Paula estaba completamente vestida y casi lista para marcharse cuando Pedro abrió los ojos a la mañana siguiente. La observó mientras se maquillaba, dándose cuenta de cómo le temblaban las manos. Estaba nerviosa, tensa… y preocupada. Se estrujó el cerebro entonces para encontrar algo qué decir que la aliviara un poco.
—Buenos días —dijo sentándose en la cama.
—Hola —le contestó Paula sonriendo rápidamente—. Siento haberte despertado. Traté de hacer el menor ruido posible. Tengo que estar allí antes de que Mateo empiece sus clases.
—No, no me has despertado, pero deberías haberlo hecho —le contestó él saliendo de la cama—. Dame diez minutos y te llevaré.
Paula se volvió a mirarlo.
—No tienes que…
—Quiero hacerlo. Me quedaré fuera; lo único que quiero es estar allí por si me necesitas. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Pedro se metió entonces en el cuarto de baño. Paula se quedó mirando la cama vacía y deshecha. Le podría haber resultado tan fácil el olvidarse de todo y volverse a meter en la cama con él. Se podía perder en él, pretender que no eran más que otra pareja feliz pasando la noche en una posada campestre. El pensamiento era tentador, tanto que agitó la cabeza para apartarlo de la mente.
Satisfecha por fin con el maquillaje, se dirigió al cuarto de baño. A través de la puerta cerrada, pudo oír el ruido de la ducha. Abrió un poco la puerta y le dijo:
—¿Pedro? Te espero abajo.
Él tardó un poco en contestarle. Escuchó atentamente y oyó el ruido de la puerta de la habitación al cerrarse. Los pensamientos le pasaban por la cabeza a la misma velocidad que los chorros del agua de la ducha.
Tan pronto como había abierto los ojos, le resultó evidente que el largo beso con el que había soñado y la mañana pasada en la cama estaba fuera de lugar. Esta Paula era todo negocios. Le maravillaba la capacidad camaleónica que tenía para transformarse tanto en suave y vulnerable como en una persona fría y decidida en un abrir y cerrar de ojos.
Cerró los grifos y salió de la ducha. A la vez que aceptaba la necesidad que tenía ella de hacer eso sola, también aceptaba su propia necesidad de que lo incluyera a él. Estaba demasiado atento a sus propias emociones como para no darse cuenta de que esa sensación, esa necesidad era algo distinto. El deseo le resultaba familiar, pero eso era algo totalmente nuevo.
Quitó el vapor del espejo con la toalla y se preparó para afeitarse. No estaba muy seguro de cómo iba a marchar esa relación, pero no se sentía incómodo por la forma en que le estaba afectando. Le daba la bienvenida de muchas formas al reto, ya que nada le gustaba más que eso. Sentía cómo la excitación le burbujeaba en el interior, como si algo importante estuviera a punto de suceder. La sensación era similar a la que experimentaba cuando estaba a punto de culminar un negocio importante. No podía decir lo que era, pero definitivamente, no quería detenerla.
Sonrió. Tal vez se estaba enamorando.
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