martes, 22 de junio de 2021

IRA Y PASIÓN: CAPÍTULO 7

 


Aquella mujer no tenía miedo de exhibirse, pensó. Y, dado el fuego y la pasión que había mostrado durante el tango, no debía de ser tan inocente. Tanta pasión no podía ceñirse sólo a una pista de baile. Según el informe que le había enviado el investigador privado había estado prometida una vez y, seguramente, habría habido más hombres en su vida.


De repente, después de decidir que no la tocaría aunque fuese la última mujer en la tierra, Pedro estaba imaginando su cuerpo desnudo y tuvo que hacer un esfuerzo para controlarse… algo que no le había pasado en años.


Pensativo, frunció el ceño mientras volvía con Eloísa a la mesa. Había decidido destruir a la familia Chaves quedándose con su empresa, pero ahora veía un escenario alternativo, una manera maquiavélica de conseguir lo que quería. Y esa posibilidad de justicia romántica le hizo sonreír de forma siniestra.


El matrimonio no le había interesado nunca pero tenía treinta y siete años, un momento ideal para casarse y tener un heredero. Él criaba caballos en Perú y, al menos físicamente, Paula Chaves parecía un buen espécimen para criar, pensó, sarcástico. En cuanto a sus valores morales, no le molestaba que hubiera habido hombres en su pasado. Claro que podría haber alguno en su vida en aquel momento, pero él no tenía miedo de la competencia. Con su dinero, el problema para él era quitarse a las mujeres de en medio. Y Paula había ido sola al baile, de modo que, por el momento, tenía el camino libre.


—Gracias, Máximo —Paula seguía sonriendo mientras su compañero de baile la llevaba a la mesa—. Lo he pasado muy bien.


—Me alegra comprobar que el dinero que se gastaron nuestros padres enviándonos a una escuela de baile no fue un gasto inútil —rió Tomas.


—En tu caso, sí —replicó Marina—. Me has pisado más de cuatro veces.


—A mí me pasa igual —protesto su tía Marisa—. Después de cuarenta años de matrimonio e innumerables intentos, Antonio sigue sin saber dar un paso de baile.


Paula soltó una carcajada, sin darse cuenta de que la otra pareja había vuelto a la mesa.




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