lunes, 11 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 28

 


A la mañana siguiente, Pedro estaba sentado en su despacho sintiéndose más relajado y feliz que en mucho tiempo. Dieciocho meses, para ser exactos.


El único problema radicaba en que la felicidad jamás duraba. Dejar que esa situación fuera más lejos sería un error. De modo que la próxima vez que ella se le insinuara, y conociendo a Paula, probablemente habría una próxima vez, él sería la persona racional. Sin importar que quisiera creerlo o no, él sabía lo que era mejor para ella.


Sonó el interfono.


–El señor Blair necesita verlo en su despacho.


Se levantó y fue a la oficina de Adrian.


–Lo están esperando –le indicó la secretaria de este, indicándole la puerta abierta del despacho.


Entró algo desconcertado, ya que no tenía ni idea de esa reunión y su secretaria no le había informado de nada al respecto.


Adrian estaba sentado ante su mesa y lo sorprendió ver a Emilio de pie junto a los ventanales. Si era una reunión planeada, Julian aún no había llegado.


–Cierra la puerta –pidió Adrian.


–¿Y Julián?


–Lo envié a la refinería.


Solo había una razón por la que Julian pudiera ser excluido de una reunión. Se había descubierto algo acerca de la explosión.


Cerró la puerta y se sentó frente a la mesa de Adrian.


–Así que doy por hecho que hay novedades.


Adrian y Emilio intercambiaron miradas.


–Algo así –confirmó el segundo.


No estaba seguro de que le gustara que Adrián lo hablara con Emilio presente. Hasta que el puesto de presidente ejecutivo no se llenara, se suponía que todos estaban al mismo nivel.


Se sentó más erguido en el sillón y miró a uno y luego al otro.


–Sea lo que sea, veo que ya lo habéis hablado sin mí.


–Teníamos algunas preguntas para ti –dijo Adrian con solemnidad.


–Pues formuladlas –indicó.


–Sé que Julián y tú no sois muy cercanos –dijo Emilio–. Pero, ¿sabes algo acerca de sus finanzas personales?


–No compartimos precisamente consejos bursátiles. ¿Por qué?


–¿Eres consciente de algún motivo por el que tenga que depositar o retirar alguna suma importante de dinero en efectivo?


¿Estaban investigando las finanzas de Julián? ¿Habrían hecho lo mismo con las suyas? A pesar de toda la animosidad que sentía hacia Julián, el instinto arraigado de defender a su hermano salió a la superficie.


–¿Estáis acusando a mi hermano de algo?


–Una semana antes del accidente, alguien depositó doscientos mil dólares en la cuenta de Julian, y unos días después él transfirió treinta mil.


–¿A quién?


–Me temo que no tenemos acceso a esa información –expuso Emilio.


–Pero lo que estáis diciendo es que lo consideráis responsable del sabotaje.


–No puedes negar que parece sospechoso.


Los estudió.


–¿Creéis que alguien le pagó y que él pagó a alguien para que manipulara el equipo?


–Es una posibilidad –confirmó Adrián.


–¿Por qué?


–Julián es ambicioso –expuso Emilio–. Sucedió antes de que todo el mundo supiera que el puesto de presidente ejecutivo quedaría vacante. Quizá creyó que había llegado a su techo.


–Su entrega a la empresa y su dedicación a los hombres en la refinería han sido ejemplares –les recordó Pedro . De hecho, era realmente notable, a pesar de las diferencias sociales y económicas, lo mucho que los hombres de la refinería respetaban y confiaban en Julian. Era uno más del grupo.


–Quizá alguien le hizo una oferta que no pudo rechazar –dijo Emilio–. Pero primero esperaba algo a cambio.


–Sea o no ambicioso, no lo veo poniendo la vida de alguien en peligro para impulsar su carrera.


–Quizá nadie tenía que resultar herido, pero algo salió mal –sugirió Adrian–. Tienes que admitir que él fue quien peor encajó lo sucedido. Tal vez se siente culpable.


–Si es así, ¿por qué sigue aquí?


–¿Para evitar sospechas? O quizá ahora que el puesto de presidente ejecutivo va a quedar vacante tiene una razón para quedarse.


–O tal vez –aportó Emilio–, al haber heridos, eso rompió el trato al que había llegado.


–Escuchad, ya sabéis que mi hermano y yo no mantenemos la mejor de las relaciones, pero me está costando mucho aceptar algo así –o tal vez no quería creer que su propio hermano podía ser responsable o tan egoísta.


–Créenos, a nosotros tampoco nos gusta –convino Adrian–. Pero no podemos soslayar la posibilidad. Si de algún modo ha estado involucrado, y luego sale a la luz que teníamos pruebas y no hicimos nada al respecto…


–Podéis planteárselo a él –sugirió Pedro .


Emilio rio.


–Estamos hablando de Julian. Si es culpable, ¿de verdad crees que iba a reconocerlo?


Era verdad. Antes se cortaría un brazo.


–Su secretaria va a iniciar su permiso de maternidad en unas semanas y la agencia de investigación ha sugerido que pusiéramos a una agente de incógnito en el despacho de Julián –dijo Adrian–. Él va a pensar que solo se trata de una empleada temporal.


–Como se enteré, se va a irritar.


–Así que debemos cerciorarnos de que no se entere –dijo Adrián–. Y hasta entonces debemos encontrar otra manera. Quizá tú podrías tratar de hablar con él. Tal vez se le escape algo.


–Con sinceridad, yo soy la última persona con la que se abriría. No hablamos. Nunca. De hecho, eso solo ayudaría a despertar sus sospechas.


–Hemos corrido un riesgo al confiarte esto –expuso Emilio–. Yo también tengo hermanos, así que sé que es mucho pedir. Pero solo podemos llevar a cabo esto si estás con nosotros en un cien por cien.


Sabía que tenían razón. Y bajo la necesidad de defender a su hermano, estaba la persistente sospecha de que podía ser verdad. Fuera como fuere, necesitaban saberlo.


–Estoy dentro –afirmó.


Sabía que hacía lo correcto, pero lo sentía como una traición.




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