sábado, 23 de octubre de 2021

SIN ATADURAS: CAPÍTULO 14

 


Nadie le había dicho a Paula nunca que tuviera chispa, aunque también era cierto que hacía años que nadie la veía bailar. La euforia se sumó a la excitación que ya estaba sintiendo. No pudo resistirse a echar una mirada al moreno tormento que se hallaba en aquellos momentos tras Carolina. Percibió una clara emoción en su rostro enfado.


¿Por qué parecería tan molesto?


–Te dejo estas pastillas –Pedro pasó junto a Carolina y, tras dejar un botecito de pastillas en la esquina de la mesa, salió de la consulta como alma que lleva el diablo.


–Está buenísimo, ¿verdad? –dijo Carolina en cuanto se cerró la puerta.


–¿Disculpa? –dijo, mientras trataba de asimilar el cambio de humor de Pedro.


Pedro –explicó Carolina–. Está más bueno que cualquiera de los jugadores. Además tiene cerebro y montones de dinero.


–¿En serio?


–Sí, pero no te molestes en mirarlo demasiado. ¿Has visto cómo ha salido corriendo de aquí en cuanto ha podido? Pero solía ser muy lanzado y salía con una mujer distinta cada noche. Un auténtico depredador.


–¿Qué le hizo cambiar? –preguntó Paula, tratando de no mostrarse demasiado interesada.


–Su ex, Diana, se volvió loca por él. Literalmente loca. Bailaba aquí. Cuando apenas llevaban unos días saliendo, se trasladó al apartamento de Pedro aprovechando que este no estaba el fin de semana. Pedro casi tuvo que acabar pidiendo una orden de alejamiento, pero la familia de Diana se ocupó de ella. No fue culpa de Pedro que Diana se llevara tal desilusión. Todo el mundo sabe que no tiene ninguna intención de poner uno de estos en el dedo de una mujer –Carolina alzó la mano izquierda para mostrar su anillo de compromiso–. Pedro siempre será un playboy. Pero ahora es un playboy reprimido –frunció el ceño y miró atentamente a Paula–. Cuando sonríe, algo que apenas hace últimamente, todas las mujeres se derriten. No hay una mujer en el mundo a la que no le guste.


Paula sabía que negar aquello habría resultado demasiado revelador.


–Es muy atractivo, desde luego.


–Y también inalcanzable –advirtió Carolina–. Eso hace que resulte aún más atractivo para muchas mujeres –rio a medias, pero en seguida se puso seria–. Pero te recomiendo que no pierdas el tiempo. Se ha retirado del juego. Yo llevo tanto tiempo con mi pareja que las demás me llaman en broma «señora», pero sé cómo funcionan las cosas aquí: junta a un grupo de tíos en plena forma con unas cuantas chicas en forma y las cosas pasan. Hay al menos veinte tíos buenos en el equipo dispuestos a jugar, así que, si te apetece, ve a por uno de ellos… pero asegúrate de tomar precauciones.


Paula bajó de la camilla e inclinó la cabeza para que no se le notara el rubor. Probablemente aquel no era el mejor momento para admitir que ella nunca había «jugado», al menos, no hasta el final.


–¿Por qué se volvió esa chica loca por Pedro? –preguntó.


–Tienes ojos, ¿no?


–Sí, pero, a veces, las personas atractivas no creen que deban hacer ningún esfuerzo.


–Se rumorea que su técnica en la cama es aún mejor que su cuerpo. Yo no sé si es cierto, pero no me extrañaría. Lo que está claro es que muchas chicas han intentado ligar con él desde que se acabó lo de Diana y han fracasado, así que, si estás interesada, ahórrate la humillación. No quiero perder más bailarinas, especialmente una tan interesante como tú.


Paula rio. Nunca en su vida había ido tras un hombre, y no sabría por dónde empezar.


–No te preocupes. No lo haré.


Además, no quería poner en peligro su plaza en el grupo de animadoras de los Blade. Llevaba demasiado tiempo queriendo conseguirla. Pero había una parte de sí misma que ardía al recordar que Pedro había querido besarla. Era posible que careciera casi por completo de experiencia, pero había reconocido aquello. Lo que significaba que Pedro no era tan inalcanzable. Ella quería saber lo que era tener un amante, y si Pedro era tan bueno en la cama, ¿no podía ser él? Era obvio que no quería saber nada de compromisos ni enamoramientos, pero ella tampoco. No tenía intención de caer en una relación de aquel tipo. Había tardado mucho en alcanzar su libertad y no pensaba renunciar a esta por nada ni por nadie.



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