sábado, 18 de abril de 2015

SECRETARIA Y AMANTE: CAPITULO FINAL




Paula salió del cuarto de baño tambaleándose. Acababa de vomitar y el estómago le daba vueltas. Se llevó una mano a la cabeza y la otra la apoyó en su vientre.


Lo que tanto había temido y al mismo tiempo deseado era tan real como las nauseas que la aquejaban cada mañana desde hacía unos cuantos días. Primero habían sido solo sospechas pero luego se había comprado un test casero y le había dado positivo. Volvió a hacerlo una vez más, solo para cerciorarse y ya no había duda posible.


Embarazada y soltera.


Las perspectivas no eran muy favorables pero era el hijo de Pedro y eso la colmaba de felicidad.


Fue hasta la cocina de su nuevo apartamento y llenó un vaso con agua. Gracias a Dios aquel era su día libre y podría quedarse en cama todo el día si le apetecía.


Bebió el agua despacio porque estaba segura que las nauseas volverían. Por fortuna se equivocó. Sacó un poco de fruta del refrigerador y estaba yendo hacia su cuarto
cuando el sonido del timbre la asustó.


Miró su reloj, eran casi las diez de la mañana, no esperaba a nadie y además no muchas personas sabían donde vivía.


Dejó la fruta encima de la mesa y se dirigió hacia la sala. Se anudó la bata que llevaba encima de su camiseta de South Park y sus pantaloncitos cortos y espió por la mirilla de la puerta.


Se quedó de una pieza cuando descubrió que quien estaba al otro lado de la puerta era Pedro. Su corazón comenzó a latir alocadamente y por un segundo creyó que se desmayaría.


—Paula, abre que sé que estás allí dentro —dijo él enérgico.


Paula sabía que tenía que abrirle pero estaba prácticamente paralizada.


—¡Paula! ¡Ábreme, por favor! ¡Tengo que hablar contigo, es urgente!


De repente Paula pensó en Sara y en la proximidad de su parto y se asustó.


—¿Le sucedió algo a mi hermana? —preguntó abriendo la puerta por fin.


Pedro no dijo nada, solo se dedicó a observarla. Hacía varias semanas que no la veía y a él le parecía que habían transcurrido años. Estaba más hermosa que nunca a pesar de su rostro pálido y la expresión de angustia en sus ojos grises.


—No, tu hermana está bien —respondió él por fin.


Paula lo observó y lo primero que notó fue que él ya no llevaba el cabello largo sino que se lo había cortado y lo peinaba hacia atrás. Estaba diferente pero seguía tan guapo como siempre.


—¿A qué has venido entonces? ¿Cómo me encontraste?


Pedro estaba a punto de responder pero ella lo interrumpió.


—No me digas nada, la boca floja de mi hermana te ha dicho donde trabajo y seguramente allí te han dado mi dirección.


Pedro asintió. Ella todavía no lo había invitado a entrar y no se atrevió a hacerlo por su propia cuenta. Quería hacer las cosas bien y sobre todo no asustarla.


—He venido hasta aquí para que hablemos, Pau.


Paula sintió temblar sus piernas cuando él la llamó así.


—Pasa.


Pedro entró y luego de echar un vistazo al lugar se dio media vuelta y la miró directamente a los ojos.


—Huiste de mi sin siquiera despedirte.


Paula agachó la mirada.


—Fue lo mejor.


Pedro la contempló mientras ella se sentaba en el sofá. La bata que ella llevaba se abrió y sintió el impulso de acariciar las piernas que se asomaban por debajo.


—No fue lo mejor para mi —alegó él acercándose.


—Créeme, lo fue —dijo ella moviéndose inquieta cuando él se sentó a su lado.


—Estas semanas sin ti fueron las peores de mi vida, Paula. Te busqué por cielo y tierra y no poder encontrarte me estaba matando.


—¿Has estado buscándome todo este tiempo? ¿Y tú trabajo?


—Me tomé unas vacaciones, además mi secretaria favorita no estaba allí para ayudarme…


—Podrías haber contratado a otra luego de que yo me fui —dijo ella con cierto dejo de tristeza.


—Eres irremplazable, dulzura. Jamás habrá otra como tú en mi vida.


Paula notó que el tono de su voz había cambiado. De pronto tuvo la vaga sensación de que él ya no estaba hablando solo de su secretaria.


—Sé que ha habido muchas mujeres en mi vida y que mi fama de mujeriego no me ayuda demasiado —hizo una pausa para tomar la mano de Paula—, pero de una cosa estoy completamente seguro… después de ti ya no habrá ninguna otra.


Pedro, Estefy me dijo…


—Sé lo que Estefania te dijo y hasta cierto punto es verdad. No creía en el matrimonio debido a una terrible experiencia que no viene al caso ni siquiera mencionar; por eso dediqué mi vida a salir con toda mujer que se atravesaba en mi camino, pura diversión y cero compromisos. Pero eso cambió el día que te conocí; confieso que al principio te vi como una más y que mi intención era llevarte a mi cama pero luego me di cuenta que eso no me bastaba, que nunca sería suficiente. Quiero vivir el resto de mi vida a tu lado, Pau…


Paula lo escuchaba y en su corazón sabía que él estaba siendo sincero.


—¿Quieres casarte conmigo, Paula Chaves? —preguntó él de repente poniéndose de rodillas encima de la alfombra.


Ella clavó sus ojos grises en los de él. Había amor en ellos y eso era lo único que le importaba.


Pedro, no es necesario… podemos estar juntos sin casarnos, no quiero obligarte…—comenzó a decir Paula haciendo un enorme esfuerzo por no llorar.


—De ninguna manera —le dio un beso en las manos y la miró nuevamente a los ojos—. Te amo, Paula y quiero que te conviertas en mi mujer, en mi esposa y en la futura madre de mis hijos. Solo dime que aceptas.


Paula se estremeció cuando él mencionó que quería que ella fuera la madre de sus hijos. Ella apretó con fuerza la mano de Pedro y se la llevó hasta el vientre.


—Te amo Pedro y lo único que deseo en la vida es convertirme en tu mujer, en tu esposa y en la madre de tu hijo —dijo entre lágrimas y sonrisas.


La mirada de Pedro se desvió hasta el vientre de Paula. 


Ella movía su mano hacia arriba y hacia abajo en pequeños círculos.


—¿Estas… vas a —de pronto las palabras se atoraron en la garganta de Pedro.


—Estoy embarazada y vas a ser papá —respondió ella emocionada—. Eso significa que tendrás que contratar a alguien para que me reemplace dentro de unos meses.


Pedro ya no pudo contener el llanto, la felicidad de saber que Paula estaba esperando un hijo suyo era demasiado grande.


—Debo tener una especie de karma, es la segunda secretaria en menos de un año que me sale embarazada —dijo en son de broma— ¡Lucia está felizmente casada y
Bob es el padre de su hijo! —aclaró.


Ambos se echaron a reír y cuando Pedro buscó la boca de Paula, sus labios se fundieron en un beso tierno y apasionado.


Mientras tanto, sus manos unidas acariciaban el vientre de Paula en donde se gestaba la prueba más legítima de su amor.






3 comentarios:

  1. Amé esta historia Carme!!! Sos una genia adaptando nena.

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  2. Hermosa histotia !! Que lindo final ❤

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  3. Hermosa final para esta historia que se hizo tan cortita! Gracias por compartirla!

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