sábado, 29 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 50

 


Comieron en silencio. Paula estaba sumida profundamente en sus pensamientos. Dario parecía tener mucha razón en muchas cosas. Si los Alfonso necesitaban dinero, ahí había una oportunidad de conseguir un buen inversor. También significaría que podrían pagarle ya sus acciones. Esa era la parte más tentadora de la oferta en lo que a ella se refería. Si esas acciones desaparecían de sus vidas, Pedro y ella podrían empezar de verdad una relación basada en el amor, no en el dinero.


—¿Y bien, Paula? —le preguntó Darío cuando les sirvieron el café.


—No lo sé. Tendré que pensarlo.


Dario asintió.


—Por favor, hágalo.


Él echó la mano hacia atrás y tomó su maletín; se lo puso en el regazo y le dio un sobre.


—Me gustaría que le echara un vistazo a esto. Es una copia completa de la propuesta. Es una oferta en firme, Paula, y algo que llevo queriendo desde hace ya mucho tiempo. También es lo que Roberto quería.


—Eso ya me lo ha dicho antes. Me gustaría que hubiera una forma de probárselo a Pedro.


Dario paseó la mirada por el ventanal del restaurante. Parecía como si fuera a decir algo, pero se lo pensó mejor. El camarero llegó y él pagó la cuenta.


Paula se puso de pie y él la tomó de la mano.


—Gracias de nuevo por venir. Piense en lo que le he dicho. Esto nos puede venir muy bien a todos.


La acompañó hasta el aparcamiento y al coche.


—Aquí tiene mi tarjeta —le dijo—. Tan pronto como tome una decisión, llámeme. Incluso si es en un fin de semana.


Paula se rió de buena gana.


—No hay nada como un poco de presión ¿verdad, señor Carmichael?


Darío se hizo el avergonzado con bastante gracia.


—Es la fuerza de la costumbre —le dijo—. Tómese el tiempo que necesite. Ya he esperado tanto que unas pocas semanas más no me van a importar.


Le cerró la puerta del coche y se agachó para hablar con ella cuando abrió la ventanilla.


—¿Va a ir con Pedro a la Cesta de Navidad del Club de Campo?


Paula asintió.


—Sí. Me han dicho que los Alfonso son unos de los patrocinadores de la mesa de caridad.


—Entonces, ya la veré allí. Tal vez haya llegado ya a una decisión entonces.


Paula le vio marcharse. Por alguna extraña razón, le gustaba ese hombre y confiaba en él. Él y Pedro deberían de ser amigos, no enemigos. El sobre estaba en el asiento de al lado. Se lo quedó mirando. La asaltó una cierta excitación pensando en pedir una reunión del consejo de administración ella misma y hacer la propuesta. ¿Podría hacerlo? No lo sabía, pero si eso significaba el fin de las malas relaciones entre esos dos hombres, debería intentarlo.



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