domingo, 5 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 10

 

Su cuerpo reaccionó a la proximidad de Paula, que se puso a limpiar el estante de más abajo. Pedro se apoyó en la barra, observando abiertamente su piel dorada. Sus anchos hombros enmarcaban un busto generoso, que se estrechaba en una fina cintura que a su vez se redondeaba en unas caderas y un trasero que resultaba un tentador almohadón. Sus muslos redondeados, envueltos en el vaquero gastado, también parecían hechos para albergar a un amante. Seguro que era apasionada y… No podía permitirse ese tipo de pensamientos, pero no lograba frenarlos.


Bajó la mirada al suelo y encontró las botas que tanta gracia le habían hecho. Luego decidió darse el gusto de ascender lentamente con la mirada por el resto de su cuerpo. Tenía las curvas precisas en los lugares adecuados.


La rapidez con la que ella se volvió lo tomó por sorpresa e, inconscientemente, se quedó mirando sus pechos. También estos recibieron su aprobación y tuvo que hacer un gran esfuerzo para apartar la mirada.


Paula se puso a la defensiva.


–No me crees capaz de hacer el trabajo, ¿verdad?


–Si fuera así, ¿por qué te lo habría dado?


–Sólo tú lo sabes –Paula lo miró desafiante y Pedro admiró su elegante y largo cuello, que acababa en unas clavículas que pedían ser besadas.


–¿Crees que me gustas? –claro que le gustaba, así que debía mentir–. Siento desilusionarte, querida, pero no eres mi tipo –eso sí era verdad. No lo era.


–¿De verdad?


–Me gusta un estilo más… sofisticado.


–¿Quieres decir artificial, delicado, perfecto? ¿Un florero que brille al lado del exitoso abogado?


Pedro no se molestó en contestar. Prefería que pensara lo que fuera antes de dejar que notara la atracción que sentía por ella.


–Duele, ¿eh? –dijo con sarcasmo, al tiempo que se inclinaba hacia ella y dominaba la tentación de tocarla, de atraerla hacia así y comportarse con ella como un hombre de las cavernas. Irritándose consigo mismo por su falta de control, retrocedió un paso.


–Cuando digo «sofisticado» me refiero a que al menos se haya peinado.


La expresión dolida de Paula hizo que se arrepintiera al instante de haber sido tan grosero. ¿Por qué se estaría comportando como el chico que torturaba en el colegio a la chica que le gustaba? No era algo que hiciera habitualmente.


Ella bajó la mirada aunque mantuvo la apariencia de seguridad.


–Por si te interesa, tampoco tú eres mi tipo.


–¿De verdad? –dijo Pedro, tensándose.


–Me gustan menos domesticados… menos aburridos.


–¿Chicos malos que te tratan mal?


–No hace falta que seas tan despectivo. No soy idiota.


Desde luego que no. De hecho, era lista y tenía respuestas rápidas. Pedro se dijo que debía dar marcha atrás. Empezaba a despertar su deseo de una forma que lo inquietaba. Mantener relaciones con ella sería una estupidez. Al menos hasta que Lara volviera y él ya no se sintiera responsable del local.


– Supongo que debemos alegrarnos de no sentirnos atraídos el uno por el otro.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario