viernes, 15 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 39

 


Mientras bebía café frente a la chimenea y veía a Matías jugar con sus regalos, debía reconocer que en general hasta el momento había sido una Navidad fantástica. A pesar de la llamada de su padre. Ni siquiera tenía voluntad para estar enfadada. Simplemente, sentía pena por él.


Él se lo perdía. Solo había tenido seis años cuando su madre había muerto y quizá los recuerdos que tenía de ellos como una familia feliz no eran más que fantasías infantiles.


Durante largo rato permanecieron sentados allí, escuchando música navideña y mirando jugar al pequeño. Al final Paula tuvo que levantarse y meter el pavo en el horno y luego preparar el resto de platos. Cuando Matías fue a dormir su siesta, se metieron en la cama e hicieron el amor. Luego, Pedro se quedó dormido, de modo que ella se duchó, se vistió y comprobó el estado del pavo. Todavía le quedaba otra hora, pero emitía un olor delicioso. Hasta el momento, todo iba sobre ruedas.


Había dejado el teléfono en la encimera de la cocina con el timbre apagado, y cuando fue a comprobar el horno, vio que tenía una llamada perdida de su padre de las tres y cinco de la tarde. Conociéndolo, sabía que no aprendería ninguna lección de lo sucedido y que solo la acusaría de ser egoísta.


Bueno, eso ya no importaba. No podía hacer que viera algo que no quería ver.


Después de ordenar los juguetes bajo el árbol, a las cuatro oyó que Matías se agitaba y estaba a punto de ir a buscarlo cuando sonó el timbre. No esperaba a nadie, y casi nadie hacía una visita el día de Navidad.


Fue a abrir la puerta y se quedó boquiabierta al ver a la persona que había de pie en el porche.


–Como insistes en tu terquedad, no me ha quedado más opción que traer los regalos de Matías en persona.


¿De modo que ella era terca? Tenía que ser un chiste malo.


–Este no es un buen momento.


–¿Quién es, Paula? –preguntó Pedro a su espalda, con Matias en brazos. Los dos seguían con los pijamas puestos y el pelo revuelto por el sueño.


Su padre pasó a su lado sin aguardar una invitación. Al ver a Pedro parpadeó sorprendido.


–¿Quién diablos es este? –preguntó, mirando de su hija a Pedro.


Luego entrecerró los ojos y ella captó el momento del reconocimiento. Su padre se volvió hacia ella con la mandíbula tensa y los dientes apretados.


–¿Por qué no me sorprende en absoluto?


–No es lo que piensas –comentó Paula.


–¿Es tu modo de castigarme? ¿Uniéndote a la competencia?


Intentó no reflejar el dolor que le causaron esas palabras.


Su padre se volvió hacia Pedro.


–Si eres tan amable de entregarme a mi nieto, podrás vestirte y largarte de la casa de mi hija.


Pedro ni se inmutó y miró al padre a los ojos.


–Ni todo el peso del infierno me haría entregarte a mi hijo.


–¿Matías es el hijo de este hombre? –gruñó el padre de Paula.


Pedro tuvo la impresión de que acababa de abrir una caja de truenos, pero le había sido imposible mantener la boca cerrada ante la arrogancia avasalladora de ese canalla.


–Sí, Pedro es el padre de Matías –repuso ella sin disculpa ni arrepentimiento en la voz.


–Paula, en el nombre de Dios, ¿en qué estabas pensando?


–No es asunto tuyo, padre.


–Y un cuerno. ¿Dónde estaba él durante tu embarazo? ¿Durante los primeros nueve meses de vida de Matías? ¿O lo has estado viendo todo este tiempo? Mintiéndome.


Pedro ni siquiera conocía la existencia de Matías hasta hace unas pocas semanas. Pero ahora está aquí.


–No, si yo puedo evitarlo –se volvió hacia Pedro–. Tengo entendido que eres uno de los candidatos a presidente ejecutivo de Western Oil.


Pedro se puso tenso. Debería haberlo imaginado.


–Supongo que no tardaré en averiguarlo.


–No lo averiguarás –intervino Paula–. Porque mi padre no va a contárselo a nadie. Porque si lo hace, jamás volverá a ver a su nieto.


El hombre mayor soltó un bufido desdeñoso.


–Matias adora a su abuelo. Nunca lo mantendrás alejado de mí.


–Si arruinas la carrera del hombre al que amo, ten la certeza de que es lo que va a pasar.


–No hablas en serio.


–¿No lo crees? Ponme a prueba.


–En ese caso, quiero una prueba de paternidad. Quiero prueba de que es el padre biológico de Matías.


Pedro abrió la boca para decirle que se fuera al infierno, pero Paula habló primero.


–¿Que tú quieres una prueba de paternidad? Yo no veo que esto tenga nada que ver contigo. Es entre Pedro y yo. Quien, para que lo sepas, jamás pidió una. Confía en mí, a diferencia de mi propio padre, quien al parecer cree que me acosté con múltiples candidatos.


–Bueno –la miró fijamente–, no sería la primera vez, ¿verdad?




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