, y esto es sólo un flirteo.»


Mi conciencia a veces no es mi mejor aliada, ya que suele pensar demasiado las cosas.


Lo cierto es que, a pesar de muchas horas de terapia, no consigo dejar esa costumbre de lado. Mi analista siempre me dice «Pedro, no es bueno pensar tanto las cosas. Deja que pasen y luego busca soluciones».


Creo que éste es un momento de esos en los que debo dejar de pensar y esperar lo que venga.


Estoy analizado la misma situación desde muchos ángulos antes de actuar, y sencillamente se puede convertir en una conducta contraproducente.


André interrumpe mis pensamientos:
—Bien, tengo preparado un PowerPoint con las localizaciones, ¿lo vemos? —nos consulta mientras coge el mando a distancia.


—Sí, por favor —dice Paula, entusiasmada, mientras se cruza de piernas en el sofá y coge su plato para apoyarlo sobre su regazo.


Se encuentra sentada a mi lado y, aunque quiero desviar mi vista, es imposible dejar de admirar su perfecto perfil; he quedado sentado en diagonal al televisor y ella está en mitad de mi campo visual... Una causalidad... ¿o una casualidad?


Aún me siento molesto por cuando me metió la tempura en la boca; de haber sabido reaccionar más deprisa, le habría chupado los dedos.


«Aaah, sí, eso la hubiera descolocado; maldita cola de gamba, que se me atravesó en el camino.»


Me descalifico por la falta de agilidad.


La presentación de imágenes comienza, y son sitios paradisíacos. Mientras las diapositivas avanzan, todos estamos concentrados en las explicaciones que André nos ofrece y las ideas que le surgen para cada lugar. Mi amigo, sin duda, es un gran fotógrafo, porque, incluso sin haber tomado la imagen, con su explicación ya podemos imaginarla.


—¿Qué te parece, Paula?


—Me encanta. ¿Te gusta, Estela?


—Creo que tú y Pedro os veréis increíbles en esos escenarios.


—Y a ti, ¿te gusta, Pedro? Dinos, ¿qué opinas?


—Los lugares son bellísimos y, si todo queda como lo ha explicado André, creo que visualmente apareceremos en un paraíso, donde el vértice de todo será la sensualidad de nuestros cuerpos enmarcados por esos paisajes.


—Por eso la campaña se llama Sensualité —interviene Estela—. La colección de la nueva temporada es muy sensual, tanto la de hombre como la de mujer. Como sabes, la ropa de otoño e invierno no suele resaltar tanto las formas como la de verano, pero en esta colección hemos hecho
hincapié en eso y es lo que queremos demostrar con la campaña, que uno puede verse sensual con mucha o con poca ropa; por eso, aunque haremos exteriores con poca ropa, también los haremos con mucha, para demostrar que no hay diferencia en la sensualidad.


—Estela es nuestra diseñadora creativa principal, en sus diseños se basa siempre el resto de la colección. Es mi hada madrina: hace dos o tres diseños y sobre ellos trabaja el resto de los diseñadores. Ella siempre es el distintivo en nuestra marca —me informa Paula, mostrando
claramente el orgullo que siente por su amiga. Ambas se estiran para cogerse de las manos.


—Brindemos —sugiere André, y ella y yo nos carcajeamos sin que los demás entiendan nuestra comicidad.


—¿Podríais contarnos el chiste para que nos riamos todos? Desde que habéis llegado, no habéis parado de reíros —bromea Estela.


—También lo he notado —interviene André—. Bien dicen que el que solo se ríe, de sus picardías se acuerda.


No contestamos; ella se muerde el labio y yo descorcho el Dom Pérignon para servir cuatro copas. Le entrego la primera a ella, mirándola a través de mis espesas pestañas, y reparto el resto; brindamos por mi contrato, por las localizaciones, por la campaña y por Saint Clair. Al final, con
tanto brindis, se nos acaba el contenido de las copas, así que recargo la bebida. Terminamos de cenar entre bromas y risas; lo estamos pasando realmente muy bien. André y Estela juntan los platos, ya que nosotros los hemos traído, y se disponen a servir el postre.


—¿Tu novio sigue de viaje? —Noto un leve titubeo antes de que me conteste.


—Sí.


En ese momento percibo la vibración de mi teléfono en el bolsillo, así que dejo apoyada sobre la mesa la copa que sostengo en una mano y saco el iPhone para ver quién me llama. Miro la pantalla, suspiro profundamente y me pongo en pie para contestar; tras rodear la mesa, bajo la escalera para salir al jardín y hablar con libertad.






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