miércoles, 27 de mayo de 2015

ANTE LAS CAMARAS: CAPITULO 34




Después de la reunión en la mansión de los Chaves, volvieron al hotel y se pusieron a cenar en la suite sin intercambiar más palabras que las necesarias para que uno le pasase la sal al otro. Ella trató de buscar un buen tema de conversación que les permitiese romper el silencio.


—¿Qué piensas de la crisis de la familia Chaves?


Pedro había estado fuera de la sala durante la reunión familiar, pero habría oído sin duda a Elena suplicando la comprensión de sus hijos.


—No es asunto mío.


Ella sabía lo que él quería decir con esas palabras.


Cuando estaba en su papel de guardaespaldas, se comportaba como una estatua. Ni escuchaba ni opinaba.


—No actúes como si esto fuera una misión más —le dijo mirándole a los ojos.


—¿Qué es lo que quieres saber? Lo que yo pueda opinar no tiene importancia. Pero no me gustaría estar en la piel de Camilo —murmuró Pedro.


—Se halla justo en el centro del conflicto entre las dos familias.


El silencio abrió una vez más un profundo vacío entre Paula y Pedro. Ella dejó el tenedor en la mesa.


Era una estupidez querer dar la impresión de que estaba comiendo.


—¿Qué vamos a hacer con la foto? —le preguntó ella.


—Estoy siguiendo el rastro de la persona que la envió.


—Pensé que no íbamos a seguir adelante con eso.


—No nos hará ningún mal disponer de esa información, al margen de lo que decidamos hacer.


¡Al margen de lo que decidieran hacer! Si esa foto llegara a publicarse, podría arruinar la reputación y la carrera de Pedro.


—¿No sería menos perjudicial si esa foto se publicase después de volver yo a Italia? ¿No se preguntaría la gente si no habría sido todo más que un simple montaje?


—La gente que a mí me importa se preguntaría si he mantenido o no una relación personal con un cliente. Ello influiría muy negativamente en mi reputación.


—¡Tendrías que trabajar para siempre para los Chaves! —dijo ella tratando de bromear, aún sabiendo lo difícil que eso resultaba para él.


Pedro ni siquiera trató de sonreír. En lugar de ello, dejó la servilleta sobre el mantel, se levantó de la mesa, cruzó la habitación y salió a la terraza.


—¿Crees que alguien nos está vigilando ahora? —le preguntó ella yendo hasta él y posando la mano en el hombro de él—. Lo siento —le dijo ella retirando la mano.


—No digas eso, Paula —replicó él—. No tienes por qué disculparte. Es simplemente la situación en que estamos. Cuando me tocas, aunque sea sólo así…


Ella percibió, sorprendida, el deseo en su mirada.


Todo parecía envuelto en un clima de apremiante deseo al saber que sólo les quedaban unos días para estar juntos. Ella deseaba y necesitaba estar en la intimidad con él. No podía detenerse.


—¿Qué pasa cuando te toco?


Él le agarró la mano, la empujó dentro de la suite, y acto seguido, ya dentro de la habitación, la estrechó entre sus brazos. Sus labios se unieron con vigor a los suyos, hasta que él se convirtió en su mundo. Él enterró los dedos en la seda de su pelo, sostuvo su cabeza, inclinó sus labios y buscó su boca con la lengua, en busca del deseo que
respondiera al suyo. Paula sentía la sangre corriendo por sus venas, tan caliente, tan veloz, que no sentía necesidad de respirar.


Cuando él acomodó su cuerpo contra el suyo, ella sintió cuánto la deseaba. Estaba ya preparada. Una ligera presión en el lugar adecuado y hubiera conseguido llevarla al éxtasis antes siquiera de haberse desnudado.


Pedro debió haber sentido la misma sensación, porque sus manos se apartaron de su cabello, y se deslizaron bajo su cuerpo. Le quitó con rapidez la blusa y la ropa interior. Ella le ayudó luego a desvestirse. Jadeantes, ardientes de deseo, no podían esperar más.


Él la tomó por las caderas. Cuando estuvo dentro de ella, comenzó un desenfrenado movimiento de avance y retroceso, con tal rapidez y energía que ella creyó volverse loca de placer.


Pedro


Su mundo, tal como ella lo conocía, había estallado hecho trizas. Deseó que aquel instante pudiera durar eternamente. 


Segundos después, cuando él consiguió también llegar al clímax, la estrechó entre sus brazos y la abrazó con fuerza.


Después de recuperar el aliento, ella se volvió hacia él, feliz de que ambos hubieran satisfecho su recíproca pasión.


—¿Estás bien? —le preguntó él, mirándola dulcemente.


—Muy bien —respondió ella con una amplia sonrisa.


Riendo, la tomó en brazos y la llevó a su habitación mientras ella se preguntaba si podría decirle alguna vez que lo amaba... preguntándose qué pasaría si lo hiciera.






3 comentarios:

  1. Ayyyy se aman..... lo se ❤ ojala lo confiesen... a ese Milko lo odio.. encina q ni un orgasmo le dio a ella , quiere volver !!! Raje jajajajakkaka

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  2. Muy buenos capítulos!!! Si se dijeran lo que sienten...

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  3. Qué buenos caps. Pau está enamorada de Pedro, ojalá él afloje un poco. Ella no se quiere ir a Italia me parece.

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