sábado, 27 de marzo de 2021

FARSANTES: CAPÍTULO 8

 


Lorena tenía razón. Así eran las mujeres que le gustaban a Pedro Alfonso… Por lo menos, así era la joven que acababa de llegar. Paula observó con curiosidad la cara de Alfonso. Parecía un animal cuya mirada hubiera sido deslumbrada por los potentes faros de un coche.


—Gabriela —dijo por fin—. ¡Qué sorpresa! ¿Te fuiste a Cancún?


—Es obvio. ¿Por qué no viniste, como habíamos quedado?


—Ocurrió un imprevisto y tuve que cancelar el viaje.


—Sí, eso parece —masculló la joven despechada—. Por cierto, ¿quién es ella?


Gabriela apuntó hacia Paula, sin dignarse a mirarla.


—Te presento a Paula Chaves. Es la hermana de mi ama de llaves que me está echando una mano estos días.


—Ya lo veo.


Esta vez, Gabriela inspeccionó a la profesora desde los pies a la cabeza, intentando averiguar por qué sus pantalones cortos estaban tan sucios y por qué llevaba la camisa de Pedro, atada a la cintura.


—¿Por qué lleva tu ropa? —preguntó Gabriela, sin rodeos—. ¿Es parte de la remuneración, o del trabajo?


Tal insinuación le sentó a Paula como una patada en el estómago. Puede que no fuese una experta en alta costura, pero sabía cuando la estaban insultando.


—Gabriela, por favor —suplicó Pedro—. Eso no es de tu incumbencia.


—Se lo podemos explicar —sugirió Paula—. Perdí mi camiseta en lo alto del árbol, y Pedro me prestó su camisa para que el vecindario, no me viese desnuda. ¿Está claro?


Pedro se había quedado sin palabras. La hermana de Lorena le dio una patada en el tobillo, para que la apoyara.


—Sí, eso… —balbuceó Alfonso. Gabriela no parecía muy convencida con la explicación, y le hizo preguntas impertinentes a Pedro.


—No soy de piedra, puedes hablar directamente conmigo porque estoy delante de ti —le espetó Paula—. Deberían haberte enseñado buenos modales…


Pedro, ¿vas a dejar a tu criada que me hable en ese tono?


—No veo por qué tendría que hacerla callar. Y no se trata de mi criada, trabaja por libre.


—Eso es —exclamó la profesora.


—¡Menudo aspecto tienes, Pedro! Ya que pretendes vestir de modo informal, por lo menos, hazlo con estilo. 


Ante tales palabras, Paula estuvo a punto de atragantarse. Alfonso, por su parte, estaba mudo de vergüenza ajena.


—¡Visto como me parece! —exclamó el joven indignado.


—Con el sueldo de la empresa, podrías permitirte el lujo de adquirir ropa distinguida… Papá iba a correr con tus gastos del viaje. ¡Eres muy valioso para la compañía, y queremos tratarte como te mereces!


Pedro tenía ganas de estrangularla. Cuando Gabriela no conseguía lo que pretendía de él, entonces empuñaba las armas del soborno. Había sido su acompañante en tres fiestas, relacionadas con la correduría de agentes de bolsa de su padre. Ahora, el siguiente paso consistía en casarse con ella.


Pero Alfonso prefería casarse con un puerco espín, antes que hacerlo con ella. Era una mujer fría como el hielo. ¡Si no entraba en sus planes la idea de casarse, menos aun con un iceberg!


—No puedo hablar contigo en estos momentos. Ya te llamaré para charlar cuando vuelva a la oficina —se excusó Pedro.


—¿Charlar? —preguntó Gabriela sin poder creer lo que le estaba pasando.


—La señorita Chaves necesita ser atendida por un médico —dijo Pedro, solicitando el apoyo de Paula.


—Espero que no tengamos que ir al hospital —sostuvo la joven profesora.


—Estoy convencida de que no es nada grave —comentó Gabriela despectivamente.


—Nunca se sabe —replicó Pedro, negando con la cabeza—. ¡Qué pena que no nos encontráramos en Cancún! Pues, da la casualidad de que Paula y yo vamos a coincidir en el mismo lugar, estas vacaciones, ¿no es cierto?



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