sábado, 15 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPITULO 1

 


—¿Qué estás tratando de decirme, Patricio?


Era una pregunta inútil. Sabía perfectamente lo que su abogado estaba tratando de decir de la forma más agradable posible. Ella, Paula Chaves, viuda reciente de un magnate llamado Jonathan Chaves, estaba en la ruina.


—No me mimes. Si voy a tener que hacerme cargo de Mateo, es mejor que sepa la verdad.


El abogado suspiró. En ese momento, ella se dio cuenta de que la esperaba un amargo trago. J.C. había sido colega de Patricio, su mentor, su amigo, pero no habían estado muy de acuerdo en algunos negocios. Especialmente desde hacía algunos años. Desde el accidente.


J.C. no solamente había perdido a su primera esposa en un horrible accidente de coche hacía diez años, sino que también él había resultado muy afectado. Se había quedado con las dos piernas inútiles y con un hijo de seis años semisalvaje y temeroso de su amargado padre. La hermana de J.C., Carolina, había llevado entonces a una joven niñera para que cuidara de Mateo.


Paula recordaba que, a los dieciocho años, se sentía tan perdida y falta de afecto como el pequeño y solitario niño. Entre los dos se había formado una fuerte y entrañable relación.


Se levantaron algunas cejas cuando Paula y J.C. se casaron con muy poco tiempo de noviazgo. Paula sabía que todo el mundo se preguntaba la clase de matrimonio que sería. J.C. era incapaz de cualquier tipo de relación física, pero nadie sabía eso con exactitud, por lo que las especulaciones corrieron de boca en boca.


Al cabo de los años, Paula había aprendido mucho bajo la tutela de J.C., además de haberse transformado en toda una belleza como mujer. Él la había mandado a la universidad, transformándola en una experta en su campo y consejera de economía, un trabajo que a ella le encantaba y para el que valía. Había sido su esposa durante ocho años, y ahora era su viuda.


Se daba cuenta del problema que tenía Patricio, pero necesitaba que le dijeran la verdad claramente.


—Por favor, Patricio.


Patricio Brady respiró profundamente antes de sentarse en el sofá.


—De acuerdo, Paula, tú ganas. Para ponerlo claro y sin legalismos superfluos, no te queda dinero o, por lo menos, te queda muy poco. Ciertamente, no lo suficiente como para mantener este tren de vida —le dijo señalándole la elegante habitación.


—¡Eso no es posible, Patricio! ¿Qué pasa con las diversas compañías que J.C. controlaba?


—Me temo que sus socios han debido de quedarse con ellas. Durante muchos años, él ha estado tomando préstamos de su parte en ellas y no los devolvió nunca; entonces, esa parte revertió a sus socios. Cuando J.C. murió no poseía nada de J.C. Enterprises.


—Pero esta casa…


—Hipotecada.


—Nada de esto tiene sentido. J.C. era un hábil hombre de negocios. Se pasó trabajando todo el tiempo que estuvimos casados y su testamento no indicaba que tuviera problemas económicos. ¿Cómo iba a poder dejarme todos sus negocios y esta casa si no tenía nada?


Fue alzando la voz con nerviosismo mientras hablaba.


—Paula, por favor, cálmate. Siéntate, tómate un café y trataré de explicártelo lo mejor que pueda.


Ella se quedó mirándolo antes de hacerle caso.


—Primero, cuando J.C. escribió ese testamento, al principio de vuestro matrimonio, todavía lo poseía todo —le dijo Patricio poniéndose de pie bruscamente y empezando a pasearse por la habitación—. Me gustaría que hubieras conocido antes a J.C. Antes del accidente. ¡Era tremendamente listo! Pero el estar sentado día tras día en una silla de ruedas le hizo cambiar. Todo el mundo decía que seguía siendo el mismo, y lo parecía en la superficie. Pero en el fondo, algo había desaparecido. La vida se transformó en un juego. Los negocios también. Empezó a perder dinero, montones de dinero. Y cuando no lo perdía, se lo gastaba. No le importaba, Paula. Cuando hablábamos de ello, se reía de mí y me decía que me estaba volviendo viejo. Después de algunas discusiones, lo dejé. ¿Qué podía hacer? Después de todo, era su dinero.


—Sigue —le dijo ella con una expresión fría como una piedra.


—Bueno, las cosas se le fueron de las manos. Primero perdió las compañías, luego sus ahorros. Hipotecó la casa. Luego, trató de meterse en lo que había puesto a nombre de Mateo a ver si le salía bien…


—¡No! ¡El dinero de Mateo también!


—No todo. Casi al final, J.C. pudo probar ante el juzgado que necesitaba ese dinero para la educación de Mateo. El chico todavía tiene una buena cantidad —continuó Patricio y se detuvo delante suyo—. Siento decírtelo, pero la herencia de J.C. casi ha desaparecido.


—Esto es increíble.


—Ya sé que es un duro golpe, Paula. Le dije muchas veces que tenía que confiar en ti, pero él siempre pensó que podía volver a ganar ese dinero. No suponía que iba a morir.




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