jueves, 30 de julio de 2015

EL ESPIA: CAPITULO 20




Paula despertó antes del amanecer, como era habitual, pero en aquella ocasión despertó en medio de un mar de almohadones y mantas, con el cielo sobre su cabeza y algo caliente a su lado, Pedro Alfonso.


Y era un canalla posesivo incluso en sueños porque tenía una mano sobre su corazón. No la había presionado para que hicieran el amor por la noche. De hecho, le había dado justo lo que necesitaba: un sitio en el que relajarse y olvidar las presiones de una semana terrible, permiso para respirar y cerrar los ojos sin hacer nada más.


Podría haber querido una relación sexual que le robase el alma, pero Pedro le había dado exactamente lo que necesitaba.


Paula sonrió cuando Pedro empezó a pasar los dedos por su espina dorsal.


—¿Has dormido bien?


—Mmm.


—¿Quieres seguir durmiendo?


—Mmmm.


Seguía pasando los dedos por su espina dorsal en una caricia suave, casi reverente, como una promesa. Y Paula arqueó la espalda, anhelando que la hiciese realidad.


—Quiero que estés dentro de mí.


Pedro la saboreó… no había otra palabra para describirlo, y ella se rindió al placer.


Cuando terminó de explorar su espalda con los dedos y la tomó entre sus fuertes brazos Paula pensó que podría ser un dios del sexo. Pero cuando se deslizó en ella, despacio, supo con toda seguridad que era un dios del sexo.


La montó despacio, atormentándola, haciendo crecer el deseo con cada embestida. Y a la luz de un nuevo día llegaron al final juntos.


Aquello no era el sexo que ella conocía.


Era algo completamente diferente.





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