sábado, 18 de enero de 2020

SIN PALABRAS: CAPITULO 14





Pasó nuevamente el trapo frío por su cara para ayuda a calmar sus nervios. Aún lejos de estar en su mejor faceta la duda la alcanzó, pero la hizo a un lado. Pedro no estaría aquí si no pensara que lo valiera. No estaría aquí.


Tiró la toalla en el fregadero y volvió a hacerse la cola de caballo floja y sin vida. Acomodándose la camisa, ignoró el vino y las lágrimas que hicieron que el dobladillo estuviera rígido. Una actitud renovada la llevó a la sala de estar. Hacia el sillón. Hacia Pedro. Hacia la esperanza.


Estaba parado. Su alto cuerpo delgado decoraba su apartamento mejor que cualquier accesorio. Se tomó un momento para apreciar su hermosa forma. Una camisa polo naranja abrazaba sus hombros, cayendo floja sobre su cintura. Su pantalón le ajustaba bien, pero con un poco de espacio para respirar. Unos zapatos cafés casuales con la cantidad justa de desgaste finalizaban su apariencia relajada.


Pau suspiró, llevando sus ojos picosos de vuelta a la parte superior de su cabeza. Cada cabello oscuro recortado caía perfectamente en su lugar y la barba en su rostro pedía ser tocada. Estaba hermoso.


Se detuvo a unos pies de él y se envolvió la cintura con sus brazos. No podía mirarlo a los ojos. Otro ataque de autocompasión la ahogó y amenazó con vaciar las lágrimas que empañaban su visión. El merecía más que su desastroso ser. Si uno de los dos era “discapacitado” esa sería Pau. Nunca aprendió cómo amar. No tenía confianza en sí misma. Era una lisiada emocional.


Pedro recortó la distancia entre ellos. Extendió su mano y le metió una hebra de cabello detrás de su oreja.


Pau levantó sus ojos adoloridos para buscar sus cálidos ojos cafés. El dulce afecto que su mirada tenía le comprimió el corazón. Abrió su boca para hablar, pero no podía imaginar por dónde comenzar.


Él puso su dedo en los labios de ella. Un billón de pequeñas luciérnagas quemaron su piel debido a su toque. Le agarró el rostro con sus cálidas manos. Inclinándose, depositó un suave besó en una mejilla y luego en la otra.


Cerró los ojos y permitió que el afecto pacífico que fluía de él limpiara su mente, alma y cuerpo.


Sus labios rozaron sus párpados antes de aterrizar en su frente. Él la acercó con fuerza contra su pecho.


Paula le rodeó la cintura con sus brazos. Olía a esencia fresca de sábanas secas, a aire libre, y a amor. Echó la cabeza hacia atrás para mirarlo. 


Esos penetrantes ojos oscuros miraban a través de ella y estudiaban su espíritu frágil. Un lado de su boca pedía afecto. Se extendió y atrajo su cabeza hacia ella.


Su primer beso quedó al lado de su boca. Lo mantuvo firme y se tomó un momento para respirar. Su barba rozó sus labios y sonrió. 


Tomándose su tiempo, ella se movió por su labio inferior, probando el calor de su piel antes de moverse al superior.


Sus brazos se tensaron alrededor de ella, acercándola y presionando su suave cuerpo contra su cuerpo musculoso. Su agarre parecía posesivo, como si no tuviera intención de dejarla ir nunca.


Ella lo besó directamente. Sus labios se fundieron en los de ella y su cuerpo entero se rasgó con deseo. Lentamente, su boca se abrió, abriendo sus labios con la acción. Él deslizó su lengua por su labio inferior, probándola y jugando. Cuando la lengua de él encontró la suya, la sensación se sintió como una sinfonía sonando entre ellos. Ningún primer beso había sido tan mágico como éste.





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