martes, 26 de mayo de 2015

ANTE LAS CAMARAS: CAPITULO 29






—Pensé que tu guardaespaldas también vendría —le dijo Elena a Paula bromeando.


La sauna del Yellow Rose Spa era un espacio reservado sólo para mujeres.


Paula no sabía bien qué respuesta dar. Había tenido que convencer a Pedro de que la seguridad del hotel era buena y que ella estaría muy bien, y segura, con su tía y Katie. Paula y su tía se habían llevado muy bien siempre, pero últimamente no habían tenido ocasión de estar juntas. Se alegraba de que Katie se hubiera sumado a ellas. Se sentía muy a gusto con ella. Katie era la novia de Teo desde hacía tiempo.


—No tienes que decir nada, si no quieres —le dijo su tía a Paula.


—Él es muy protector, pero estoy segura de que se alegrará de poder disponer de un día libre sin tener que estar pendiente de mí. Tiene familia en la ciudad. Pasará el día con ellos —dijo ella, tratando de imprimir el mayor desinterés posible a sus palabras.


—Ya veo.


Después de una incómoda pausa, Katie le preguntó:
—¿Por qué resultará tan difícil hablar de las relaciones entre un hombre y una mujer?


Sus ojos castaños estaban un poco tristes. Se había sujetado el pelo en la nuca con una pinza, al igual que había hecho Paula.


Las tres, envueltas en blancas y suaves toallas, estaban sentadas en los bancos de la sauna. Paula en el nivel superior, y Katie y su tía en el inferior.


—Tal vez sea difícil porque nos engañamos a nosotras mismas —dijo Paula.


—¡Nos engañamos a nosotras mismas! ¡Ésa es la verdad! —dijo Elena—. Y no importa de qué generación estemos hablando —añadió con voz de triste.


Paula había sido capaz de percibir el dolor que había en aquellas palabras, y sospechaba que provenía de las desavenencias que se habían producido recientemente entre su tía y sus hijos.


Recordó entonces el encuentro entre Patricia y Jason que había presenciado casualmente. ¿Debería decirle algo a su tía? No, sería mejor no decirle nada de momento.


—¿Cómo te va con Baltazar, Teo, Pamela, Patricia y Camilo?


—Baltazar está muy enfadado —replicó Katie—. Espero que lo supere, por su propio bien, y por el nuestro —añadió, volviéndose con un gesto de simpatía hacia Elena.


—¿Cómo le va a Teo? —le preguntó Paula a Katie.


—No sé absolutamente nada de él en los últimos días. Me tiene olvidada. Es un hombre diferente desde que se fue a Bagdad. No sé si podré seguir con él...
Siempre quise que se pareciera un poco a Baltazar. Baltazar se siente siempre muy seguro de sí mismo. Y sabe escucharte cuando le hablas.


—Mis hijos son todos muy complicados, pero Pamela y Baltazar parecen ser los que peor se lo están tomando —dijo Elena—. Y Camilo, Dios le bendiga, que debería ser el que peor lo pasase de todos, me habló ayer sobre la posibilidad de reunirse con Rex, y averiguar cómo es en realidad su padre biológico.


—¿Por qué decidiste contarlo ahora, tía Elena? —le preguntó Paula.


—Ahora que Devon ya no está con nosotros, me pareció que había llegado el momento.


—¿Quieres hablar de ello? —le preguntó Paula.


Elena miró a Paula y luego a Katie.


—Se lo contaría a todos mis hijos si les interesara saberlo. Camilo ni siquiera me ha pedido que le contara toda la historia. Tal vez tiene miedo de oírla —dijo Elena, suspirando—. Me enamoré de Rex cuando tenía dieciséis años. Nos estuvimos viendo casi todos los días durante tres años. Una noche discutimos. Yo quería casarme y tener hijos. Pero él insistió en que debíamos esperar. Quería tener antes una posición económica más sólida. Me sentí herida y puse en tela de juicio su compromiso conmigo. Me marché. Cuando, pasado el tiempo, él no me volvió a llamar, acepté una cita con Devon. Me había estado telefoneando durante meses, tratando de convencerme de que yo debía ser para él. Aquella noche, con Devon, yo seguía aún muy enfadada con Rex. Dejé que las cosas se me fueran de las manos y llegaron demasiado lejos. Nunca debería haber salido con Devon, y mucho menos permitir que algo sucediera.


Paula puso la mano en el hombro de su tía.


—Lo siento mucho, tía Elena.


—La infidelidad ya habría sido bastante pecado, pero la cosa fue más grave, me quedé embarazada... de Baltazar. Eso selló el trato. Devon me pidió que me casara con él, y yo acepté. ¿Qué otra cosa podía hacer? Al menos eso era lo que pensaba entonces. Ahora sé que debería haberme ido, haber tenido el niño y haberlo criado yo sola hasta encontrar una solución mejor. Pero no lo hice. Nunca tuve una buena relación con Baltazar, tal vez porque pensé que por culpa suya había perdido mi único y verdadero amor. Nuestra relación nunca fue lo que debería haber sido. Luego llegaron los otros y traté de convencerme a mí misma de que tenía la vida que deseaba. Pero entre Devon y yo nunca llegó a haber lo que hubo en un tiempo entre Rex y yo.


—¿Cómo volvió a entrar Rex en tu vida? —le preguntó Katie.
Elena se miró las manos que tenía sobre el regazo.


—Conforme pasaron los años, Devon se fue alejando cada vez más. Sospechaba que me era infiel, y me sentía muy sola. Pensaba a menudo en aquellos años con Rex, así que me separé de Devon por un tiempo y le llamé. Descubrí que seguía queriéndome, igual que yo a él. Tuvimos una aventura, pero por el bien de los niños, acabamos dejándola.


—¿Y te quedaste embarazada de Camilo? —preguntó Paula.


—Sí. Y para mantener a mi familia unida, le dije a Devon que el bebé era suyo. El amor nos lleva a veces a hacer ese tipo de cosas.


Elena había abierto su corazón y Paula la respetaba por ello. Sintió que ella debía ser también sincera sobre aquella foto sensacionalista que probablemente había avergonzado a la familia.


—Lo sé muy bien. Supongo que os gustaría saber si aquella foto de la prensa fue real o no.


—Sólo si quieres contárnoslo —le dijo Katie cordialmente.


—Pues sí, fue real, fue verdad —Paula contó a las dos mujeres lo que le había llevado a aquella situación—. Después de aquello, me di cuenta de que en realidad nunca
había amado a Miko. No de la forma en que se amaban mis padres. Salí de Londres sin volver la vista atrás. Todo había sido culpa mía, por no haber visto las señales. En aquella época, yo no quería ver las señales. Y ahora que he conocido a Pedro… —hizo una pausa, no muy segura de lo que quería decir a continuación.


—¿Y ahora que has conocido a Pedro? —la pinchó Elena.


Pedro es un hombre como mi padre, fiel y leal, que se preocupa por su familia. Es una buena persona. Mis sentimientos hacia él... me asustan. En tan poco tiempo, han llegado a ser tan fuertes que me pregunto si no me estaré engañando a mí misma otra vez.


Katie se sentó con las piernas flexionadas sobre el banco, abrazada a sus rodillas.


—Me da la impresión de que has aprendido la diferencia entre un hombre que sólo lo parece y un hombre de verdad. Eso está bien, Paula. No le tengas miedo a esos sentimientos.


—Creo que no tengo nada que perder, ¿verdad? —preguntó Paula.


—Sólo tu corazón —respondió Elena.


Sólo su corazón. Eso era al final lo único que contaba. 


¿Estaba dispuesta a arriesgarlo de nuevo?






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