Paula observó al hombre que amaba y se dio cuenta de que, en realidad, no lo conocía. Estaba allí, frente a ella, tan familiar y, al mismo tiempo tan desconocido. Paula comprendió que no tenía ni idea de quién era Pedro Alfonso.
Lo observó mientras él se mesaba el cabello y suspiraba.
–Mira, sé que estás muy disgustada por eso, pero tienes que comprender que me trajeron aquí para hacer un análisis en profundidad de la situación económica de Industrias Worth y realizar recomendaciones en base a lo que descubra. Hacer otra cosa supondría que no estoy haciendo mi trabajo según me han enseñado mis habilidades.
–Malditas sean tus habilidades –susurró ella con los ojos llenos de lágrimas.
Pedro se sorprendió de cuánto le dolía saber que había enojado y había disgustado a Paula tan profundamente. Lo peor de todo era saber lo mucho que había bajado en su estima. Acababa de comprender lo mucho que le importaba su opinión.
Sabía que los resultados del informe no serían recibidos con alegría por el Consejo de Dirección. A nadie le gustaba tener que dejar en el paro a tantos trabajadores, fuera cual fuera el clima económico, pero la conclusión estaba tan clara como la tristeza en el rostro de Paula.
–Es un informe preliminar, Paula. No hay garantía de que Rafael lo lleve a cabo.
–Pero es más que probable, ¿verdad?
Pedro asintió. No podía mentirla sobre algo que tanto la afectaba. Temblaba de incredulidad. Pedro extendió la mano para volver a tocarla, pero ella dio un paso atrás.
–No, por favor –dijo con voz temblorosa.
–¿No? Simplemente estoy haciendo mi trabajo.
–Simplemente no creo que pueda estar contigo en estos momentos.
–¿En estos momentos o nunca?
Ella lo miró con la sorpresa.
–Yo… no lo sé. Necesito pensar al respecto. Necesito marcharme.
Pedro observó en silencio cómo ella se daba la vuelta y se marchaba de su despacho. Durante el resto del día, ella permaneció distante. Respondió a las preguntas que él le hizo, pero utilizando la menor cantidad de palabras posibles.
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