martes, 12 de mayo de 2015

EXOTICA COMPAÑIA: CAPITULO 19




—No sé por qué diablos tengo que acompañarte en este viaje —gruñó Pedro al sentarse en la furgoneta de su hermano—. ¿Qué ha pasado? ¿Empiezas a salir con Cathy, se te licúa el cerebro y ya no recuerdas el camino de ida y vuelta a Tulsa?


—Maldita sea, solo pido un simple favor y la compañía de mi hermano durante el largo viaje y solo sabes gimotear.


—No gimoteo. Despotrico —aclaró.


No quería dejar a Paula sola en su rancho todo el fin de semana. Quería estar a su lado, aunque tuviera que seguir sufriendo una frustración tras otra al mantener la distancia para no precipitar la relación ardiente que él deseaba. El viaje que Pablo había insistido que hiciera con él le estropeaba su plan de negociar algo más que una tregua con ella.


No entendía el secreto que se empeñaba en mantener su hermano. Tres kilómetros más adelante, ya no fue capaz de soportar otro minuto de suspense.


—¿Qué pasa, Pablito? Si he de hacer este maldito viaje, me gustaría saber la causa.


—Es más bien personal —tamborileó los dedos sobre el volante y no apartó la vista del frente.


—Entonces, ¿qué demonios hago yo aquí? —tuvo un pensamiento alarmante—. No estarás enfermo, ¿verdad? —la idea lo golpeó como un tren de mercancías.


—No, no lo estoy —informó y lo miró unos segundos antes de volver a concentrarse en la carretera.


—Me alegra saberlo, hermano —suspiró—. ¿Cuál es este asunto personal y secreto del que debemos ocuparnos?


—Hay algo de lo que tengo que hablar contigo… en privado.


—¿Vamos a ir hasta Tulsa para mantener una charla personal? Vamos, suéltalo, Pablito, no soy un hombre paciente.


—De acuerdo, de acuerdo —conducía con el cuerpo rígido como un poste—. Estoy pensando… en pedirle… a Cathy que se case conmigo. Quiero que me ayudes a elegir un anillo de compromiso en otra ciudad que no sea Buzzard’s Grove, donde los rumores vuelan a velocidad supersónica. 
No quiero que ella se entere antes de que se lo proponga. Además, no quiero que nadie sepa por qué hacemos este viaje… ya sabes… por si no funcionara.


Pedro miró a su hermano con los ojos desencajados. Tras un momento de pesado silencio, soltó una carcajada.


—No es gracioso —gruñó Pablo.


—Sí que lo es —soltó entre risas—. Llevas una semana comportándote como un hombre con una enfermedad terminal —movió la cabeza—. Así que te ha picado el bicho del amor, ¿eh? ¿Quién lo iba a decir?


Pablo puso los ojos en blanco cuando Pedro se puso a reír entre dientes.


—¿No sé por qué esperaba compasión y apoyo moral de un tipo como tú.


—Eh, puedo darte mi compasión y apoyo —lo cual era verdad, después de una semana de sufrimientos corporales por Paula.


—Claro —espetó Pablo—. Yo nervioso preguntándome si me va a aceptar cuando le haga la pregunta vital, y a ti te divierte. Me preguntaba cómo ibas a reaccionar; después de todo, también te afecta. Cathy se vendrá a vivir con nosotros. Habrá que hacer algunos cambios en el rancho.


—Sí, imagino que no me querrás paseando en calzoncillos cuando me dé la gana —comentó con una sonrisa—. Aunque Cathy quizá no note la diferencia.


—No es gracioso —le lanzó una mirada asesina.


—¿No?


—No. Sabes muy bien que tenemos una política al respecto que siempre hemos respetado.


—De acuerdo, Cathy y tú podéis instalaros en el dormitorio de mamá y papá con su cuarto de baño privado. Yo no iré por ahí en ropa interior. Problema solucionado.


—Hay otro problema potencial —comentó con aprensión.


Pedro frunció el ceño, tratando de recordar la última vez que había visto a su firme hermano tan nervioso e inseguro.


—Bueno, ¿cuál es el problema catastrófico? —preguntó impaciente.


—¿Y si me dice que no? —soltó.


Lo que hacía temblar a Pablo era la perspectiva del rechazo: La idea lo petrificaba. Supuso que después de haberlo visto sufrir con Sandi Saxon no veía nada agradable en semejante situación.


—¿Hay algún motivo para sospechar que Cathy diga que no?


—¡Diablos! —exclamó a la defensiva—. Nunca antes había estado enamorado. Y por esa mujer estoy loco. Ella dice que también me ama, pero, ¿y si no es tan profundo como lo que siento yo? ¿Y si quiere que sigamos saliendo juntos los próximos cincuenta años? Yo deseo un compromiso… Al menos es lo que creo. ¿Llegas a saberlo con certeza alguna vez? Sé que me vuelvo posesivo y me frustro cuando otros hombres la miran en el restaurante, en la calle, en el supermercado. No quiero estar con nadie más y tampoco que lo esté ella. Pero, ¿y si el matrimonio no funciona entre los dos? ¿Y si…?


Pedro alzó una mano para detener la andanada verbal de dudas que salían de labios de su hermano.


—Eh, contrólate. ¿Piensas casarte con ella para mantener a raya a los hombres hambrientos de Buzzard’s Grove?


—No, pero…


—¿Porque es increíblemente atractiva?


—En parte, supongo. ¿Es algo malo? —preguntó con ansiedad.


—No, quizá eso capturara tu interés al principio, pero si estás con ella solo por el sexo, entonces no tiene sentido que le compres un brillante. Si no logras quitártela de la cabeza, si quieres pasar todos tus minutos libres con ella, tener los mismos ideales y creencias, entonces hablas de un compromiso positivo y de un deseo fuerte de que funcione.


—¿Desde cuándo te has vuelto tan listo? —lo miró pensativo.


—Siempre he sido el más listo de los dos —sonrió—. Oh, además me partieron el corazón en trocitos, de modo que he tenido tiempo de analizar en qué salió mal mi relación. El problema es que yo estaba loco por Sandi pero para ella solo fui el cebo para atrapar peces mayores —lo miró con intensidad—. ¿Tú eres su pez mayor o su cebo?


—Ninguna de las dos cosas —repuso tras pensarlo.


—¡Respuesta acertada! —lo felicitó—. Eso indica que no te está usando. A pesar de lo mucho que me cuesta creerlo, me parece que Cathy quizá te quiera por quien eres, aunque me es imposible imaginar qué ve en un vaquero tonto como tú.


El comentario burlón ayudó a que Pablo eliminara la tensión y sonriera de buen humor.


—Da la casualidad de que tengo muchas cualidades positivas —declaró.


—¿Sí? Dime tres —desafió Pedro.


—Soy honesto, trabajador, de confianza y con una moral sólida. Son cuatro. Podría seguir…


—Vale ya. De modo que eres merecedor del afecto de Cathy, y ella del tuyo. Así que adelante, hermano. Lánzate. Compra el anillo y expón tu corazón.


—¿Y si me dice que no? —preguntó, tenso otra vez.


—Entonces es una idiota y podrás superar el rechazo. Reconozco que no es un paseo, pero sobreviví. Tú también lo harás.


—Sí, ya vi lo bien que resististe —gruñó Pablo—. Los dos primeros meses fuiste como un perro rabioso, luego estuviste sombrío durante más de un año. Después, no volviste a darte la oportunidad de comprometerte con otra mujer por miedo a que te pasara lo mismo. Si eso es lo que me espera a mí, me descarto. No quiero participar en ese juego.


—Me he recobrado por completo —anunció, obligándose a sonreír.


—Cielos, me animas. Solo has tardado siete años.


Por primera vez en años, Pedro podía ver una luz al final del túnel, sentir las chispas de la atracción, y estaba ansioso por volver a salir con una mujer muy concreta. El problema era que su hermano lo había arrastrado para acompañarlo a comprar un anillo de compromiso en el momento en que se había hecho indispensable para una mujer muy cauta, que había despertado su interés y sobrecargado su impulso sexual.


—Esto no tiene nada que ver conmigo —repuso—. Es sobre Cathy y tú. No me da la impresión de que sea una mujer con el signo del dólar en los ojos. Además, no le gusta una vida de altos vuelos como a Sandi. Pero como siempre afirmas que eres mayor, más listo e inteligente que yo, estoy seguro de que ya te habrás dado cuenta de eso. ¿Qué mujer en su sano juicio no te querría? —lo animó—. Eres casero. Sabes cocinar, limpiar, hacer la colada y has conseguido que el rancho sea un éxito, incluso en estos tiempos duros. Si quieres ser candidato a Mejor Marido Potencial del Año, yo votaré por ti.


—Gracias, Pepe —encorvó los hombros—. De modo que si encuentro el valor para seguir adelante, ¿te parece bien la idea de compartir el rancho con Cathy y conmigo? ¿No te mofarás si pasamos considerable tiempo en la intimidad de nuestro dormitorio?


—Bueno, no sé si podré evitar eso último, pero Cathy me cae bien. No me molesta la idea de que tu mujer viva en nuestra casa. Si quieres que me mude…


—Diablos, no, jamás se me pasó eso por la cabeza. Es nuestra casa. Supongo que yo podría trasladarme a la de Cathy en la ciudad e ir a trabajar al rancho. Quizá ella lo prefiera, ya que ha de pasar mucho tiempo en la cafetería.


—¿Crees que preferirá un apartamento pequeño cuando disponemos de nuestro espacioso rancho? ¿Crees que querrá pasar todo el tiempo en la ciudad, cuando ha de tratar con clientes seis días a la semana? ¿Quién no querría un refugio en el campo?


—Bueno, no puedo tomar todas las decisiones sin consultarlo con ella —repuso Pablo—. No quiero parecer dictatorial. A las mujeres modernas no les gusta eso.


—No me lo recuerdes —musitó Pedro—. Buscan a un hombre que no sea dominante, que haga su parte del trabajo en casa, que eche una mano en criar a los hijos. Se supone que en la actualidad estamos en contacto con nuestro lado femenino. Aunque no sé qué significa eso.


—Pasaré la aspiradora, quitaré el polvo, limpiaré la cocina, si eso significa tener más tiempo para estar con Cathy. Estoy loco por ella, Pepe. No se me ocurre nada que no me guste de ella. Salvo quizá que le molesta que cambie constantemente de canales en la tele. Me encanta cómo me mira, cómo hace que me sienta. Adoro su risa, su optimismo, sus sonrisas, su ética de trabajo. La… amo.


—Muy bien, entonces. Vayamos a buscar un anillo. ¡Eh! Esa es nuestra salida. Aminora.


Mientras Pablo pasaba al carril de la derecha para salir a la interestatal, Pedro movió la cabeza consternado. Su hermano no iba a serenarse hasta que Cathy no tuviera su anillo en el dedo.


Pensó en Paula y se preguntó si lo echaría de menos. 


Esperaba que sí, porque si no la besaba, si no la abrazaba pronto y respiraba la tentadora fragancia que le aturdía los sentidos, se quedaría reducido a un montón de cenizas frustradas.


La cuestión era si lo querría tener cerca tanto como él anhelaba estarlo. Paula siempre se mostraba cauta a su lado.






4 comentarios:

  1. Cómo me gusta esta historia Carme, es re divertida jajaja

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  2. Me parece una muy buena novela, la verdad me encanta!!

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  3. Muy lindos capítulos! son un amor los dos hermanos!

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  4. Apn supee tieenos ... que linda historia Carme, me encanta !!! No puedo eaperar a leer los próximos capitulos !!!

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