domingo, 10 de octubre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 55

 


Un chófer discretamente uniformado los estaba esperando con un cartel en el que aparecía el nombre de Pedro. Antes de que Paula se diera cuenta, el hombre los acompañó a una reluciente limusina que no tardó en unirse a los vehículos que salían del aeropuerto en dirección a la ciudad.


Pedro era un guía excelente. Le iba señalando los puntos de interés por los que pasaban. Sólo tardaron una media hora y Paula se sintió completamente encantada cuando se detuvieron delante de un elegante hotel en la calle 55 Este.


Mientras que Pedro la ayudaba a descender del coche, ella dijo: –Te gusta la arquitectura clásica, ¿verdad? Primero el hotel en San Diego y ahora este.


–Échale la culpa a mi sólida educación neozelandesa –comentó él–. Mis padres se aseguraron de que de niños tuviéramos todo lo que necesitábamos, pero nada de lujos, al menos no hasta que fuimos mayores y se podía confiar en que no rompiéramos nada. Por eso me gusta alojarme en lugares como este.


–¿Y no tienes casa aquí en Nueva York?


–Sí, tengo un apartamento, pero dado que sólo vamos a pasar unas cuantas noches aquí, no vi razón para que lo airearan cuando podíamos alojarnos aquí.


Paula asintió. Entendía lo que Pedro le había dicho, pero le habría gustado ver dónde vivía. No revelaba mucho sobre sí mismo en un día de trabajo y dejaba ver sólo el control que había precedido a su llegada durante la absorción de Industrias Worth.


Incluso en la cama a Pau le parecía que él ocultaba algo. Suponía que no era de extrañar dado que la atracción que existía entre ellos, al menos por parte de Pedro, era sólo física.



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