sábado, 28 de febrero de 2015

¿ME QUIERES? : CAPITULO 13






La tormenta se desató alrededor de la medianoche. El agua cayó con fuerza por la manta de plástico del improvisado refugio, despertando a Paula de su profundo sueño. A su lado estaba muy quieto Pedro, con la cabeza apoyada en una mano mientras miraba hacia el techo. Paula experimentó una punzada de deseo, pero trató de ignorarla. Pedro y ella habían terminado. Y era mejor así.


Estaban tumbados juntos bajo la manta para calentarse, pero no había calor entre ellos. Ya no. La idea provocó que se le formara un nudo en la garganta, un nudo que no fue capaz de tragar. Tal vez al día siguiente los rescataran. Y tal vez no volvería a verle nunca más. Pedro era un hombre de mundo y ella era una mujer sin rumbo. Volvería a su casa de Amanti y se encerraría en ella hasta que estuviera preparada para volver a enfrentarse al mundo.


Sin Pedro. Aquella certeza le dolió. Qué locura.


Pedro –le llamó con voz entrecortada.


Él giró la cabeza hacia ella. Paula no pudo evitar extender la mano y acariciarle la mandíbula, deslizarle los dedos por el sedoso pelo.


Pedro se puso tenso. Paula esperaba que la rechazara, que la apartara de sí. Pero tras un instante gimió como si él tampoco fuera capaz de mantenerse firme frente a aquel abrumador deseo. Le tomó la mano y le depositó un beso en la palma. El calor la atravesó en grandes oleadas, provocando que le temblaran las piernas. Pedro la estrechó entre sus brazos.


–Te deseo, Paula. Maldita sea, todavía te deseo.


–Sí –jadeó ella–. Oh, sí.


La lluvia golpeaba las sábanas del refugio y caía hacia los lados, protegiéndoles en aquel lugar seco que era una isla dentro de la isla. No hablaron cuando se desnudaron e hicieron el amor. Se comunicaron con besos, con caricias, con el delicioso deslizar de un cuerpo contra otro. Pedro se las arregló para tomarla con furia y al mismo tiempo con ternura, y ella respondió del mismo modo.


Cuando todo terminó, se derrumbaron juntos y durmieron toda la noche hasta que se despertaron ante un cielo azul brillante, la fresca brisa del mar… y un barco anclado en la orilla.




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