martes, 18 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 13

 


Paula se enfrentó entonces con la mirada de enfado de Pedro.


—¿Por qué has sido tan mal educado? Parecía ser muy agradable…


—Las apariencias engañan —la interrumpió Pedro—. ¿Qué te estaba diciendo?


Eso era una exigencia, no una pregunta.


—¿Qué quieres decir? Estábamos charlando, eso es todo.


—¡Pues a mí no me parecía una simple charla! ¡Parecía como si fuera a darte un beso! Por Dios, se supone que eres mi esposa. No te preocupa lo que piense la gente, viéndote en una esquina con un hombre de una manera que parecía muy íntima.


—¡Una manera muy íntima! ¡Y eres tú el que lo dice! Cuando estabas ahí con esa… esa mujer ¿o debo decir «señorita»? colgándote del cuello. Por lo menos yo tuve la decencia de irme a una esquina. ¿Qué estoy diciendo? ¡Yo no estaba haciendo nada! Ese hombre sólo se estaba comportando amablemente. Estaba cansada y bastante disgustada y él trató de consolarme. ¿Y por qué me molesto en contarte esto? ¡No te debo ninguna explicación!


Paula empezó a marcharse, pero Pedro la agarró por la muñeca y la hizo volverse tan de golpe que ella perdió el equilibrio.


—¡Tú eres mi esposa!


—¡Y tú mi marido!


Pedro se quedó mirándola durante un largo instante, luego respiró profundamente y la soltó.


—De acuerdo, tienes razón. Me he pasado. Vamos a hacer un trato ¿de acuerdo? Durante el próximo año, lo que tarde esto en resolverse, procuraremos no avergonzar al otro en público. ¿Qué te parece?


Paula se apartó de él.


—¿Y en privado?


—Paula—le previno—, no…


—¿No qué? ¿Que no piense? ¿Que no sienta? Que sólo actúe o reaccione. ¡No sé cómo voy a poder soportarlo!


—Los dos convinimos que era la mejor forma.


—Sí, pero estoy empezando a arrepentirme enormemente de esa decisión.


Pedro se quedó mirando al suelo por un momento y luego la tomó de la mano. Le acarició lentamente los nudillos y se quedó maravillado de lo pequeña y delicada que era esa mano. Esto no iba como lo había planeado desde el mismo momento en que la vio. ¿Por qué había reaccionado tan fuertemente cuando la vio junto a Carmichael?


Si esa «boda» iba a tener que funcionar medio bien iba a tener que controlarse mucho en lo que a ella se refería. Pero, maldición ¡esa mujer podía sacarlo de quicio! Respiró profundamente y miró al cielo como en busca de una respuesta. Control, se dijo a sí mismo. Primero y sobre lodo, control.


—Mira, lo siento. Trataré de no volver a comportarme así en el futuro. Hemos tenido un mal comienzo hoy y te pido disculpas por ello. Vamos a hacer lo que podamos para disfrutar del resto del día ¿de acuerdo?


Paula se soltó lentamente la mano. Sus palabras la habían tranquilizado un poco, pero su contacto era turbador. La verdad era que lo que más quería en ese momento era aceptar la rama de olivo que él le estaba ofreciendo. Estaba más confusa que nunca por sus cambiantes emociones.


—Sí, de acuerdo —le dijo, mirando a donde se servían los canapés—. ¿Vamos a comer algo? Me muero de hambre.


—Y yo. Vamos —le contestó Pedro sonriendo.


Por segunda vez ese día, ella se puso nerviosa por la transformación que sufría su rostro cuando sonreía. El efecto era tan completo que era como si la traspasara. Pero eso no era lo peor. Lo peor era que no se le ocurría otro sitio donde pudiera estar mejor que a su lado. Se sentía muy atraída por él y, teniendo en cuenta las circunstancias, esa atracción no era solamente estúpida, sino también peligrosa.




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