viernes, 27 de marzo de 2015

INEVITABLE: CAPITULO 11




Carolina y Paula iban tomaron un almuerzo tardío en un bistró cercano al centro comercial. Un par de copas de vino y una charla con su amiga hicieron que se sintiera relajada, por lo que, cuando Caro insistió para que se quedara en su casa la ignoró por completo.


—Debo arreglar algunas cosas —se disculpó la escritora—. Lo dejaré todo resuelto para cambiarme a tu casa mañana —dijo, aunque después de conocer la identidad de los vecinos de su amiga no estaba muy segura al respecto.


—Está bien —aceptó Carolina—. Descansa… nos veremos mañana.


—Hasta mañana, terremoto —se despidió Paula sonriendo—. Y gracias por el día de hoy.


—Ya sabes, yo siempre estoy para sonsacarte —asintió su amiga y luego se acercó para darle un beso de despedida—. Ahora ve, toma un baño relajante y disfruta el resto de la noche.


Paula terminó de despedirse y entró a su casa. Caminó directo a su habitación para dejar su cartera y la bolsa donde llevaba su conjunto nuevo de lencería. Sacó de su armario una caja con velas aromáticas y una bata de seda que no usaba desde hace mucho tiempo; entró al baño, dejó las velas sobre el mostrador y puso a llenar la tina.


Mientras el agua llegaba a su nivel, la escritora fue a su cocina para recuperar una botella de vodka y algunos ingredientes para prepararse un trago. Necesitaba liberar la tensión acumulada, así que iba a echar mano de todos los recursos a su alcance.


El encuentro con su ex la había hecho explotar de rabia, pero se sentía liberada de ese peso. Ella estaba convencida de que Sergio Carter ya no significaba nada para ella, sin embargo algo faltaba en su vida porque seguía sin una pizca de inspiración para escribir.


Además estaban esos extraños sueños eróticos que había estado teniendo. Primero reconoció a su actor favorito en ellos. Tom Hardy siempre la ayudaba cuando las cosas se ponían difíciles con Sergio, pero ¿quién era el extraño que estaba invadiendo la privacidad de su mente?


Preparó la coctelera y la llevó, junto con un vaso de cristal, hasta su habitación. Entró al baño para terminar de prepararlo todo, encendió las velas y aplicó algunos aceites esenciales. Cuando todo estuvo listo se quitó la ropa que llevaba y la dejó en la cesta de cosas por lavar, entonces se sirvió la primera copa antes de sumergirse en el agua.


Paula perdió la cuenta rápidamente de los tragos que llevaba o del tiempo que había estado en el agua. Se miró las manos notando que sus dedos estaban arrugados como pasas y sonrió. Salió de la bañera y se secó con una toalla antes de envolver su cuerpo desnudo en la bata de seda que había encontrado antes; tomó los últimos restos de su trago y se tambaleó hasta la cocina, donde esperaba encontrar algo más para seguir su fiesta personal.


Cuando atravesaba el salón reparó en su computadora. Era la misma que había usado para sus anteriores novelas, sin embargo se veía diferente…


Paula se sentó en su silla, recostó su cabeza en el respaldo y suspiró. En un impulso encendió aquel cacharro y esperó que cargara el sistema operativo. Sus dedos volaron sobre
el ratón y luego se vio haciendo click sobre el ícono del procesador de texto.


Las escenas de sus sueños recientes volvían a su mente, ¿por qué no escribirlas?


Animada por el alcohol, Paula empezó a revivir sus fantasías y a teclear como si su vida dependiera de ello.


Ella arregló la pequeña sorpresa para su amante. Nunca había sido del tipo romántico, pero le hacía mucha ilusión pasar un rato diferente junto a él. Se puso un conjunto sexy de lencería que tenía sin estrenar, colocó velas aromáticas por toda la habitación y dejó sonar algo de música para completar el ambiente. El sonido de las llaves, luego de la puerta abriendo y cerrando, le avisó de su presencia. Paula sonrió y se sentó de forma sensual en la cama para esperarlo.


—Hola, cariño —le saludó—. ¿Te gusta?


—Me gusta—asintió él mientras se quitaba la chaqueta. 


Todos sus músculos se podían apreciar a través de la ropa, pero Paula deseaba ver más. Sentirlo. Ella mordió su labio inferior y él sonrió con picardía, como si adivinara sus pensamientos.


El hombre caminó decididamente hasta estar a un par de pasos de Paula. Ella se levantó, le tendió la mano y tiró de él hacia la cama, pero se mantuve de pie. A la expectativa. Ella recorrió su torso con los dedos, soltando los botones de la camisa; luego ascendió hacia sus hombros, desde donde fue empujando la camisa hasta hacerla caer. Paula deslizó sus manos tras la nuca de su amante, enterrándolas en su cabello, atrayéndolo hacia ella para besarlo.


—Adoro cuando tomas lo que necesitas —le dijo él.


Con movimientos suaves pero seguros, Paula dirigió sus manos hacia los pantalones de su amante, deteniéndose en la cremallera. Empezó a bajarla lentamente, para luego bajar la prenda junto a su ropa interior.


El hombre tragó grueso al contemplarla de rodillas frente a él. Ella le dirigió una sonrisa maliciosa antes de tomar su miembro entre las manos y llevarlo a su boca. Paula jadea excitada cuando la erecta longitud de su amante toca el fondo de su garganta. Él muerde su labio inferior para ahogar un gemido y siente que sus piernas flaquean, por lo que lleva sus manos a la cabeza de Paula para buscar algo de apoyo y dirigir sus movimientos.


—Oh sí, nena —jadeó él totalmente enloquecido—. Estoy muy cerca.


Ella sonríe y alza su mirada hasta cruzarla con la de él. Se pierden en ese momento en que ella lo succiona con fuerza mientras lleva una de sus manos hasta su entrada y empieza a masajear su clítoris, necesitando desesperadamente unirse una liberación. La habitación se llena con sus jadeos y gemidos, que cada vez son más crudos y desesperados. El hombre cierra sus ojos con fuerza y su cuerpo empieza a temblar mientras lucha contra el orgasmo, pero Paula no tiene piedad y empieza a chuparlo con más fuerza, rastrillando su piel sensible con los dientes. Entonces él se corre con un rugido. Ella no deja de chupar entretanto, orgullosa de su hazaña… pero él ya tiene en mente una forma de desquitarse.







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