jueves, 29 de abril de 2021

NO DEBO ENAMORARME: CAPÍTULO 50

 


Pedro se despertó con un extraño ruido.


¿Qué demonios era? Tardó unos segundos en darse cuenta de que estaban llamando a su puerta.


Abrió los ojos y miró al reloj, era casi la hora de la cena. Paula y él se habían quedado dormidos. Despertó a Paula y le dijo que era muy tarde.


–Mia debe de haberse despertado hace rato –dijo ella en cuanto reaccionó–. ¿Por qué no me habrá llamado Karina? ¿Qué es ese ruido?


Él fue a abrir después de peinarse un poco con las manos y de ponerse unos pantalones.


–¡Aquí estás! –exclamó Claudia en cuanto abrió la puerta–. La pobre Karina está nerviosísima. Mia se despertó de la siesta hace una hora, pero Karina no encuentra a Paula; no responde al teléfono y no está por ninguna parte. Pensé que a lo mejor tú sabías dónde encontrarla.


Pedro creyó ver cierta sospecha en sus ojos.


–Habrá salido a dar un paseo y se habrá dejado el teléfono. Dame un segundo para vestirme y la encontraré.


A su espalda, Pedro oyó un ¡ay! y un golpe. Se dio media vuelta y se encontró a Paula envuelta en una sábana y tirada en el suelo con el cable de la lámpara de mesa enrollado al tobillo. Pero lo peor de todo era que la puerta estaba completamente abierta y Claudia estaba viendo lo mismo que él.


–Señorita Chaves –dijo Claudia, con evidente tensión–. ¿Podría llamar a Karina y decirle que está bien y que no la han secuestrado?


–Sí, señora –respondió Paula, con la voz temblorosa y las mejillas sonrojadas por la vergüenza.


–¿Podría hablar un momento con usted, Alteza? –le pidió entonces Claudia, y Pedro no tuvo más remedio que salir al pasillo con ella–. ¿En qué estaba pensando? –le preguntó enseguida, con una mirada de reprobación.


A nadie más le habría permitido que lo reprendiera de ese modo, pero Claudia era más un miembro más de la familia que una empleada.


Tuvo que explicarle que ninguno de los dos habían planeado lo sucedido y que, por supuesto, Paula no iba a casarse con su padre.


–¡Eso espero! Su padre merece algo mejor que una mujer capaz de…


–No fue culpa suya –la interrumpió Pedro con voz tajante.


–¿Está dispuesto a poner en peligro la relación con su padre por una aventurilla?


–No, pero sí por la mujer de la que estoy locamente enamorado.


Eso hizo que Claudia retirara la mano y lo mirara boquiabierta.


–¿La ama?


–Es todo lo que jamás habría soñado y todo lo que podría desear. Ella también me ama y eso, teniendo en cuenta mi historial, es absolutamente formidable. Pero Paula se niega rotundamente a hacer nada que pueda interponerse entre mi padre y yo.


–Hace muy bien.


–A veces pienso que me da igual lo que ocurra con mi padre, pero la quiero tanto que jamás haría nada en contra de sus deseos.


–No sé qué decir –admitió Claudia, meneando la cabeza–. Siento que las cosas sean así –le dijo antes de darle un beso y prometerle que la conversación quedaba entre ellos dos.


Pedro dejó a Claudia en el pasillo con cara de tristeza y volvió a la habitación junto a Paula.




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