jueves, 28 de mayo de 2015

ANTE LAS CAMARAS: CAPITULO 35





Paula salió del coche que Marjorie le había enviado y se encaminó a la puerta de atrás de la joyería Chaves. Era medianoche y Pedro estaba durmiendo en el hotel. Rezó para que no se despertase hasta que ella no estuviera de vuelta.


Las últimas veinticuatro horas se había sentido como en una luna de miel. Ella y Pedro habían comido juntos, habían hablado de su infancia y habían hecho el amor en todas las habitaciones de la suite. Pedro la había tratado con suma delicadeza, besándola, tocándola y abrazándola con mucho mimo. Pero no había dicho las palabras que ella había esperado. Tal vez, para él, ella era sólo una válvula de escape para su pasado, su trabajo, y todo lo que había más allá de su ventana del hotel.


Las últimas dos semanas habían pasado volando.


Le quedaba poco tiempo, y quería regalar a Pedro algo especial para que la recordase siempre.


Habían hecho el amor toda la noche y, como tenía una sesión a primera hora de la mañana, le había dicho bromeando que esa noche necesitaba dar un descanso a su belleza y que era mejor que cada uno durmiera en su cama. 


Él parecía haberlo comprendido.


No le gustaba engañarle, pero quería darle una sorpresa.


Lo había arreglado todo con un par de llamadas.


Joe y Roger, del servicio del hotel, se habían mostrado muy dispuestos a ayudarla. Estaría de vuelta en su habitación antes incluso de que Pedro se pudiera dar cuenta de que se había ido.


Marjorie estaba sentada en uno de los taburetes junto a los estuches de diamantes, revisando los inventarios, cuando Paula se acercó a ella.


—Siento haberte hecho venir a estas horas, pero no sabía de qué otra manera hacer esto.


—No te preocupes, soy un búho nocturno. Siempre tengo pendiente un montón de trabajo esperándome.
¿En qué te puedo ayudar?


—No te molestes, preferiría, si es posible, echar una ojeada yo misma. No sé muy bien lo que ando buscando. Pedro no es de ese tipo de hombres que le gusta ir con un par de gemelos de brillantes.


—¿Tuvisteis una noche movida? —le dijo Marjorie guiñándole un ojo.


—Se podría decir que sí —le respondió Paula con una sonrisa.


Sabía que él no aceptaría un regalo lujoso, tenía que buscar algo más sencillo. Se dio una vuelta por la tienda. Estaba mirándolo todo con tanto interés, para regresar al hotel lo antes posible, que apenas se dio cuenta de las luces de los faros de la calle. Y cuando vio los flashes a través de la ventana, no les dio mayor importancia. Era una calle muy transitada, incluso de noche.


Ya había mirado la mayor parte de las existencias cuando Marjorie se acercó a ella.


—¿No encuentras lo que estás buscando?


—No consigo encontrar nada que le vaya bien.


—Tengo algo en la trastienda que acabo de recibir. Déjame ir a buscarlo y te lo enseñaré.


—Puedo ir contigo —le dijo Paula.


Siguió a Marjorie por detrás del mostrador, atravesando el corredor, hasta un pequeño almacén.


Cuando Marjorie abrió la puerta, Paula vio unas cuantas cajas puestas sobre una mesa.


—Todas son piezas únicas y hechas a mano —dijo Marjorie eligiendo un estuche gris forrado de terciopelo negro y entregándoselo a Paula.


—Sí, esto me gusta —dijo Paula entusiasmada, nada más verlo.


Era un alfiler de corbata de oro de catorce quilates con incrustaciones de turquesa y ónice.


—Es exactamente lo que andaba buscando —dijo sin dudarlo—. Me lo llevo. Creo que le gustará. ¿Te queda alguna de esas bolsitas negras de regalo?


—Creo que sí. Déjame echar una ojeada en el armario.


Marjorie miró dentro y sacó la bolsa en cuestión.


Paula puso el estuche dentro de ella, la ató con una cinta de raso negro y le dio luego a Marjorie su tarjeta de crédito.


—Iré al mostrador de caja a hacer la operación.


Mientras se dirigían por el pasillo hacia la parte principal de la tienda, se oyó un ruido afuera.


Paula miró por la ventana que tenía enfrente y se quedó horrorizada de lo que vio. Había mucha gente mirando. Hombres y mujeres, muchos de ellos hablando a través de sus teléfonos móviles. ¡Era lo que le faltaba! La presencia de la gente significaba la llegada inmediata de la prensa... de los fotógrafos. Se sentía furiosa. Tenía que pensar algo. 


Quizá podría salir por la parte de atrás, donde le estaba esperando el chófer.


—Voy a tratar de salir por detrás sin que me vea nadie.


—Espera. Tengo aún tu tarjeta de crédito.


—No te preocupes. Ya me la darás en otro momento.


Cuando llegó a la puerta de atrás, había dos fotógrafos esperando. Habían bloqueado el paso con sus coches, impidiéndola acercarse a donde estaba esperándola su conductor. Estaba atrapada. No había ningún sitio a donde ir. Sacó el teléfono móvil y marcó el número de Pedro.


—¿Paula? —dijo él al contestar la llamada, con voz somnolienta.


—Hola, Pedro. Necesito tu ayuda.


—¿No consigues dormir? ¿Necesitas un masaje?


Había un toque de humor en su voz. Pero pensó que sería mejor decírselo todo, antes de que saliese de su habitación y descubriese que ella no estaba allí.


Pedro. No estoy en la suite. Tenía que hacer una cosa.


Silencio. Se imaginó que se habría levantado y estaría corriendo a su habitación a comprobarlo. En cuestión de segundos volvió a oírse su voz, ahora más tensa.


—Paula, ¿dónde estás?


—Estoy en la joyería Chaves, y hay una multitud fuera. Alguien debe haber avisado a la prensa.


—¿Qué demonios estás haciendo en Chaves?


—Ya te lo he dicho, había algo que tenía que hacer.


—Ya, mira ahora las consecuencias. Está bien, no te muevas. Estaré allí tan pronto como pueda. Supongo que la parte de atrás tampoco estará despejada, ¿verdad?


—No, unos fotógrafos han bloqueado nuestro coche.


—¿Nuestro coche? ¿De quién es el coche?


—De Marjorie. Tuvo la amabilidad de mandarme uno. Quizá si le digo que le ordene al chófer que se lo lleve, los fotógrafos me dejen en paz.


—No seas ingenua. Tú los conoces mejor que yo. No se te ocurra ni asomar la cabeza por la puerta. Dile a Marjorie que tampoco lo haga ella. Trataré de llegar allí lo más rápido que pueda.


Colgó sin despedirse siquiera.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario