viernes, 26 de junio de 2015

EN SU CAMA: CAPITULO 33






A la mañana siguiente, Paula estaba vistiéndose para ir al trabajo cuando sonó el teléfono. Era Eduardo.


—Tengo que pedirte un favor —le dijo él—. Tengo un cliente que necesita una persona para que le lleve la contabilidad. Es algo confidencial y él no se fía de nadie. Me ha pedido que le envíe a mi mejor empleada, y tú eres la mejor, Paula. ¿Te interesa?


—Bueno —las palabras de Eduardo la pillaron desprevenida—. Pero aún me quedan hoy y mañana con Pedro y…


—Sí, bueno, sé que ha sido una carga horrible para ti trabajar con mi hijo. Hice mal cuando te pedí que lo hicieras, así que imaginé que este sería un modo de
descargarte. Con este trabajo vas a ganar el doble, además te proporcionará lo único que me pediste cuando firmaste para trabajar conmigo.


—¿Y qué era eso? —preguntó Paula, que no era capaz de pensar en nada que no fuera que ya no iba a trabajar más con Pedro.


No importaba. No era como si por ello no pudieran continuar viéndose si los dos quisieran. Y ella sí que quería.


¿Pero y él?


¿Querría continuar con lo que habían empezado? Dado el calor que generaban, dado su modo de tocarla, de abrazarla, Paula diría que sí, que parecía interesado en continuar viéndola.


Pero sólo sería físico. Si sentía algo más que eso, que sospechaba que sí tanto como ella, Pedro no querría abordarlo, menos aún reconocerlo.


—Querías viajar —dijo Eduardo—. Querías aventuras. Creo que este trabajo te gustará, ya que es en un yate por las islas griegas.


Paula se sentó en su cama.


—¿Cómo?


—Es un trabajo de tres meses, y sé que te lo vas a pasar en grande.


Paula se quedó inmovilizada.


—¿Tres meses? —repitió—. ¿En las islas griegas?


—Mi viejo amigo es un viajero. En este momento está navegando por las islas griegas con su negocio financiero montado justo a bordo. ¿No te resulta emocionante?


Dios mío. Emocionante no era la palabra adecuada. Pero…


—Esto matará dos pájaros de un tiro —dijo Eduardo—. Pedro volverá a tener a su empleada eventual favorita, Margarita, y tú obtendrás también lo que buscabas. Perfecto, ¿no te parece?


—Perfecto —Paula concedió en voz baja.









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