sábado, 21 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 29

 

¿Pedro le había dicho que era hermosa? Supo que seguía ruborizada al continuar observando por la ventanilla del pequeño jet, negándose a mirarlo a los ojos o a mostrar que su comentario improvisado la había afectado.


Infructuosamente, se dijo que quería que admirara su cerebro, no su aspecto. A pesar de su determinación, quería que Pedro Alfonso la encontrara atractiva.


¿Estaba destinada a permanecer como una aventura superficial y mal preparada para alcanzar objetivos que requerían algo más que una cara bonita? ¿Era incapaz de persuadir a un hombre de que le pusiera un anillo en el dedo y la amara?


No es que considerara menos a cualquiera, hombre o mujer, que anhelara exactamente eso, pero sus aspiraciones habían cambiado.


—¿Te interesan las formaciones de nubes o intentas abrir un agujero en la ventanilla y escapar? —preguntó Pedro con tono burlón.


Pau parpadeó.


—Lo siento. Sólo estaba pensando.


—¿En qué?


Paula buscó una respuesta.


—En el CC3 —soltó—. Me preguntaba si no deberíamos ofrecerlo en más colores.


Pedro pareció perplejo.


—A las vacas no les importa el color —repuso—. Además, ¿qué le pasa al verde?


Ella se encogió de hombros.


—Nada. Sólo estoy buscando ideas nuevas.


Él se reclinó en su asiento con una leve sonrisa. A ella le recordó la expresión que había puesto cuando habían estado a solas en la boda. Cuando había pensado que la besaría.


—No tienes que pensar todo el tiempo en el trabajo —la reprendió él con gentileza—. Cuéntame qué te gusta hacer cuando no estás en la oficina.


El cambio súbito de tema la desconcertó. ¿Buscaba pasar el rato o realmente le interesaba?


—Mi vida no es muy interesante —repuso—. Me gusta leer y la jardinería. Estoy aprendiendo a tejer y practico con una bufanda para mi hermano Eric para Navidad. Algún día, cuando disponga de más tiempo y espacio, quiero aprender a hacer edredones y colchas —pensó unos instantes—. Me gusta cocinar, aunque no se me da muy bien, aparte de que no es muy divertido cocinar para uno solo —Dios, ¿era tan aburrida como sonaba?—. Y colecciono búhos —añadió con timidez—. Eso lo resume todo.


¿Por qué no se había aficionado al paracaidismo o desarrollado pasión por los artefactos aztecas, de modo que pudiera estar preparada cuando alguien se lo preguntara?


Él enarcó las cejas.


—¿Búhos? —repitió—. ¿Vivos o embalsamados?


—Estatuillas —explicó—. De cerámica, cristal, madera tallada, incluso tengo uno de mármol.


—Ah —comprendió él—. Yo colecciono modelos a escala de equipos de construcción.


—¿Cómo excavadoras o apisonadoras? —preguntó insegura. Quizá no era la única rara que iba en el avión.


Fue el turno de Pedro de reír entre dientes.


—Exacto. Están hechos en latón, en proporción perfecta y con detalles increíbles. De hecho, acabo de comprar una máquina para asfaltar en una subasta en Internet.


—¿En serio? —no se le ocurrió qué más decir, salvo quizá ¿por qué?—. Eso sí que me gustaría verlo.


Pedro rió.


—Si pudieras verte la cara —movió la cabeza—. Buhos y apisonadoras, ¿no somos un caso?


Al parecer era el día de Pau de ruborizarse, porque su comentario le coloreó las mejillas.


—Aterrizaremos en cinco minutos —anunció la voz de Erika por el sistema de altavoces—. La temperatura en Spokane es de dos grados y el cielo está despejado.


Pedro seguía sonriéndole.


—Supongo que tendrás que ver mi colección y valorarla.


—¿Es algo parecido a mostrarme tus planos y dibujos? —repuso sin pensar. ¡Dios, y encima coqueteaba con él!


Algo ardió en los ojos de él durante un instante.


—Supongo que tendremos que preparar algo y descubrirlo.





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