jueves, 21 de mayo de 2015
ANTE LAS CAMARAS: CAPITULO 14
QUÉDATE aquí, pasaré yo primero a hacer una inspección —dijo Pedro, entrando en la suite.
Paula esperó. Ya había aprendido que aquellas palabras no eran una sugerencia, sino una orden.
—Limpia —dijo él, volviendo un minuto después.
Entró como si nada hubiera pasado. Pero no era así. La tensión entre ellos había ido a más durante el camino de vuelta al hotel. No se habían cruzado una sola palabra. Pero tendrían que hacerlo. Después de todo, estaban viviendo juntos.
Se caía de sueño, pero se dirigió a su ordenador.
—Voy a ver si tengo algún e-mail antes de acostarme —dijo ella—. A menos que quieras irte a dormir ya —añadió, acordándose de que él usaba el sofá-cama.
—Adelante. No te preocupes, iré preparándome la cama mientras tanto.
Su cama. Allí, en medio de la sala. ¿Cuándo iba a quedarse libre la habitación de al lado? Eso les daría algún respiro.
—Puedes usar la ducha de mi baño, si quieres. Sé que debe resultarte duro no tener una habitación propia —le dijo ella tratando de aparentar normalidad.
—Es una gran idea, te lo agradezco. Tardaré sólo cinco minutos —respondió él.
Paula se dirigió al frigorífico y sacó una botella de agua. Se la llevó a la mesa de la cocina, y se sentó frente al ordenador durante unos segundos, sin abrirlo.
¿De verdad quería ver sus correos?
No. Ni siquiera había consultado los mensajes recibidos en su teléfono móvil desde que había llegado.
Pero al día siguiente tenía una agenda muy apretada y podía haber recibido algo importante. Antes de hacer doble clic en el icono de su aplicación de correo electrónico, puso en el buscador de Google las palabras «colcha afgana». Le habían gustado mucho los diseños que Lorena le había mostrado. Estuvo viendo diversos patrones tejidos con mosaicos de alegres colores, todos con distintos motivos, hasta que oyó a Pedro entrando en la sala de estar, y al poco el chirrido del sofá al abrirlo para extender la cama.
Cerró el buscador y abrió el correo electrónico.
Conforme los mensajes iban apareciendo en su bandeja de entrada, Paula echó un vistazo a uno de ellos y se quedó atónita. Era de Miko. Se quedó mirándolo unos segundos sin atreverse a abrirlo. Luego, consciente de lo cobarde que estaba siendo, hizo clic en él y lo leyó.
Paula, tengo aquí aún algunas cosas tuyas. Lo nuestro todavía no ha terminado. MK.
—He dejado la toalla colgada detrás de la puerta. No sé si tú sueles... —dijo Pedro, interrumpiéndose de repente al verla—. ¿Te pasa algo, Paula? Tienes una cara como… si fueras a desmayarte.
Sí, estaba un poco mareada. ¿Sería por el día tan ajetreado que había tenido? ¿Por pensar que el pasado estaba muerto? ¿Por creer que no volvería a saber nada más de Miko y sin embargo acababa de recibir un mensaje suyo?
—¿Paula? —le dijo Pedro, poniéndose detrás de ella.
Si le contaba lo de Miko, él pensaría que era una tonta, que era tan ingenua como una colegiala. Si le decía lo que había sucedido, tendría que confesarle también que había creído estar enamorada de Miko.
Ahora sabía que todo aquello había sido cualquier cosa menos amor. En cambio, lo que estaba empezando a sentir por Pedro eran muy diferente, pero le asustaba.
Pedro no esperó una explicación. Miró por encima de su hombro y leyó el mensaje.
—¿Qué significa esto? —dijo casi gritando.
—Pedro, esto no es asunto tuyo.
—¡Maldita sea! Eso me suena a amenaza.
¿Era de verdad una amenaza? ¿O se trataba simplemente de una estrategia de Miko para tratar de controlarla? En todo caso, ella no podía permitir que él se saliera con la suya.
—Miko es así.
—¿Miko es así? —repitió Pedro, sorprendido.
—Quiero decir… que así es su carácter. Tiene mucho temperamento. Me marché precipitadamente y me dejé algunas cosas, nada importante.
—¿Piensas responderle?
—No.
—¿Crees que eso es lo más sensato?
—En este momento, no estoy como para pensar en esas cosas.
Cerró la aplicación del correo electrónico, apagó el ordenador, y bajó la tapa.
—¿Crees que van a desaparecer tus problemas por apagarlo?
Pedro llevaba puesta una camiseta y unos pantalones cortos de deporte. Tenía un aspecto increíblemente viril. Pero ella no estaba dispuesta a dejarse impresionar por otro hombre, ya había tenido bastante con Miko.
—Estoy cansada, lo único que quiero es irme a la cama. No tienes que preocuparte por mí, me pondré el despertador para levantarme temprano. Estaré lista a eso de las nueve. Tengo la sesión a las diez. Te veré por la mañana —dijo ella, dando por zanjado el asunto y dirigiéndose a su dormitorio.
Pero, cuando cerró la puerta, supo que tardaría en dormirse.
Y no por Miko, sino por Pedro. Deseaba estar en sus brazos, sentir sus besos y sus caricias.
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Me gusta la historia!
ResponderBorrarMuy buenos capítulos! pero que querrá el ex???
ResponderBorrarWowwwwwwww, qué buenísimos caps!!!!!!!!
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