viernes, 27 de marzo de 2015

INEVITABLE: CAPITULO 12

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Carolina llegó a su casa después de dejar a su amiga y dar algunas vueltas por la ciudad. Se le había hecho de noche sin siquiera notarlo. Sacó las llaves de su cartera y estaba a punto de abrir la cerradura cuando notó que un taxi se estacionaba en la casa de sus vecinos, entonces vio a Mauricio bajando de aquel carro y caminar tambaleándose hasta su portal.


—Oye, chico fiestero —lo saludó Carolina alzando la voz—. Estuvo buena la noche, ¿no?


Carolina recordó las hazañas contadas por su amiga sobre su vecino. Ahora que sabía la identidad del follador aventurero del bar su corazón dolía un poco, pero ella nunca admitiría eso en voz alta.


—No tanto como quisiera —logró responder él mientras peleaba con sus llaves—. Maldición, ahora no encuentro la llave correcta.


—¿Pedro no está en casa? —se preocupó al verlo en ese estado. No era un secreto que su vecino estaba entregado a la fiesta y a los placeres mundanos, pero eso no anulaba su inquietud al respecto.


—Me volvió a abandonar el muy cabrón —respondió Mauricio sonriendo.


Carolina frunció el ceño sin entender la broma y caminó hasta su vecino para ayudarlo. Cuando llegó hasta él tendió su mano al frente.


—A ver, dame eso —le dijo.


Mauricio se recostó de la pared y le tendió las llaves. 


Recorrió el cuerpo de Carolina con la mirada, sintiendo su cuerpo calentarse inmediatamente. Llevaba un vestido ligero de color crema que contorneaba perfectamente sus suaves curvas y unos tacones que desafiaban las leyes de la física.


Sin detenerse a pensar demasiado, Mauricio se abalanzó sobre ella apoderándose de sus labios.


Carolina dudó por un momento antes de ceder a la exigencia de ese beso y él gruñó cuando la sintió responderle con igual pasión, excitándose de una forma que no había experimentado antes.


—Me haces perder la cabeza —murmuró contra sus labios.


Carolina se separó un poco para recuperar el aliento mientras una sonrisa bobalicona se iba formando en su rostro.


—Deja de lloriquear, yo la veo en el mismo sitio de siempre—se burló. Pensando en lo irreal del momento, y en que quizás nunca se repetiría, Carolina se abalanzó con pasión sobre sus labios.


Ambos forcejearon con la puerta hasta que lograron abrirla, y sin dejar de besarse fueron tropezando en su camino por el salón. Mauricio giró con ella hasta que su espalda pegó contra una pared, alzó una de sus piernas hasta llevarla a la altura de sus caderas y se envolvió con ella; luego hizo lo mismo con la otra. Carolina clavó sus uñas en los hombros de Mauricio mientras luchaba por afianzar su peso entre él y la pared en la que se apoyaba.


Él deslizó su boca a través del cuello de Carolina mientras sus manos volaban a la cremallera de su vestido, bajándola para hacerlo caer hasta su cintura. Mauricio dejó caer su boca en el pecho femenino, apoderándose de un pezón; retorciéndolo y mordisqueándolo hasta endurecerlo. Luego hizo lo mismo con el otro antes de levantar el vestido por sus brazos y tirarlo al suelo. Volviendo con los labios a su pecho, él apretó sus caderas contra las de ella, pegando su miembro contra su intimidad.


Carolina soltó un gemido desesperado, sosteniéndose de su hombro con su mano libre mientras que con la otra se abría paso entre los pliegues del pantalón de Mauricio hasta llegar a su pene, para recorrerlo con caricias decadentes.


—Te deseo —confesó, totalmente drogada por la excitación.


Ni en sus sueños más locos imaginó posible vivir algo así con Mauricio; eran amigos, confidentes… y aunque ella lo había querido en secreto, hace mucho que aceptó que no pasarían de lo platónico.


Mauricio, por su parte, creyó estar soñando y decidió vivir su sueño con intensidad. Ella había sido lo único que lo había mantenido a flote después del fracaso con Layla. Su amistad fue su pilar por mucho tiempo, hasta que se dio cuenta que estaba enamorado de su amiga. Pero era un movimiento estúpido mostrarle su corazón, y eso lo entendía incluso estando borracho.


—¿Dónde me deseas?—respondió dejando a un lado sus sentimientos y concentrándose en darle placer.


Carolina tomó la mano de Mauricio con una de las suyas para presionarla entre sus piernas. Al sentir su toque, ella se arqueó mordiendo su labio inferior, y se golpeó la cabeza contra la pared. Él soltó un gemido ronco mientras la agarraba con firmeza por los glúteos y la levantaba como si fuese una pluma, haciendo que sus piernas quedaran sobre sus hombros. Mauricio le dio un suave mordisco en su sexo, por encima de la tela de sus bragas, retirándoselas a un lado con los dientes y colando su lengua bajo ellas. Carolina gritó excitada y Mauricio se puso más duro apenas sintió su sabor.


Empezó a jugar con su clítoris, arrebatándole un alarido de placer, para luego penetrarla con su lengua mientras frotaba su nariz en su punto de mayor placer. Carolina estaba totalmente enloquecida por el asalto de Mauricio. Luchaba por sostenerse de las paredes mientras apoyaba los pies en la espalda masculina, tratando de empujar su pelvis hacia la boca de Mauricio, tratando de conseguir más mientras se contorsionaba de placer.


Ella sintió como él, en el calor del momento, terminaba por arrancar la tela de sus bragas para no tener obstáculos. 


Mauricio enterró sus dedos en su piel aumentando la velocidad de sus envestidas, lamiendo, atormentando y penetrando con su lengua al ritmo de los gemidos de Carolina. Él podía sentir su miembro agitarse bajo la tela de sus pantalones por la mezcla de su sabor y el sonido de su placer.


Un grito llenó la habitación mientras Carolina se rendía al orgasmo más arrollador que había experimentado jamás. 


Mauricio no dejó de lamer cada rincón de su intimidad, adueñándose de su esencia, pasando su lengua entre los pliegues de su sexo hasta dejarla completamente limpia. 


Solo entonces la bajó de sus hombros agarrándola por la cintura y pegándola a su cuerpo mientras temblaba con la necesidad acuciante de poseerla.


Él enterró el rostro en su cuello, mordisqueándolo, pegando sus caderas de tal manera que su miembro se agitó contra su vientre. Sus cuerpos se acoplaron como si hubiesen sido moldeados para encajar. Mauricio enterró sus manos en el cabello de Carolina y gimió cuando sus caderas empezaron a mecerse acompasadas.


La fricción de su carne sensible contra la rústica tela de los vaqueros hizo enloquecer a Carolina, que llevó sus manos hacia el sur del cuerpo de Mauricio, contorneando cada
ondulación de sus abdominales hacia su entrepierna, donde se abrió paso a través de la cinturilla del pantalón para capturar su miembro.


Él gruñó desde la garganta al sentir la suavidad de su mano sobre su pene y echó su cabeza hacia atrás, totalmente fuera de sí. Mauricio puso su mano sobre la de ella, apretándosela con fuerza, instándola a seguir con sus movimientos; soltándola después para aferrarla por las caderas para pegarla a él, moviendo su pelvis contra la mano de Carolina.


Ella luchó por liberar su miembro hasta que lo consiguió.


Cuando sintió su carne rígida alzarse contra la entrada de su sexo, Carolina gimió en éxtasis.


—Dime que tienes un condón, por favor—suplicó con la voz rota por el deseo.


—En mi billetera —gruñó Mauricio.


Carolina rápidamente se dejó caer sobre sus rodillas y empezó a rebuscar en los bolsillos del pantalón para alcanzar la billetera de Mauricio, y así conseguir el preservativo. 


Cuando lo encontró alzó la mirada hacia él, y arqueó una ceja cuando evaluó su virilidad. Sin perder el tiempo, Carolina desgarró el empaque con los dientes y sacó el condón; pero en lugar de entregárselo, decidió ponérselo ella misma. Con su boca.


Con una sonrisa diabólica en el rostro, Carolina le dio una mirada apreciativa al miembro de Mauricio. Es tan grande, pensó relamiéndose los labios antes de introducírselo en la boca.


Él dejó un gemido gutural cuando sintió la lengua de Carolina contorneando la extensión de su pene. Tiró de ella para hacer que se pusiera de pie, envolvió nuevamente sus piernas alrededor de sus caderas y usó una de sus manos para dirigirse a su interior.


Carolina mordió su labio inferior mientras sentía entrar cada centímetro. Sus gemidos fueron en aumento mientras llenaba su sexo, luego él se retiró un poco para volver a penetrarla. Se sentía tan bien tenerlo llenándola de esa manera que Carolina suspiró. Empezaron con un ritmo lento que se fue volviendo más duro y desesperado. Los golpes de sus caderas al chocar hacían eco en la sala. Mauricio estaba al borde del orgasmo, y no estaba seguro de poder durar mucho más, cuando sintió los músculos de Carolina contraerse alrededor de su pene cuando ella se corrió. Se sentía como una mano cerrándose contra su miembro, ordeñándolo. Él se rindió a lo inevitable y se unió a ella en el clímax.


Se quedaron allí unidos por unos minutos mientras sus respiraciones se estabilizaban. Él dejó su frente descansar contra la de ella, y en ese momento de intimidad hizo algo que jamás imaginó que se atrevería a hacer. Algo que se había prometido NO hacer.


—Te amo —confesó en un suspiro.


Dijo las dos palabras que lo cambiaban todo.


Carolina, sorprendida por lo que Mauricio acababa de decir, alzó su mirada para enfrentarlo. Quiso engañarse a sí misma diciéndose que había escuchado mal, pero nunca había visto tanta honestidad y pasión en esos pozos azules… y eso la asustó.


Desear a su amigo era una cosa… tener sexo con su vecino… eran cosas que ella creía poder manejar. Por años lo había amado en silencio, y un poco de sexo no debía poner las cosas raras entre ellos ¿cierto? Pero ¿hablar de amor? Eso era totalmente otro asunto.


Ella lo conocía bien para saber que enrollarse en una relación con Mauricio no le dejaría nada bueno. Carolina no deseaba terminar llorando por los rincones cuando él rompiera su corazón, porque si algo era seguro es que él la destrozaría.


—Yo… —balbuceó ella cerrando los ojos con fuerza, tratando de centrarse en lo que debía hacer—. Tengo que irme, Mauricio.


Mauricio trató de decir algo para detenerla cuando ella se inclinó para recoger su vestido y se lo ponía de cualquier manera, pero las palabras morían antes de salir por su boca.


Él siempre era el que las echaba de su cama, y allí estaba la única mujer por la que cambiaría… caminando fuera de su vista. Nada impidió que Carolina saliera prácticamente corriendo de la casa mientras él se quedaba desnudo y desorientado en medio de la sala.



*****


El timbre de la casa sonó mientras Paula revisaba la última página que había escrito. Imaginó que se trataba de Carolina insistiendo para que la acompañara a su casa, así que caminó hacia la puerta sin cambiar lo que llevaba puesto y abrió.


Su sorpresa fue mayúscula cuando encontró a Sergio parado frente a ella. El brazo extendido para sostenerse de la pared a un lado de la puerta y la mirada fija en el piso.


—Creí haber dejado claro que no quería volver a verte —se quejó Paula mientras cruzaba los brazos a la altura del pecho.


Sergio se tambaleó hacia adelante y levantó su rostro. Tenía varios golpes y magulladuras, su nariz estaba sangrando y apenas podía mantenerse en pie.


—Mierda, ¿qué te pasó? —le preguntó, pero Sergio solo balbuceaba incoherencias.


Al parecer había bebido, porque su ropa apestaba a licor barato. Cuando él trató de dar un paso al frente casi se desplomó, por lo que Paula se precipitó a sostenerlo. Sergio aprovechó la ocasión para apresarla contra la pared y besarla, y eso la tomó por sorpresa. Paula había dado por sentado que su exnovio estaba herido y desvalido, pero todo parecía una treta para darle lástima. Ella trató de liberarse, pero su peso le impedía moverse. Él colocó su rodilla entre las piernas de Paula para separarlas y encajó sus caderas contra las suyas. Era una posición muy íntima, y muy incómoda tratándose de Sergio; y así los encontró Pedro cuando llegó a casa de Paula.


El doctor no tenía idea de lo que hacía allí. Siguiendo un impulso tonto había tomado un taxi hasta la casa de Paula


Había hecho todo un plan para justificar su presencia allí, pero todo se fue al traste cuando la vio magreándose con su novio en el portal. Se aclaró la garganta ruidosamente para hacerles saber que no estaban solos, ganándose una mirada disgustada de Sergio y un jadeo sorprendido de Paula.


Los ojos de Pedro cayeron sobre la escasa ropa de la escritora, bajo la que se adivinaba no llevaba ropa interior.


Tragando grueso se obligó a apartar la mirada.


—Lo siento —dijo Pedro—. Fue un error venir aquí, solo quería asegurarme de que estuvieses bien.


—Lo está, imbécil —respondió Sergio.


—Cállate idiota —se quejó Paula encarando a su exnovio—. Y lárgate de una jodida vez… ya te lo dije, no quiero verte de nuevo.


Él la sujetó con fuerza de las caderas y la atrajo hacia su cuerpo.


—Pero no era lo que decías hace un momento, cariño —respondió Sergio—. ¿O es que acaso no quieres que tu amiguito sepa que también sales conmigo? —él volvió su mirada hacia Pedro—. Lo que sea que tengan, acabará pronto amigo. No eres más que una aventura, igual que los otros. Ella siempre volverá conmigo —escupió antes de soltar a Paula y alejarse con las manos en los bolsillos frontales de los vaqueros.


—Yo… —Paula trató de explicar que Sergio solo había dicho mentiras, pero Pedro levantó su mano y ella se detuvo.


—No hace falta que digas nada —se encogió de hombros—. Apenas nos conocemos. Realmente no es mi problema lo que sea que esté pasando entre ustedes. Yo… —dudó—.
Yo cometí un error al venir aquí. Que pases buenas noches, Paula.


Pedro se dio la vuelta y se alejó en la misma dirección que Sergio. La brisa fresca de la noche estremeció a la escritora, que se abrazó a sí misma para entrar en calor mientras trataba de entender lo que había sucedido.


Sergio había vuelto a joder su vida al decir todas esas mentiras a Pedro. Ya le parecía a ella bastante increíble que él la buscara después de haberse avergonzado en el bar, ¿pero el discurso de Sergio sobre sus muchas aventuras? 


Eso difícilmente lo pasaría por alto.


—Maldito Carter —chilló Paula antes de volver a entrar en su casa y romper a llorar frustrada por lo ridícula que se había vuelto su vida—. ¡Ojalá que no vuelvas a tener una erección en toda tu vida, bastardo!




2 comentarios:

  1. Muy buenos los 3 caps. Ya quiero que se vayan de viaje.

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  2. Muy buenos capítulos! que HDP ese Sergio! Justo que Pedro iba decidido a buscar a Paula!

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