martes, 18 de agosto de 2015

SEDUCIDA: CAPITULO 3




Frotándose los brazos como para protegerse de la emoción, Paula se quedó mirando la puerta hasta que oyó a German lanzar un silbido.


–¿Ha habido una tormenta eléctrica o qué? Casi podía ver las chispas saltando por todas partes –bromeó–. Siento haberle dicho que podía dormir aquí, pensé que volverías esta noche. Y tampoco esperaba que te enfadases tanto. ¿Estás bien?


Pau se sirvió un fortificante café.


–Estoy bien. Además, ya es tarde, el daño está hecho.


–¿Qué daño?


–Las sábanas.


–¿Las sábanas? –German se pasó una mano por el pelo–. Pensaba cambiarlas antes de que volvieses.


–¿Creías que no me daría cuenta?


–Pues sí, la verdad –German se dejó caer en el sofá–. Pedro es un buen tipo, Pau. Y ha hecho una fortuna fuera, la mayoría de las mujeres pensarían que es un partidazo.


¿Fuera del país? ¿Y su trabajo en Queensland? Le gustaría preguntar, pero no podía hacerlo sin entrar en los sórdidos detalles de su aventura y no tenía ganas en ese momento. 


Era más fácil fingir que no lo conocía.


–¿Haciendo qué?


–Es ingeniero geólogo –respondió German–. Trabaja con ingenieros de caminos. Ha estado en Dubái. Por cierto, esa subasta que las chicas habéis planeado…


¿La subasta donde todo el mundo era emparejado con un miembro del otro sexo?


–¡No!


Con su mala suerte, Pedro sacaría su número.


–Puede pujar, Pau. Es soltero, guapo, simpático. Además, le vendría bien un poco de compañía femenina mientras está aquí. Es un asunto benéfico y Pedro tiene dinero para aburrir.


«¿Mientras está aquí?». De modo que estaba de vuelta en Sídney temporalmente. Mejor. Pau se encogió de hombros, fingiendo leer la contraportada de un dvd.


–Puede que tenga buen aspecto –murmuró. De hecho, era la fantasía de cualquier mujer– pero una mujer necesita algo más que un cuerpazo y una sonrisa sexy.


Pero al proyecto Rainbow le iría bien el dinero y el premio no la incluía a ella. Entonces, ¿por qué no le gustaba la idea? 


Porque no quería pensar en Pedro con una de sus colegas.


–Es demasiado tarde –murmuró, frotándose los brazos, helada de repente–. Las pujas terminaron ayer.


German se limitó a sonreír mientras recogía las botellas y latas de la mesa.


Paula frunció el ceño, aprensiva. Cuando German sonreía así y no replicaba, era porque sabía algo que ella desconocía.


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2 comentarios:

  1. Ya me enganchó esta historia Carme. Sos una genia eligiendo jaja

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  2. Wow ya me encantó!!!!!!!!!!!!! Necesito más! D verdad está muy, coincido q.sos una genia eligiendo bsooos espero los prox caps bsoos @GraciasxTodoPYP

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