lunes, 10 de mayo de 2021

FANTASÍAS HECHAS REALIDAD: CAPITULO 32

 


Pedro dejó a los niños en el suelo, y deseó poder deshacerse del peso que llevaba sobre los hombros con la misma facilidad. Justo cuando lo que más ansiaba era que su vida personal fuese un poco más sencilla, el hablar con Pamela le había hecho ver que la situación era más complicada de lo que creía.


Paula y él habían llevado su relación a un nuevo nivel la noche anterior, tanto por el sexo como por haber dormido juntos, y había estado deseoso por afianzar ese paso. Sin embargo, la conversación a través de Skype con Pamela lo había dejado muy preocupado.


Era evidente que Pamela estaba al límite, y aunque él quería poder pasar más tiempo con sus hijos, no quería que fuera porque su ex estaba al borde de un ataque de nervios.


Y aquélla desde luego no era la manera en que había imaginado que empezaría el día con Paula. Giró la cabeza para mirarla.


–Pasa, no te quedes ahí.


No sabría explicar cómo, pero había sentido su presencia en mitad de la conversación con su ex. Era como si hubiese forjado un vínculo mental con ella.


Paula avanzó hacia él, como una diosa descalza.


–Perdona, no pretendía escuchar vuestra conversación.


Con su elegancia innata, se sentó en el suelo con los gemelos, que estaban jugando con unos bloques de construcción de colores. Era la mujer de sus sueños, pero había llegado a su vida en un momento en que estaba se estaba convirtiendo en una pesadilla.


–No era una conversación privada –le dijo levantándose de la silla para ir a sentarse en el sofá–. Quería que Olivia y Baltazar vieran a su madre y necesitaba hablar con ella de lo ocurrido. Criar a un hijo ya es bastante difícil, y a un par de gemelos más aún; ha hecho bien en tomarse un descanso, aunque me habría gustado que se hubiese sincerado conmigo antes.


–Yo creo que tú también necesitas un descanso. ¿Qué te parece si me llevo a los niños un par de horas? Así tendrías tiempo para…


–Ya me ocupo yo de ellos –la cortó él–. Imagino que querrás darte una ducha y cambiarte de ropa.


En un mundo perfecto se uniría a ella en la ducha. ¡Lo que él daría por poder pasar veinte minutos bajo un chorro de agua caliente con Paula desnuda entre sus brazos! Tragó saliva y apartó ese pensamiento.


–No es molestia, en serio –respondió ella–. Si tienes que ultimar detalles con Javier, o lo que sea, me los puedo llevar a la playa para cansarlos un poco y…


–He dicho que yo me encargo; son mis hijos –le espetó él cortante.


No había pretendido ser tan áspero, pero la conversación con Pamela lo había puesto bastante tenso, y se sentía tremendamente frustrado.


Paula lo miró dolida.


–Bueno, entonces me cambiaré e iré haciendo las maletas. ¿Cuándo nos vamos?


–Dentro de una hora –respondió él.


Sí, pronto estarían de nuevo en Charleston, pero no quería separarse aún de ella. Quería más, necesitaba más tiempo con ella. Su relación con Pamela había sido un desastre, pero había aprendido de la experiencia. Podía disfrutar teniendo a Paula en su vida sin que ello supusiera un compromiso, ni ataduras.


Mientras miraba a sus hijos, que seguían jugando, se quedó oyendo las pisadas de Paula mientras se alejaba. Se estaba alejando de él, y no sólo en el sentido más literal. Iba a perderla si no hacía algo. No quería confundir a sus hijos metiendo a otra mujer en sus vidas, pero no podía dejar que se alejase de él.


–Paula…


Ella se detuvo, pero no contestó.


–Perdona; me he comportado como un ca… –se calló antes de decir una palabrota delante de los niños–. Como un imbécil. Sé que esto no entraba en nuestro acuerdo, pero espero que me des la oportunidad de compensarte.


Ella permaneció callada tanto rato que Pedro pensó que iba a decirle que se fuera al infierno. Finalmente exhaló un suspiro que lo hizo sentirse aún más culpable y respondió:

–Ya hablaremos; no me parece que ahora sea un buen momento.


–Sí, supongo que será lo mejor.


El problema era que no sabía cuándo sería un buen momento, dada la situación con Pamela y con sus hijos. Razón de más para mantener sus emociones bajo control… Su escapada a aquella isla paradisíaca había terminado, e iban a volver al mundo real.




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