miércoles, 24 de febrero de 2021

UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 22

 


Julia entró a Beananza para tener su primera cita de verdad, con un hombre real, con los ánimos por el suelo.


¿Qué estaba haciendo allí? Había ido porque Paula la había convencido de que fuese a tomarse un café con aquel hombre.


Cuando la puerta se cerró tras de ella, aspiró el aroma a café y miró a su alrededor.


Enseguida lo vio, a John2012. Sentado solo en una mesa para dos, con una taza delante. Julia miró el reloj que había en la pared y se dio cuenta de que llegaba diez minutos tarde.


Se acercó a él, que se levantó y le tendió la mano.


—Hola, soy John —le dijo, agarrando la suya con firmeza.


—Y yo, Julia.


—Pensé que me habías dado plantón.


—No, siento llegar tarde —respondió ella, mirando su taza casi vacía—. ¿Y tú? ¿Has llegado antes de tiempo?


—Me gusta ser puntual.


«Empezamos bien», pensó Julia, pensando en pedirse un café solo, tal y como le había sugerido Paula.


—¿Qué vas a tomar? —le preguntó él.


—Un café largo con leche desnatada.


—Ya voy yo a buscarlo.


John fue hasta la barra y Julia tuvo la oportunidad de estudiarlo con la mirada. Era delgado, pero de hombros anchos. Tenía la piel morena, curtida por el sol, los ojos azules y la nariz y la barbilla prominentes. ¿Quién lo habría vestido? Llevaba una camisa azul muy gastada y unos vaqueros que le sentaban fatal, metidos por dentro de unas horribles botas.


John volvió con el café y Bruno la saludó desde el mostrador.


Ella le dio las gracias y estuvo a punto de atragantarse con el café. Bruno había dibujado un signo de interrogación en la espuma.


—Es un lugar muy agradable. No había estado nunca —comentó John.


—A mí me gusta mucho. El café es bueno.


Se hizo el silencio y Julia pensó que aquello estaba siendo mucho más difícil de lo previsto. Le encantaba conocer gente nueva, pero no lo estaba haciendo bien. Tenía que relajarse.


—Entonces, ¿te gustan los restaurantes étnicos? —le preguntó, por darle conversación.


—Sí. Tenemos eso en común.


—¿Cuáles son tus favoritos?


Él se puso serio.


—A mi ex solo le gustaban los sitios caros, así que no he tenido la oportunidad de probar sitios más modestos en los que se sirva comida étnica. Vaya. Menudo comienzo para una primera cita. No debería hablar de mi amargo y duro divorcio.


—¿Lo fue?


—¿Amargo y duro? —dijo él, encogiéndose de hombros—. ¿Acaso no lo son todos?


—No lo sé, no he estado nunca casada.


Ambos bebieron de sus tazas de café.


—¿Y tú? Apuesto a que sales mucho a comer.


Julia se preguntó si estaba sugiriendo que estaba gorda.


—No —respondió—. No tanto.


—Ah, pues te veo muy cosmopolita, como si conocieses muchos sitios.


Ella lo miró y se dio cuenta de que ambos estaban igual de incómodos.


—No sé tú, pero a mí me gustaría volver a empezar esta conversación — dijo ella.


—De acuerdo.


John apoyó la espalda en la silla y se relajó. Y la cosa empezó a ir mejor, al menos porque ambos habían sido sinceros.


—Eres informático, ¿verdad?


—Eso es. Programador. Trabajo en software para la industria de la construcción.


—Ah, yo soy decoradora. Eso también está en cierto modo relacionado con la industria de la construcción.


—Lo mismo que la moda con los gusanos de seda.


—Bueno. Por lo menos me has hecho sonreír.


Así que estuvieron hablando de sus respectivos trabajos y cuando Julia se dio cuenta de que se había terminado el café pensó que no había estado tan mal.


—¿Y bien? —le preguntó él.


—¿Y bien? —respondió ella.


—Me gustaría que nos viésemos otro día, si tú quieres. Tal vez podríamos ir a cenar a uno de esos restaurantes étnicos que nos gustan a los dos.


Ella guardó silencio.


—No sé si haríamos buena pareja —le dijo por fin con toda sinceridad.


Él asintió.


—La verdad es que no me gusta nada eso de mandar correos electrónicos. Te voy a dar mi tarjeta con mis datos personales, si alguna vez te apetece salir a cenar, como amigos, o ir al cine, llámame.


Ella tomó la tarjeta y se la metió en el bolso.


—Gracias.


John se levantó y volvió a darle la mano.


—¿Te marchas tú también? —le preguntó él.


A Julia no le apeteció salir de la cafetería con él.


—Me voy a tomar otro café y a mirar el correo.


John asintió.


—Me alegro de haberte conocido. Suerte.


Y se marchó.


Como Bruno no tenía nada más emocionante que hacer que rellenar los azucareros, Julia se acercó a él y le preguntó:

—¿Qué te ha parecido?


—Parecía buen tipo. ¿Es tu nuevo novio?


—No, creo que no. Lo he conocido por Internet. Era la primera vez que nos veíamos.


—Es alto.


—Viste fatal.


—Umm.


—Me ha dicho que lo llame si quiero salir a cenar o al cine algún día. No había química, pero me ha parecido un buen hombre. ¿Qué piensas tú? ¿Lo llamarías?


—Supongo que depende de lo desesperada que estés.




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