lunes, 27 de julio de 2015

EL ESPIA: CAPITULO 11




Pedro empezó por entregar dinero a las familias de los que murieron en la explosión del barco. Dinero de sangre, una tirita aplicada a su conciencia y un par de años de seguridad económica para esas familias, pero tenía que creer que serviría de algo. El dinero siempre ayudaba, manchado de sangre o no.


Después fue a buscar a Yegor Veselov, que estaba en Singapur. Tardó un día más hasta llegar a él y sacarle la información que necesitaba. Y para entonces había perdido el vuelo a Australia.


A su nueva jefa no iba a hacerle ninguna gracia, pero llamó a Sam.


—Dile que he perdido el vuelo.


—No, de eso nada. Dígaselo usted.


Pedro marcó su número y esperó, nervioso.


—¿Pedro? —respondió Paula por fin—. Espero que sean buenas noticias.


Él le dio el nombre que esperaba y sonrió cuando las primeras palabras que salieron de su boca fueron:
—Lo sabía.


—Eres muy sexy cuando te pones orgullosa.


—¿Esa frasecita te ha funcionado alguna vez?


—Nunca la había usado. Eres la primera.


—En ese caso, intentaré sentirme halagada. ¿Nuestro informativo amigo puede viajar? ¿Puedes traerlo para que testifique?


—No me parece sensato. Ahora mismo está cenando con el presidente de un país del este… ¿o eso nos da igual?


—Imagino que no —dijo Paula—. Bueno, ¿has atado todos los demás cabos?


—Aún tengo que ver al niño. Necesito un par de días más.


—Necesitas demostrar que se puede confiar en ti y volver el día que acordamos. Eso no es negociable.


—¿Aunque te haya dado el nombre que buscabas?


—¿Hay alguna razón para que tengas que ver al niño en persona?


—Muchas y todas ellas personales.


—Está tutelado por las autoridades holandesas —dijo Paula.


—Eso da igual.


—Voy a enviarte los detalles del contacto con las autoridades holandesas. Llámalo por teléfono y luego, por el futuro de tu carrera y la mía, vuelve aquí.


—¿Es una orden?


—Tú no aceptas órdenes. Me has pedido cooperación y confianza y yo te las he dado. ¿Qué tal si te la ganas?






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