lunes, 7 de septiembre de 2015

ATADOS: CAPITULO 29




A la mañana siguiente Paula se despertó con una sensación de paz indescriptible. Sintió una presencia a su lado y supo sin necesidad de girarse de quién se trataba. Se separó con sumo cuidado y se quedó un rato observándole. Sus labios emitían un leve suspiro cada vez que respiraba. Sus mejillas estaban empezando a cubrirse por la sombra de una barba incipiente, y sus largas pestañas… ¡Oh, no! Las suyas debían estar ennegrecidas y no quería pensar en dónde estaría su rímel. Con sigilo salió y se horrorizó al ver su reflejo en el espejo. Se desmaquilló, se dio una ducha rápida, se puso el albornoz y tras confirmar que él seguía durmiendo, bajó a preparar el desayuno.


Quince minutos después volvía a la habitación con una bandeja enorme con zumo de naranja, café, tostadas, mantequilla, mermelada, magdalenas y galletas. Él la esperaba despierto. Le sonrió con calidez.


—¿Todo esto es para mí?


—Noooo. Yo todavía no he desayunado.


Se sintió tímida de repente. La miraba con atención, como si quisiera memorizarla.


—¿Has hecho todo esto sin desayunar tú primero? —Cuando asintió continuó juguetón—. ¿Quién eres y qué has hecho con mi chica?


«Mi chica». Esas dos palabras la llenaron de esperanza.


—¿Paula la gruñona? ¿Esa cobardica? Le he dado el finiquito. No era digna de nadie.


Se colocó frente a él, cogió una tostada y se dispuso a untarla esperando que él hiciera lo mismo y dejara el tema un poco más. Pedro prefirió tener el desayuno en paz y hablar después. Disfrutó mirándola mientras engullía. La forma en que cerraba los ojos mientras se comía las magdalenas o el placer con el que suspiraba al beberse el café. Sintió que se excitaba imaginándola en trance por él.


Cuando acabaron fue él quien apartó la bandeja, le acarició la mejilla e intentó reflejar en su mirada todo el amor que sentía.


—Paula, tenemos que hablar.


Oír aquella frase hizo que tomara las sábanas entre sus manos y las retorciera, nerviosa. Había preparado el discurso un montón de veces y de repente no recordaba nada. Cualquier palabra se le atascaba en la garganta. Era como si todo su raciocinio se estuviera hecho una pelota en la boca de su estómago y ningún sonido lograra escalar hasta sus labios. Pasó un minuto, y luego dos, y el gesto impasible de Pedro la ponía cada vez más nerviosa. 


Tan concentrada estaba en no enfadarse, en no culparle a él de su inmovilidad, que soltó sin pensar.


Pedro… ¿Tú has visto El diario de Bridget Jones?


No sabía qué esperaba que le dijera, pero desde luego eso era toda una sorpresa. Tratando de mantenerse impertérrito solo dijo:
—No.


La cara de Paula fue de desolación.


—Pues es una lástima porque explica muy bien mi situación. —Alzó la vista alarmada—. No es que me mida los muslos ni ponga gilipolleces en un diario cuando me emborracho. 
Claro que a ti eso te da igual porque no la has visto. Aunque no escribo tonterías en un diario pero cuando voy pedo las digo, en realidad…


—Paula —Ahora parecía impacientarse. Se centró.


—Sí, vale. La cuestión es que Bridget se enamora de un tío que parece un capullo estirado…


—¡¡¿¿Me estás llamando capullo estirado??!!


Mierda, mierda, mierda. Pero él tenía que entender, ella tenía que hacerse entender.


—Noooo, lo que quiero decir es que al principio parecen estar en mundos distintos, como lo de «Las mujeres son de Venus y los hombres de Marte». Claro, que tampoco sabes lo que es eso. —No esperó confirmación, estaba lanzada. Era como si de repente tuviera un ataque de incontinencia verbal—. La cuestión es que al principio ella no apuesta por su relación porque no cree que tenga futuro pero al final él le demuestra que sí pueden estar juntos y ella se da cuenta de que ha sido una idiota y de que casi lo pierde. Y entonces él va a su casa y se encuentra el diario que te he dicho que está lleno de gilipolleces y se va a la calle y ella cree que la ha dejado y sale tras él con una bragas de tigresa y un suéter a buscarlo en plena nevada, y…


—¡Paula!


Su grito la calmó misteriosamente.


—De acuerdo, lo que quiero decir es que nunca pensé que lo nuestro funcionaría. Ahora sé que fui una estúpida, pero cuando empezamos tenía un montón de razones para no encariñarme contigo porque estaba convencida de que me dejarías con el corazón destrozado. En realidad esas razones que ahora no logro recordar siquiera las tengo grabadas en mi cabeza y en mi corazón desde siempre. Pedro, te conozco desde niña, desde que éramos bebés, supongo. No soy capaz de saber cuándo te conocí, siempre has estado ahí, cerca pero no a mi lado. Eras y sigues siendo maravilloso. Correcto, formal, educado, coherente… bueno, ya sabes cómo eres, todo el mundo dice que eres la mejor persona del mundo. Y luego estoy yo, una cabeza loca en el mejor de los casos. Me gustaba contarle a quien quisiera escuchar mis ideas, mis motivaciones, mis idas y venidas. Me gustaba trasgredir ciertas normas y me pavoneaba de ser más salvaje que el resto. Y me encantaba. Pero entonces llegabas tú y sentía que no estaba haciendo lo correcto. Tú me hacías desear ser alguien distinto y yo odiaba esa sensación. Era como negarme a mí misma.


Pedro no habría podido hablar ni aunque le hubiera ido la vida en ello. Era él el que nunca se había sentido bueno para ella, no al revés. Paula continuó su discurso.


—Por eso nunca te hablaba, porque en cuanto abriera la boca te habrías dado cuenta de que no era quien creías. Y siempre creí que entre nosotros había cierta química, química que yo estropearía. Así que te ignoraba, y si me hablabas me enfadaba contigo porque me hacías sentir insuficiente. Sé que esto no tiene ningún sentido para ti aunque te juro que para mí sí lo tiene. —Le miró, suplicante, necesitaba que la creyera—. Pero Pedro, te prometo que me he dado cuenta de que es una tontería. Tu familia, la mía, mis amigos, a todo el mundo le ha parecido perfecto que estemos juntos. Todo el mundo se ha alegrado de corazón y ha apostado por nosotros. Parece que yo, que se supone que soy tan lista, he sido la última en darme cuenta de que estamos hechos el uno para el otro. —Pedro seguía atónito—. Porque lo estamos. Te quiero como nunca he querido a nadie, como sé que nunca podré querer a nadie. Y tú tienes que quererme porque eres un tío coherente que solo aguantaría esto por alguien de quien esté enamorado; y porque eres tan buena persona que vas a perdonarme por mi estupidez; y porque eres tan justo que olvidarás todo lo que hice; y tan caballeroso que nunca, ¿me oyes?, nunca me recordarás esta conversación, y tan…


Paula sonreía abiertamente, ambos lo hacían ahora.


—¿Estás adulándome para que te diga que te quiero? Porque te quiero con locura, ya que hay que estar loco para amar a alguien como tú, para intentar conquistar tu amor.


Lo besó sonoramente.


—En realidad ya sabía que me amabas. Te adulaba para ablandarte. ¿Funciona?


Él le puso la mano en su entrepierna, donde un bulto creciente asomaba.


—Bueno, blando, blando…


Paula lo sedujo con todo su corazón.


Un buen rato después, ya descansados, él recordó su monólogo y rio.


—Te ríes porque te hago el hombre más feliz del mundo.


—No, lo cierto es que no. —La besó en la cabeza—. Me río de tu discursito de Bridget Jones. Darcy le dice de niños que se bañaban juntos en una piscina y que pensaba que era algo casi pornográfico. Yo siempre he preferido pensar que nos conocimos en la cuna un día de verano y que mientras tú dormías yo te metía mano por debajo del body.


—¡Pedro Alfonso! Eso es…


—¿Muy de Mark Darcy?


—Espera… tú… ¡¡Tú has visto la película!!


—Por Dios, tengo cuatro hermanas. La he visto cada vez que la han dado por televisión mientras viví con mis padres. —Le atrapó las manos, que iban directas a pellizcarle—. Pero no podía detenerte, estabas tan adorable en tu incoherencia. Y luego comenzaste a decir…


—Shhhhh. Hemos quedado que no me lo recordarás.


—Si no hablamos de ello ¿cómo voy a decirte que no imaginabas la química? Siempre existió. —Ahora era ella quien le miraba sin saber qué decir—. Creo que me colgué de ti en la cuna, en serio. Siempre traté de hablarte, de acercarme, pero era como pegarse cabezazos contra una pared. Así que asumí que nunca me verías a tu altura y me aparté. Cuando te encontré en Las Vegas y me dijiste de casarnos yo no iba borracho. O no tanto como tú. Pero para mí fue como el mejor día de Navidad y no pude negarme. Lo de formalizarlo te prometo que fue sin querer.


Paula no cabía en sí de gozo.


—Al parecer no soy la única estúpida.


—La única estúpida enamorada, no lo olvides.


—Pues eso. ¿Seguro que no dices esto para hacer que me sienta mejor?


—En realidad, no. Para hacer que te sientas mejor prefiero otros métodos.


Ella se estiró coqueta.


—¿Ah sí? Te recuerdo que soy muy exigente para eso.


—Y yo estoy a la altura, pregunta a tus vecinos si no me crees. Deben haberte oído jadear y gritar desde hace algunos meses.


La risa de Paula inundó la habitación. Ella era su verano, pensó mientras se disponía a demostrarle la magnífica pareja que hacían.








3 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyy, qué lindoooooooooo, al fin!!!!!!!!!!!!!!! Me encantaron los 3 caps!!!!!!!!!

    ResponderBorrar
  2. Bueno, entre ayer y hoy llegué hasta acá... mas vale que hoy subas 5... porque soy muy ansiosa y me gusta leer mucho! :)

    @jesica_tkd

    ResponderBorrar
  3. Bueno, entre ayer y hoy llegué hasta acá... mas vale que hoy subas 5... porque soy muy ansiosa y me gusta leer mucho! :)

    @jesica_tkd

    ResponderBorrar