jueves, 5 de agosto de 2021

UNA GRAN NEGOCIACIÓN: CAPÍTULO 39

 

—Brian tenía quince años —dijo él.


Paula aceptó la rama de olivo. Alzó la barbilla y se dejó llevar por el impulso de querer saber más cosas sobre él.


—¿Y tú?


—Veintidós.


—¡Veintidós! Asumiste una gran responsabilidad —tras esperar en vano una respuesta de Pedro, añadió—: Fuiste muy bueno cuidando de él.


—Cualquiera habría hecho lo mismo.


—Sabes que no es verdad —Paula pensó en la incapacidad de su padre para cuidar de su madre y de ella. Miró a Pedro y admiró la determinación de su gesto, la firmeza de su mentón y el cabello negro que la brisa alborotaba, dándole un atractivo aire informal—. Y ahora vuelves a actuar de la misma manera con Dante.


Pedro se encogió de hombros.


—Miguel era mi amigo. De hecho, era mi mejor amigo, tal y como descubrí con el tiempo.


A Paula no se le escapó el tono sarcástico del comentario.


—Háblame de tu socio.


—Brian también te ha hablado de Jeremias.


—No.


—Entonces, ¿a qué se debe esta súbita curiosidad?


La mirada penetrante de Pedro puso nerviosa a Paula, que ocultó los ojos tras unas gafas de sol.


—Me gustaría comprender por qué alguien puede comportarse de esa manera.


—¿Insinúas que yo le provoqué?


—¡En absoluto! —protestó Paula—. Pienso que actuó de una manera despreciable.


—¿Y qué opinas de lo que hizo Dana?


Paula lo miró fijamente.


—Lo mismo.


Pedro asintió lentamente, como si la respuesta le resultara satisfactoria. Luego, clavando una mirada acusadora en ella, comentó:

—En cierta ocasión te oí decirle a Sonia que no te extrañaba lo que Dana había hecho.


—¿Cuándo?


—El día que nos conocimos. Dijiste que era un estúpido.


Paula abrió los ojos como platos tras las gafas.


—¿Me oíste?


—Así que te acuerdas.


—Sí, estaba furiosa contigo por atacar a Sonia —tras una breve pausa, Paula preguntó—: ¿Por eso fuiste tan desagradable conmigo en la boda?


—En parte, sí.


Paula intentó justificar su comportamiento.


—Sonia me había contado que se iba a casar durante un fin de semana en el que había trabajado a destajo —hizo una pausa y decidió contar toda la verdad—. Estaba preocupada por ella y agotada, así que no pude soportar que te comportaras con tanta arrogancia —por eso reaccionó como lo hizo, echando a rodar con ello una bola de nieve—. ¿Qué otro motivo hubo para que me trataras tan mal? —preguntó con curiosidad.


—Es complicado de explicar.


Paula decidió intentarlo por el lado humorístico.


—Vamos, no puede ser tan complicado. Se supone que los hombres sois simples.


—Personalmente, soy facilísimo —dijo él con cara inexpresiva.


Paula puso los ojos en blanco.


—No te salgas por la tangente jugando a las insinuaciones sexuales.


—Quería que volvieras a sonrojarte tan encantadoramente como acostumbras.


—Yo no me sonrojo —dijo ella, sintiendo que lo hacía a la vez que lo negaba de palabra.


—Ha sido mucho más sencillo de lo que esperaba —bromeó él con ojos chispeantes.


—¡Déjalo ya y dime la otra razón de una vez!


—Me recordaste a Dana —dijo Pedro sin titubear.


Paula se quedó perpleja.


—Yo jamás haría lo que ella te hizo.


En ese momento Pedro se volvió hacia Brian y Ana, que se aproximaban con Dante.


—No me confundas con Dana, Pedro, no tengo nada que ver con ella.


—No, claro —dijo él. Pero no sonó convencido.





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