domingo, 19 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 55

 


Iría a hablar con Pedro para que le diera una explicación. Fue al despacho para buscar su bolso y sonó el teléfono. Respondió en tono crispado y le respondieron de igual manera.


–Soy Mona, de Hospital Héroes. Estoy buscando a Pedro Alfonso. No encuentro su teléfono personal, pero como ese es el del local para el que estaba contratando a gente, he pensado que podrían indicarme cómo encontrarlo.


–Así es, ¿era para el puesto de camarera?


–No, de encargada. Tengo algunas buenas candidatas.


–Me alegro, le daré el mensaje.


Paula dejó lentamente el auricular con el corazón acelerado y dolorido. ¿Buenas candidatas como para encargadas? ¿Quería reemplazarla?


Intentó dominar el dolor que sentía al tiempo que sus esperanzas se hacían añicos. Ni siquiera habían concluido las tres semanas de prueba y ya buscaba sustituta. ¿No era consciente del esfuerzo que estaba haciendo? Pedro daba lo mejor de sí mismo y esperaba lo mismo a cambio. Era evidente que su mejor versión no era bastante para él. Haberlo sabido desde el principio no amortiguó el golpe.


La decisión de quedarse y pelear se evaporó súbitamente. Respiró profundamente para controlar la angustia que sentía. Invocó la calma que debía sustituir la ira. El orgullo se hizo un hueco con su perversa capacidad de insidia. ¿Pedro no quería que lo supiera? Pues no le montaría una escena. Su relación había comenzado con frialdad y acabaría de la misma manera. Era evidente que él la daba por terminada. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida como para creer que estaba desarrollando algún sentimiento hacia ella? Lo único que quería era librarse de ella, y aunque la matara, sería ella quien lo dejara a él, sin dar la menor muestra de emoción.


¿Cómo esperaba que reaccionara? ¿Formaría eso parte del juego? Pues no pensaba participar. Se marcharía antes de darle ese gusto.


Había trabajado intensamente en el proyecto, planeando numerosas actividades para atraer al bar a la clientela apropiada, pero suponía que ni a Lara ni a la nueva dueña le importaba nada. Nadie esperaba nada de ella. Cuanto antes lo sumiera, mejor. Cerró los ojos con fuerza. Ella no lloraba. Jamás.


Cuando Patricio se despidió, decidió moverse con premura, antes de que comentara con Pedro que la había visto. Debía volver a casa y recoger sus cosas. Podía marcharse en media hora.


Reflexionó unos segundos y cambió de idea. Sería más efectivo jugar la baza de la indiferencia. Diría que estaba aburrida, que quería ir a algún sitio con mejor tiempo. Eso le resultaría más propio de ella, y lo irritaría aún más.



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