sábado, 20 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 34

 


Una vez fuera, Pedro le soltó la mano y ella se apoyó en la barandilla.


Nunca se había permitido pensar en aquellos días, y mucho menos hablar de ellos. Le dolía demasiado.


—No lo hagas —dijo él.


—¿Hacer qué?


—No te lo guardes otra vez. No intentes escondérmelo. Ni a ti misma tampoco.


El dolor tenía que ir a alguna parte.


—¡Le dijo la sartén al cazo! —exclamó.


—Es precisamente porque sé tanto de eso que no quiero verte hacer lo mismo. ¿Cuántos años tenías cuando te marchaste?


Era más fácil enfrentarse a los hechos que a los sentimientos.


—Casi veinte.


—¿Así que Lisandro tenía… casi dos?


—Antes de eso él no me dejaba marcharme —intentó bloquear esos recuerdos también. La tristeza al verse atrapada con un hombre al que odiaba mientras en su vientre adolescente crecía un bebé, después intentar proteger a su hijo de la influencia del coronel durante dos años. El día en que su padre había llegado a casa con una pistola de juguete «para el pequeño soldado» y había empezado a hacer planes para su futuro. Ese mismo día, Paula buscó servicios de ayuda disponibles en Internet. Fue lo mejor que el coronel pudo haber hecho por ella.


—¿Te hizo daño?


—Define daño.


—¿Te tocó?


—Algunas cosas son más dolorosas que una paliza. Y su preciado código de honor significaba que no podía pegar a una mujer embarazada.


—¿Y antes de eso?


—Antes de eso yo era una recluta a la que destrozar como creyera oportuno —contestó ella mientras se dirigía hacia la puerta.


Pedro fue rápido, pero ella lo fue más, impulsada por el dolor y la rabia.


Ya casi había llegado a la puerta principal cuando él la alcanzó y la estrechó contra su pecho.


—Paula, no puedo dejar que te vayas así. Tan triste. No a una casa vacía.


—No soy tu responsabilidad.


—Quédate y habla conmigo. Solo hasta que sepa que estás bien.


—Estoy bien. Por favor, suéltame. Por favor… —Paula estaba consiguiendo controlar las lágrimas, pero con dificultad. «Por favor, no llores delante de él», pensaba.


Pero ya era demasiado tarde.


—Oh, Paula —dijo él mientras le acariciaba el pelo.




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