lunes, 8 de junio de 2015

EL HIJO OCULTO: EPILOGO





—Esto sí que es una gran boda griega —dijo Paula mirando a su marido—. ¿Has visto a tu padre bailando con mi tía Irma y los niños?


Pedro miró hacia el otro lado de la pista de baile.


—Si no estuviera enfermo del corazón, Irma lo haría enfermar —dijo con una sonrisa.


Paula estaba radiante. Pedro había insistido en que se casaran por la iglesia y con vestido blanco, para mostrarle al mundo su novia virgen.


Paula lo habría llamado machista si se hubiese enterado, pero él se sentía muy orgulloso de ser el único hombre que le había hecho el amor. Ella era el amor de su vida. Era su vida.


—¿Lo estás pasando bien?


—Sí —dijo ella—. La misa ha sido preciosa, y esta vez he comprendido lo que decía el Cura —se rió.


Pedro había insistido en celebrar aquella boda y en que la tía Irma volara a Grecia cuando regresó de Australia para pasar con ellos unas semanas. Después de aquello, y a excepción de algún viaje a Inglaterra, la tía pasaba casi todo el tiempo allí.


Había pasado un año desde que Benjamin había conocido a su padre, y el pequeño adoraba a su familia griega y a sus amigos. Paula quería a todo el mundo, pero sobre todo a su marido. Cada día que pasaba, su amor se hacía más fuerte. 


Pedro había dado rienda suelta a sus emociones e incluso había llorado con la llegada de los nuevos miembros de la familia. Paula no tenía duda de que la amaba y confiaría en él toda su vida.


Ella le acarició el cabello y lo besó.


—Te quiero —murmuró Pedro—. Vamos y te demostraré cuánto.


—Yo también te quiero —dijo ella con una sonrisa—. Pero ahora ya tienes un heredero, y los de repuesto. No estoy segura de que debamos hacerlo —bromeó ella—. No te atrevas, Pedro —dijo mientras la estrechaba contra su cuerpo.


Él se había reído cuando ella le contó su plan de no mantener relaciones sexuales. Y se había quedado de piedra cuando le contó que estaba embarazada de más de tres meses y que no se lo había dicho porque no quería que tuviera miedo de hacerle el amor.


Hacía tres meses, ella había dado a luz a un niño y a una niña. Leo y Luciana eran unos mellizos preciosos. Pedro había llorado abiertamente.


Paula, su esposa y la madre de sus hijos, llenaba su corazón y hacía que su vida estuviera llena de amor y de alegría.


Pero a veces un hombre tenía que comportarse como tal. La tomó en brazos y la sacó del salón de baile entre los gritos y las risas de sus familiares e invitados.






2 comentarios:

  1. Ayyyyyy, qué bello final Carme. Sin lugar a dudas, sos la reina de las adaptaciones y elegís re buenas historias. Gracias x compartirlas con nosotras: tus lectoras.

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  2. Pienso igual que Silvi , sos lo mas eligiendo y adaptando historias.. gracias Carme. Hermoso final de esta novela, puro amor ❤

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