viernes, 28 de agosto de 2015

SEDUCIDA: CAPITULO 35




Apretando la carta de Paula, Pedro entró en su antigua casa y se dirigió al cenador del jardín, donde sus padres solían pasar las tardes.


Encontró a su padre dormitando en un sillón, con el periódico sobre las rodillas, las gafas deslizándosele por el puente de la nariz.


–¿Dónde está mamá? Tengo que hablar con los dos.


Su padre abrió los ojos.


–Hola, hijo. Tu madre ha ido a comer con sus amigas y no volverá hasta más tarde. ¿Qué pasa? Pareces enfadado.


Lo estaba.


Pedro le mostró la carta.


–Esta carta es de Paula, la escribió hace cinco años. Estaba en una caja con la correspondencia que no me enviaste nunca.


Su padre se colocó las gafas en el puente de la nariz y dobló el periódico.


–Lo siento, Pedro. ¿Era algo importante?


–Yo diría que sí. Paula dice que intentó ponerse en contacto conmigo… ¿llamó a casa alguna vez?


Su padre hizo una mueca.


–Sí, llamó en una ocasión.


Pedro apretó los dientes.


–¿Y no le diste mi nueva dirección? –le preguntó, intentando no levantar la voz–. ¿O mi nuevo número de teléfono, el correo electrónico? ¿No le dijiste dónde estaba?


–No quería que una camarera te robase la concentración, hijo. Estabas empezando tu carrera y quería que tuvieras éxito. Sé que ahora tiene una nueva vida…


–¿Y no se te ocurrió preguntarme a mí? –lo interrumpió Pedro, dando un paso adelante–. Tú ni siquiera querías que estudiase ingeniería geológica. Me querías aquí para que fuera tu sombra.


Claudio Alfonso frunció el ceño.


–No, eso no es verdad. Yo…


–¿Sabes lo que has hecho, papá? –Pedro arrugó la carta y la tiró al suelo, a sus pies–. Le diste la espalda a Paula cuando estaba embarazada.


Él palideció, pero, tan testarudo como siempre, replicó:
–¿Me estás diciendo que intentó atraparte con esa vieja engañifa?


–Te estoy diciendo que sufrió un aborto. Un aborto que yo podría haber impedido de haber estado a su lado –Pedro intentó llevar oxígeno a sus pulmones–. Entiendo que pudieras haber olvidado la carta, pero esa llamada de teléfono… la trataste como si no fuera nadie y era alguien, papá. Alguien que me importaba mucho, alguien que me sigue importando. Paula estaba sola, embarazada de un hijo mío. Era mi responsabilidad.


–Pero yo…


–Lo que hiciste podría haberte costado tu única oportunidad de ser abuelo –lo interrumpió Pedro, golpeando el quicio de la puerta antes de salir.



*****


Ver a Pedro en la puerta de su casa cuando se había ido un par de horas antes fue una sorpresa para Paula.


No quería escuchar esa voz que la noche anterior había murmurado que iba a besarla por todas partes… y lo había hecho.


–Voy a ver a Mariza y al niño –le dijo.


Pero Pedro no dio un paso atrás.


–Yo también pensaba pasar por el hospital para ver a Mariza.


Paula no intentó leer su expresión ni entender por qué parecía tan ansioso por hablar con ella.


–Quiero ver a mi hermana a solas.


–Muy bien, de acuerdo –dijo Pedro, cerrando la puerta tras él–. Pero antes quiero que me escuches. Tengo algo que decirte.


Estaba tan cerca que podía notar el calor de su cuerpo y tuvo que hacer un esfuerzo para mirarlo disimulando la emoción.


–Te pregunté si habías llamado a casa de mis padres y me dijiste que no.


Paula apretó las llaves.


–No me lo preguntaste directamente, no con esas palabras. Sugeriste que podría haber llamado.


–Y tú no dijiste nada –dijo él, claramente agitado–. ¿Por qué no me lo dijiste, Pau?


–No tenía sentido, ya que no iba a cambiar nada –respondió ella.


–¿Cómo que no?


–Estabas intentando volver a conectar con tus padres después de cinco años y yo no quería interferir. Además, todo eso fue hace mucho tiempo, y entonces nuestra relación no era nada serio.


–Sí, lo sé. Eres soltera y te encanta, me lo has dicho muchas veces –Pedro sacudió la cabeza–. No lo entiendes, ¿verdad? Yo no quiero algo temporal, quiero una familia.


El corazón de Paula se derritió, pero intentó disimular.


–Yo también quiero una familia –susurró.


Pedro la miró con cara de sorpresa.


–Pero también quiero a alguien que sea sincero conmigo, alguien que no guarde secretos, por duro que sea contarlos, y tú me ocultaste información, Pau. Primero sobre nuestro embarazo… Y luego sobre la llamada a mi padre –tuvo que hacer una pausa, suspirando como si hubiera perdido una batalla–. Somos demasiado diferentes, Paula.


Después de decir eso salió de la casa y cerró la puerta.


Apoyándose en la pared, Pau oyó que arrancaba el coche y esperó hasta que el ruido se perdió al final de la calle.


Entonces, algo en el suelo llamó su atención… un papel doblado. Debía haber caído del bolsillo de la chaqueta de Pedro, pensó. Era una lista de cosas que hacer.


Confirmado: 5 de agosto a las seis.
Sacar el esmoquin.
Llamar a Eleanora.
Ir a buscarla.


En diez días, Pedro acudiría a un evento con su antigua novia de apellido aristocrático. Sabiendo que era su cumpleaños. Porque lo sabía.


Agosto 5, cumpleaños de Paula.


Pau arrugó la nota con los dientes apretados de rabia y decepción.


Y él hablaba de sinceridad. ¡Ella le mostraría sinceridad! 


Después de ir a ver a Mariza le haría una visita.




*****


Mariza estaba en la cama, con Roberto dormido en sus brazos mientras Benja los miraba con gesto protector. Un montón de globos de helio atados a los pies de la cama alegraban la habitación.


–¡Hola! –el corazón de Paula se encogió ante aquella hermosa imagen familiar–. Tienes mejor cara, Mary –dijo, inclinándose para besar a su hermana–. Pero la próxima vez no lo dejes para tan tarde, si no te importa.


–¿La próxima vez?


–Yo estaba de los nervios y Pedro… –solo mencionar su nombre la llenaba de un anhelo amargo y tuvo que hacer un esfuerzo para seguir sonriendo.


–Estaba blanco cuando se marchó –dijo Benja.


–Y tú también, si no recuerdo mal –replicó Mariza, mirando a su hijo–. Es precioso, ¿verdad?


–¿Puedo tomarlo en brazos un momento? –preguntó Paula.


–Sí, claro.


Paula tomó al bebé en brazos, con cuidado, admirando esos ojitos que la miraban directamente mientras se metía el puñito en la boca y empezaba a chuparlo.


–Qué preciosidad. Se parece a Benja.


Él se irguió, encantado.


–Eso es lo que dice mi mujer.


–Cariño, ¿te importa traerme algo de la cafetería? –le preguntó Mariza–. Y tómate tu tiempo.


–Muy bien, uno sabe cuando no es querido.


–Sobre Pedro… –empezó a decir cuando se quedaron solas.


–No estábamos hablando de Pedro.


–Pasó por aquí hace diez minutos. Él ha traído los globos y parecía tener prisa –dijo su hermana–. Tenía un aspecto horrible, por cierto.


Paula no quería contarle nada porque no era el momento, pero Mariza insistió y, al fin y al cabo, era su única familia y su mejor amiga.


–Hemos roto –dijo por fin–. Y esta vez se ha terminado de verdad.


Mariza frunció el ceño.


–¿Eso lo ha dicho él?


–No tenía que hacerlo –Paula pensó en la nota que llevaba en el bolso–. Tengo que irme, cariño –dijo luego, besando a su hermana y su sobrino–. Vendré a verte mañana, lo prometo.








1 comentario:

  1. Ayyyyyyyyyy, qué buenos los 3 caps Carme. Espero que todo se arregle, qué manera de sufrir los 2.

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