—Por favor, Paula, ¿quieres dejar de comer esos asquerosos huevos fritos y hacerme caso? —Exclamó Marina—. Tienes que cenar con él. Te ha enviado rosas todos los días y el ama de llaves está cansada de apuntar sus mensajes. Esta casa está llena de flores y, en mi estado, voy a terminar con fiebre del heno.
Paula terminó sus huevos fritos y sonrió a su cuñada.
—Ya te he dicho que podéis tirar las flores a la basura. No me interesan.
—Mentirosa. Ninguna mujer es inmune a los encantos de Pedro Alfonso. El problema es que te dan miedo los hombres desde lo que pasó con Nicolás. No has salido con nadie en serio desde entonces.
—¿Moi? —Paula se llevó una mano al corazón—. Yo no tengo miedo de nadie, pero Pedro Alfonso es un demonio. No hay más que verlo.
—Tonterías…
—Es un hombre con el que ninguna mujer sensata tendría una relación.
—Olvídate de ser sensata y vive un poco. Llevas varios meses en casa y la investigación en el museo sólo te ocupa un par de días a la semana. Estamos en primavera, cuando los jóvenes piensan en el amor…
—Pedro Alfonso no es precisamente joven.
—¿Qué más da que tenga diez o doce años más que tú? Una aventura apasionada con un hombre experimentado te vendría muy bien.
—No lo creo. Además, ahora mismo no tengo tiempo para esas cosas. Voy a ver apartamentos —respondió Paula para cambiar de tema porque Pedro Alfonso había ocupado gran parte de sus pensamientos desde que lo conoció y eso no le gustaba en absoluto. Se había negado a responder a sus llamadas, pero sobre las rosas no podía hacer nada.
—Por favor, olvídate del apartamento. Ésta es la casa de tu familia, lo ha sido durante generaciones y es suficientemente grande para todos.
Marina puso los ojos en blanco, sin entender que alguien quisiera irse a un apartamento teniendo una casa como aquélla en el corazón de Kensington.
—Ya tengo edad para vivir sola —dijo Paula.
—Yo no quiero que te vayas y a ti no te gustaría vivir sola, admítelo. Y también deberías admitir que Pedro Alfonso te gusta. Me he dado cuenta de que te pones colorada cada vez que alguien menciona su nombre. A mí no me engañas.
Paula suspiró.
—Tu problema, Marina, es que me conoces demasiado bien. Pero voy a buscar apartamento de todas formas. Después de todo, si voy a tener una apasionada aventura, debería tener mi propio apartamento. Supongo que no querrías que trajese a mis amantes aquí, donde tu preciosa niñita podría ver y oír cosas inconvenientes —dijo, sonriendo.
—¿Vas a hacerlo? ¿Vas a salir con él?
—No lo sé. Si vuelve a llamar a lo mejor me lo pienso. ¿Contenta?
—¿Qué vas a pensarte? —preguntó Tomas, entrando en la cocina con su hija en brazos.
—Paula va a salir con Pedro Alfonso —anunció Marina.
—¿Tú crees que eso es sensato? —Preguntó su hermano—. Es mucho mayor que tú. ¿Seguro que sabes lo que haces? Pedro Alfonso es un genio de las finanzas, pero como persona… es el tipo de hombre que hace que uno quiera encerrar a su mujer o a sus hermanas en casa. Tiene fama de mujeriego y…
—¡No me lo puedo creer! —Exclamó Paula—. Os quiero mucho, pero deberíais coordinar vuestras opiniones.
Riendo, salió de la cocina.
Me fascina esta historia, ojalá Pau afloje y se de una oportunidad pronto.
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