viernes, 11 de junio de 2021

NO TODO ESTÁ PERDIDO: CAPITULO 27

 


Paula lo siguió, sorprendida, mientras la sacaba del restaurante. Ninguno de los dos dijo una palabra mientras iban hacia el jardín, el único sonido que se escuchaba era el del agua de la piscina cayendo por la cascada artificial.


–Me vuelves loco –murmuró él unos segundos después, bajando la manguita del vestido para besarle los hombros.


–No sé qué he hecho –susurró Paula, sin aliento.


No mucho, debía admitir Pedro. Paula nunca había tenido que hacer mucho para excitarlo. Y ahora que la había saboreado de nuevo, quería más.


–Esos suspiros mientras probabas el pastel… me han hecho desear que me probases a mí.


–¡Pedro!


Él buscó sus labios urgentemente y la besó hasta dejarla sin aliento, haciéndola suspirar una y otra vez. Enredando los dedos en su pelo, tiró de su cabeza suavemente…


Era tan preciosa, pensaba. No se cansaba de ella.


La sujetaba firmemente con una mano mientras con la otra le acariciaba los pechos por encima del vestido. Los sensible pezones respondieron de inmediato y jugó con ellos para darle placer, reemplazando la mano pon la boca hasta que Paula le pidió más. Con el corazón desbocado, chupó por encima de la tela, deseando más de lo que el decoro y el momento podían ofrecerles. Sin embargo, siguió haciéndolo sin pensar, perdido en las caricias.


Paula arqueó la espalda, acercándose más, tan enloquecida como él mientras seguía con el sensual asalto.


–Por favor… –susurró.


–Espera, cariño –Pedro estaba deseando terminar, pero Paula era lo primero. La había llevado hasta allí y la satisfaría allí mismo.


Sin decir una palabra, le dio la vuelta, acariciándola mientras sentía su trasero entre las piernas… pero en el último momento se contuvo. No podía hacerle el amor allí, en el jardín del hotel.


Pedro


Lo necesitaba tanto como ella y, aunque le hubiera gustado estar en la cama, no pensaba dejar que se fuera a casa insatisfecha.


–Paula… –susurró, levantándole el vestido para acariciarle el centro por encima de las bragas. Estaba húmeda y sabía que sería rápido. Su pasión lo excitaba de una forma increíble.


Cuando apartó las braguitas a un lado para acariciarla con los dedos, la sintió temblar entre sus brazos.


–Lo sé –le dijo al oído.


–¿Vamos a hacerlo de verdad? –la oyó susurrar, con tono incrédulo.


La respuesta de Pedro fue introducir un dedo en su interior hasta que la vio morderse los labios para no gritar de placer. Sus espasmos lo hacían sudar, pero la llevó hasta el final tapándole la boca con una mano para evitar que los oyeran.


Cuando terminó, se volvió para mirarlo, sus preciosos ojos azules brillaban a la luz de la luna.


–Nunca he sido una amante egoísta –le dijo, bajando una mano para acariciarle la erección por encima de los pantalones.


–No empieces algo que no puedes terminar –le advirtió él.


Paula se mordió los labios.


–Dime que esto es solo sexo.


Tenía que saber que era solo un momento de locura antes del divorcio. No la había perdonado y ella no lo había perdonado a él.


–Solo es sexo –murmuró Pedro.


Paula empezó a desabrochar su cinturón…


–¿Qué hacéis ahí? –escucharon una voz a lo lejos. –Seguridad del hotel, salid para que pueda veros.




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