jueves, 28 de mayo de 2015

ANTE LAS CAMARAS: CAPITULO 36




Pedro no había hablado con ella desde que había llegado a la tienda. Estaba furioso, pero no gritó ni se puso a romper cosas, sólo apretó la mandíbula, frunció el ceño y habló en voz baja, con tono contenido. Pero no a ella, sino a los dos hombres que trajo consigo, a los policías de los dos coches patrulla que habían venido detrás de él.


Ya en la parte trasera de la tienda, pasó su brazo alrededor de Paula y se encaminó con ella hacia el coche, escoltados a cada lado por los agentes. Una vez dentro del coche, Paula y Pedro se sentaron en el asiento trasero a casi un metro de distancia uno del otro. Él no la tocó. Tampoco la miró.


De vuelta en la suite, Pedro abrió la puerta, inspeccionó el lugar como hacía siempre y le hizo a ella un gesto afirmativo para que pasase. Se dirigió luego al cuarto de estar. Ella se fue a su dormitorio y dejó el bolso en el tocador.


—Tenemos que hablar.


—No, si vas a gritarme.


—Esto no es un juego —dijo él, asomándose a la puerta de su dormitorio.


—Yo no he dicho que lo fuera. Pero estás actuando como si hubiera cometido un crimen.


—¿Por qué hiciste algo tan estúpido? —dijo Pedro, pasándose la mano por el pelo.


Pedro, ya te lo dije antes. Aquí a veces me siento atrapada.


—¿Te has sentido así desde anoche?


Se refería a cuando habían estado haciendo el amor.


—No, por supuesto que no. Pero, de vez en cuando, tengo que hacer algo por mi cuenta. Necesitaba comprarle un regalo a alguien.


—Y, ¿por qué no me llevaste contigo?


—No lo entiendes, ¿verdad? Tú has estado haciendo tu trabajo todos estos días, pero quizá no te hayas dado cuenta de lo que es mi vida. De vez en cuando tengo que hacer algo fuera de lo normal, asumir algún pequeño riesgo, si no me volvería loca. Pero bueno, ahora vuelvo a Italia y no tendrás que preocuparte. Allí no necesitaré ningún guardaespaldas, y me sentiré como una persona normal.


—Para ti, aun lo normal puede ser peligroso. ¿No te das cuenta de eso?


—Comprendo que tengo que tomar precauciones. Y creo que es lo que hice esta noche. Pero es cierto que no me puse ni una peluca ni nada. Reconozco que tendría que haberlo hecho. Lo siento, Pedro. Siento haberte despertado. Siento haberme escapado sin decirte nada. Siento que nuestras vidas sean tan diferentes.


Pedro clavó su mirada en la suya, y por un momento, sólo por un momento, ella pensó que él podría decirle que no eran tan diferentes. Pensó que podría besarla y llevarla a la cama. Pensó que podría pasarse allí con ella toda la noche.


Pero no lo hizo.



—Te veré por la mañana. Necesitas descansar un poco para esa sesión de mañana.


Y se fue a su habitación.






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