Pedro miró a los seis hombres reunidos en la sala de juntas. Había tardado meses en organizar aquella reunión y, si se ponían de acuerdo, sería la mayor transacción que había visto Wall Street. Echándose hacia atrás en la silla, dejó que el estadounidense tomase la palabra… el hombre había sido su invitado en el yate y ya habían acordado cómo presentar el proyecto para que fuera irresistible.
Entonces sintió una vibración en el pecho. Maldito teléfono móvil.
Pero cuando miró la pantalla se levantó de un salto.
—Lo siento, señores, tengo que posponer la reunión.
Estaba furioso, más que eso, cuando todos salieron de la sala de juntas.
—¿Qué ha pasado, Máximo? —Preguntó, poniéndose el móvil en la oreja—. ¿Cómo es posible que la hayáis perdido?
Después de escuchar un momento, Pedro dio instrucciones estrictas para que la encontrasen inmediatamente.
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