martes, 18 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 12

 


A pesar de eso, el verlos abrazados le revolvía el estómago. «No te pertenece, Paula», se dijo a sí misma. Estaba tan ocupada observándolo que no se dio cuenta de que Darío le estaba hablando.


—¿Qué? Perdóneme, señor Carmichael, estaba pensando en otra cosa.


Dario miró en la dirección de Johanna y Pedro, quienes ahora estaban separados y charlaban amigablemente.


—Sí —dijo—. Ya me doy cuenta en qué. No deje que Johanna la impresione. Había planeado esto muy cuidadosamente. Trata de consolar a un corazón roto.


—¿Son amantes? —preguntó Paula.


El rostro de Dario reflejó la sorpresa que le causaba esa pregunta.


—¿Amantes? Realmente no lo sé. Supongo que puede ser. Estuvieron saliendo juntos una temporada. Pero creo que, fuera lo que fuese lo que había entre ellos, estaba más en la mente de Johanna que en la realidad. Durante años ha sentido «algo» por Pedro. Incluso antes que Marcia.


—¿Marcia? ¿Su primera esposa?


Dario asintió.


—Para ser su novia, me parece que sabe muy poco de su esposo.


Paula sintió cómo él la estudiaba, como si quisiera leerle los pensamientos.


—Es cierto —dijo ella—. No nos conocemos muy bien.


—Se podría decir que nos habéis tomado por sorpresa. Nadie sabía que Pedro estuviera saliendo con alguien en serio y, mucho menos, que estuviera pensando en casarse.


—Hemos tenido un noviazgo muy corto —le contestó Paula bajando la mirada, incapaz de mirarlo a la cara para decir semejante mentira.


Dario la tomó de la barbilla, obligándola a mirarlo.


—Paula, usted parece ser una persona muy dulce, y muy vulnerable. No sé exactamente lo que está pasando aquí y me parece que usted no quiere hablar de ello, pero si lo hace alguna vez, prométame que pensará en mí. Yo puedo representar un hombro muy agradable sobre el que llorar, especialmente en lo que se refiere a los Alfonso. Y, querida, parece como si estuviera necesitando uno.


Su amabilidad la debería de haber consolado, pero sucedió todo lo contrario. Luchó contra las lágrimas, pero no pudo controlarlas. Dario le tomó el rostro entre las manos y se las enjugó.


—Hey —le dijo suavemente—. No…


—Ya veo que conoces a mi esposa, Carmichael.


La voz de Pedro les llegó alta y clara. Los dos dieron un respingo y él le quitó las manos del rostro. Paula se sintió como si la hubiera cogido con las manos en la masa y, tal como la miraba Pedro, él pensaba lo mismo.


—Hola, Pedro. Estábamos hablando de tu matrimonio —le dijo Dario sonriéndole tranquila y sinceramente, mientras le ofrecía la mano—. Enhorabuena.


Pedro no le dio la mano y Darío retiró la suya sorprendido. Paula sabía que Pedro estaba enfadado por ese gesto de la mandíbula que ya le estaba resultando tan familiar. Le agradecía a Dario que se hubiera retirado sin decir nada, más por ella que por él mismo. Notaba que algo iba muy mal entre los dos hombres, algo que iba mucho más lejos y era más profundo que el episodio que acababa de suceder. Asintió levemente cuando Dario se disculpó y se marchó. Pero instintivamente sabía que no iba a ser la última vez que lo viera.



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