sábado, 9 de enero de 2021

AVENTURA: CAPITULO 20

 


Ella se dijo que no era justo. Quizá si soslayaran la llamada, la persona se marcharía. Se quedaron inmóviles, a la espera. El timbre volvió a sonar, seguido de más llamadas a la puerta. A ese ritmo, quienquiera que fuera, iba a despertar a Matias.


–Será mejor que vaya a ver quién es –le dijo a Pedro. Así podría matarlos.


Se enderezó la blusa y fue hacia la puerta en el momento en que el timbre volvió a sonar. Abrió de golpe y encontró a Beatriz de pie en el porche, con la mano preparada para volver a llamar y el teléfono móvil al oído. En cuanto lo cerró, el teléfono de la casa dejó de sonar.


–¡Hola! –saludó con entusiasmo y pasó al lado de Paula para entrar en el recibidor–. Andaba por el barrio así que se me pasó por la cabeza venir a visitarte.


¿En el barrio? ¿A las nueve menos cuarto de un día entre semana? Beatriz vivía a veinte minutos de ella Por las llamadas frenéticas, era evidente que algo la impulsaba y Paula sabía exactamente qué.


Beatriz miró más allá de su prima y los ojos se le abrieron de forma imperceptible.


Paula giró y vio que Pedro iba hacia la puerta, todo él arreglado y compuesto. Con mirarlo, nadie habría adivinado lo que habían estado a punto de hacer.


–Hola, Beatriz –saludó.


–Hola, Pedro, no sabía que estabas aquí.


Y un cuerno, y Paula pudo ver que la credulidad de Pedro era igual que la suya.


–¿Mi coche en la entrada no te dio una pista? –inquirió.


–Oh, ¿ese es tu coche? –miró a Paula–. Espero no haber venido en un mal momento.


Eso era exactamente lo que esperaba.


–De hecho, me marchaba –Pedro recogió su cazadora del perchero.


–Beatriz, ¿quieres disculparnos un momento?


–Por supuesto.


Paula lo siguió al porche y cerró la puerta.


–No tienes que irte. Puedo deshacerme de ella.


–¿Realmente es lo que quieres?


Su primer instinto fue dar un sí rotundo, pero algo hizo que se detuviera y reflexionara en lo que preguntaba. Treinta segundos atrás habría estado segura en un cien por cien. Pero una vez que había dispuesto de un minuto para calmarse, para pensar de forma racional, tenía que preguntarse si cometía un error. Se acostaría con él, ¿y luego qué? ¿Mantener otra breve aventura que terminaría en un mes con su corazón otra vez deshecho? ¿Unas semanas de sexo fantástico justificaba eso? Primero debía saber si decidía quedarse para ver a Matias, algo que los mantendría juntos mucho tiempo.


–Creo que ambos sabemos que solo complicaría las cosas –dijo él.


–Tienes razón –corroboró, cruzando los brazos ante una súbita ráfaga de aire frío. O quizá era su corazón al congelarse.


–¿Sigue en pie lo del domingo? –inquirió él.


–Por supuesto. ¿A qué hora te viene bien a ti?


–¿Qué te parece si me paso al mediodía? Traeré el almuerzo.


Eso proyectaba un plan de familia. Los tres comiendo y pasando la tarde juntos. Pero no quería desanimarlo, no después de que Matías y él se llevaran tan bien.


–Mmm, claro. Será estupendo.


–Fantástico. Nos vemos el domingo.




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