domingo, 4 de julio de 2021

IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 48

 


Paula miró alrededor. Empezaba a anochecer y los rascacielos que seis horas antes le habían parecido fabulosos ahora le parecían amenazadores. Al sentarse en una terraza para comer algo comprobó que le habían robado el móvil, pero no se preocupó demasiado porque aún tenía el bolso y el dinero. Sin embargo, al subir a un taxi se dio cuenta de que no sabía la dirección de Pedro… sólo sabía que era un rascacielos sobre Central Park. Y todos los rascacielos le parecían iguales.


El taxista era extranjero y, por mucho que intentó explicárselo, no fueron capaces de entenderse. Suspirando, Paula bajó del taxi.


¿Qué podía hacer? Pensó en llamar a información, pero todas las cabinas que encontró a su paso estaban estropeadas. Como último recurso, decidió entrar en una comisaría.


El policía del mostrador la miró como si estuviera loca cuando le explicó que le habían robado el móvil con todos los números de contacto en Nueva York y que no sabía la dirección de su marido. El hombre le pidió que se sentara, ofreciéndole amablemente un café, y Paula suspiró, nerviosa. Pedro montaría en cólera, sin duda. Seguramente habría enviado a Máximo a buscarla y el pobre Máximo estaría volviéndose loco por todo Nueva York.


La puerta de la comisaría se abrió poco después.


Paula levantó la cabeza y vio la silueta de un hombre recortada contra la luz de la calle. No podía ver su cara, pero daba igual. Era Pedro y la furia que emitía era evidente desde donde estaba sentada.


—Hola, Pedro, me han robado el móvil y…


—Vamos a casa —la interrumpió él, tomándola del brazo.


—Gracias, Gaston.


Paula miró por encima del hombro para despedirse del policía mientras su marido la llevaba hacia la puerta.


—Gracias, Gaston —repitió él, colérico, mientras entraban en un Ferrari negro.


No dijo una palabra más hasta que llegaron al apartamento.




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